El portazo de Giustozzi, ¿el final de Massa?

El portazo de Giustozzi, ¿el final de Massa?


Llegó el día. Meses duraron las especulaciones. A mediados de 2014 ya había dado a entender que podría irse si se sumaba Martín Insaurralde. Algo similar venía pasando desde marzo pasado, pero ahora por Francisco de Narváez. Giustozzi, el segundo en la lista que fusiló el sueño reeleccionista del kirchnerismo en 2013, abandonó el Frente Renovador.

En realidad lo de De Narváez siempre fue un síntoma, no la enfermedad. Más allá de ciertas diferencias ideológicas esgrimidas, Giustozzi dejaba trascender que la madre de todos los problemas era la desconfianza que le tenía a Sergio Massa. Notable problema, ya que el tigrense es no solo el candidato presidencial sino el jefe hiperpersonalista de su espacio político.

La deserción del exintendente de Almirante Brown no es una salida más, aunque tal vez sea la más explicable. Era el jefe del bloque de diputados nacionales del Frente Renovador, el que sonaba para la gobernación desde el primer momento y el que gobernaba, vía su delfín Daniel Bolettieri, el distrito más grande de los que gestiona el massismo. Que, dicho sea de paso, está en la Tercera Sección, un área donde Massa hace mucho menos pie que en la Primera. Giustozzi y sus huestes supieron siempre esta importancia y jugaron con ella con frialdad y sadismo, también debe ser dicho. En el momento de mayor vulnerabilidad, con Massa tercero en las encuestas, levantaron la apuesta y emprendieron una embestida mediática para lograr su objetivo, presionando para que De Narváez desista de la contienda para las PASO de gobernador. La jugada fue polémica pero legítima, no solo porque esto es política sino porque tal vez era la única forma de hacerlo, en un partido nuevo no institucionalizado e inorgánico, con un jefe que opera más a través de los periodistas que con sus aliados.

Si bien Giustozzi ya no es más el precandidato a gobernador bonaerense del FR, resta saber si logrará serlo por otro espacio. Aunque sería improbable. Su meta, igualmente, es conservar de una forma u otra Almirante Brown, y todo parece indicar que avalará a Bolettieri peleando una PASO con el kirchnerista Mariano Cascallares. Fiel a su estilo, el aún diputado nacional moderó sus críticas al sciolismo y al macrismo, esperando ver adónde abren más los brazos para recibirlo.

El quid de la cuestión es que trascienda las fronteras bonaerenses. El golpe mediático es tan brutal –las críticas de Giustozzi hacia la forma de conducir de Massa fueron feroces– que muchos empiezan a pensar si esto no es el principio del fin del sueño presidencial de Massa. Uno de sus principales aliados internos, quizás el que más fuego mediático tuvo, se fue pegando un portazo que tiró varios cuadros, entre ellos, el de la calidad del propio tigrense como dirigente (al cierre de esta edición, Giustozzi había deslizado en TN que Massa no tenía “equilibrio emocional”).

Para peor, a seis días del multitudinario acto en Vélez, Massa debió digerir además el impacto de la partida del intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino, uno de los que estuvo en el FR desde el comienzo, aunque también fue uno de los primeros en comenzar a filtrar que el rumbo venía siendo, a su entender, el errado. Su acercamiento a Macri lacera a Massa, que necesita contener votos y dirigentes especialmente rumbo al Pro, tal vez más que al kirchnerismo, porque su meta debe ser ya no ganar sino entrar en el balotaje.

Un párrafo aparte merece la desprolijidad. Massa se decidió a intentar tapar los baches comunicacionales más que políticos y emitió un confuso comunicado en el que se anunciaba (solo en su título) que los intendentes de su espacio definían echar a Cariglino, quien ya estaba afuera. Algo similar pasó con Giustozzi: si bien primereó en el anuncio (su manejo es más hábil), inmediatamente Massa mandó a sus coroneles a descalificarlo, sin pensar en contener a los demás dirigentes que podían fugarse.

Es así como el poder del FR se achicó aún más en La Plata esta semana. La senadora por la Tercera, Patricia Segovia, y el diputado por la misma sección, Mario Giacobbe, anunciaron su renuncia al partido y su salida de los bloques renovadores en la Legislatura bonaerense.

La situación en el Senado provincial exhibe el momento oscuro de Massa: de ser la primera minoría y causarle dolores de cabeza a Scioli pasó a perder en los últimos meses al senador de la Cuarta Sección, Roberto Costa, y a su par Nidia Moirano (de la Sexta), dos legisladores que responden a Gustavo Posse y ahora respaldan a Macri. Después se fue el senador Alfonso Coll Areco, de la Primera Sección, recibido de par en par por el sciolismo. Ya se había ido el senador Cacho Álvarez (quien igual tiene mandato por solo medio año más) y, por si fuera poco, también perdieron a Roque Cariglino, senador por la Primera, hermano del intendente.

La provincia de Buenos Aires fue el distrito que ungió a Massa como líder opositor allá por fines de 2013 y, como una muestra de la paradoja cruel que puede volverse la política argentina, es el escenario en el que se presenta una debacle que, por momentos, parecería no tener vuelta atrás.

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