Si las alarmas no despiertan a los leales, octubre será un final de época

Si las alarmas no despiertan a los leales, octubre será un final de época

No hay líderes, ni democracia interna, sólo caos y proyectos individuales.


El Movimiento Peronista siempre operó bajo la hegemonía de fuertes caudillos, que lo condujeron en diferentes instancias históricas. Ese rol cumplieron Juan Domingo Perón y Néstor Kirchner, en especial. Hubo también algunas efímeras instancias de líderes -como Carlos Saúl Menem y Eduardo Carlos Duhalde- que se atribuyeron el rol de conductores, con suerte adversa. No se puede conducir al peronismo sin predicar su doctrina.

En su último discurso, Perón advirtió sobre los bastones de falsos mariscales. Se le atribuyó la frase: “Mi único heredero es el Pueblo”, que no pronunció ese día, aunque sí dejó en claro el 12 de junio de 1974 sus reparos frente “a los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que pretenden desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de todo orden, podrán, en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo”, manifestó.

Desde la muerte de Néstor Kirchner, el peronismo navega a la deriva, sin conducción. En los días que corren, esta situación se ha agravado hasta límites insospechados. Cristina jamás se propuso conducir al peronismo, a pesar de ser su figura más importante. Se le achacan a ella muchos de los males que aquejan al movimiento, que en realidad transita por una interminable crisis que es responsabilidad de toda la dirigencia actual, incluida la expresidenta.

En el río revuelto de la controversia, gana terreno la mezquindad de los proyectos de poder personales de algunos dirigentes, que no desarrollan proyectos políticos, sino quintitas muy bien alambradas, en las que caben sólo los “elegidos” a dedo.

Estas circunstancias son las que parieron a Javier Gerardo Milei, no otras. Los panelistas no suelen llegar tan lejos, a no ser que exista un vacío político de envergadura, que permite la afluencia de aventureros de variado pelaje, que así trepan de manera ilegítima a los palacios del poder. La circunstancia adicional tiene que ver con el apoyo de los sectores del dinero, en especial de la clase usurera, que reparten sus beneficios a manos llenas con el fin de entronizar a los ciegos en el manejo del Estado. Este Estado Bobo es su paraíso fiscal preferido ¿Para qué viajar hasta Delaware, Reno, Las Vegas o Bahamas, si se consiguen los mismos emolumentos sin moverse de Buenos Aires?

La batalla bonaerense

El siete de septiembre se elegirán concejales y diputados y senadores provinciales en la Provincia de Buenos Aires. La desunión y la primacía de los proyectos individuales vienen complicando al peronismo para ir a buscar la victoria.

No es sólo una batalla entre Axel Kicillof y La Cámpora, ni entre el kirchnerismo y el peronismo. Allí hay una controversia por el “no poder”. A causa de este enfrentamiento, las últimas encuestas -a las que siempre hay que mirar con mucha desconfianza- auguran una elección exitosa para el proyecto de La Libertad Avanza.

La condena contra Cristina Fernández de Kirchner es el resultado de la misma mezquindad. La existencia de un peronismo disperso, sin conciencia de comunidad, es lo que permite la represión contra los jubilados de los miércoles, la baja de los salarios de la clase trabajadora y ciertas crueles decisiones que asestó el Gobierno a los sectores empobrecidos de la sociedad.

En los años de la proscripción que mediaron entre 1955 y 1973, la represión contra los peronistas fue a sangre y fuego. En esos años, la crueldad no se traducía solamente en las bajas salariales, sino que incluían terroríficos bombardeos aéreos, injustos encarcelamientos, criminales asesinatos selectivos y en una abundante efusión de gases lacrimógenos y palazos policiales.

La represión no llegó -todavía- tan lejos en estos días, aunque sí llegaron las medidas económicas que sumergieron a las clases populares en la miseria y el abandono. El aumento de los precios y tarifas, en especial de los alimentos, la escolaridad y el transporte, que conforman al menos el 60% de los salarios de los trabajadores tienen como objetivo la transferencia de ingresos hacia la clase empresarial -los “héroes de la evasión”, según el presidente- y la imposición de una distribución del ingreso que remite a aquella Argentina pre-peronista que Milei tanto admira.

La crisis -casi terminal- que atraviesa el peronismo no ha hecho eclosión aún. Por esta razón es posible que los trabajadores vuelvan a elegir a Milei el 26 de octubre. La razón es sencilla: el peronismo es hoy un partido liberal más y un trabajador no lo elegirá para que conduzca a la Nación a un destino similar al que la lleva Milei. Para elegir a un liberal, se elige a uno verdadero, no a una “fake news”.

La interna no debería desviar el rumbo político. El último martes, la vicegobernadora Verónica Magario desempató una votación en la que se aprobó la reelección indefinida de senadores, diputados, concejales y consejeros escolares bonaerenses. Inmediatamente, los aliados del Frente Renovador -que apoyaron la restricción a los mandatos legislativos en 2016, instituída por la exgobernadora María Eugenia Vidal-, se manifestaron en contra de la medida, sumando otra controversia al ripioso camino que transitan el peronismo y sus aliados con vistas al siete de septiembre y al 26 de octubre.

En esa dirección, la conformación de las listas legislativas no fluye por senderos sin rispideces. Como era de esperar, la sola proscripción de Cristina no facilitó el camino de la unidad peronista. Si alguien pensó que todos iban a cerrar filas en torno a la exvicepresidenta sólo por la sanción, no conoce la ritualidad de la cultura política del peronismo. El peronismo una sola vez probó el recurso de “ir todos juntos contra” alguien. Fue en 2015, cuando se conformó el Frente de Todos que al final fue el Frente de Nadie. Siempre la unidad peronista llega con condicionamientos. Por eso casi nunca es total. Siempre queda alguien afuera, como Gog y Magog, aquellos personajes que pergeñó Leopoldo Marechal en “El banquete de Severo Arcángelo”, que tiraban piedras desde el jardín contra quienes se atracaban de manjares en la casa del “Vulcano en Pantuflas” (el propio Severo Arcángelo), pero eran alimentados por éste, que prefería elegir a sus propios enemigos. Sino, alguno más peligroso podría llegar desde afuera y provocar el fracaso de la fiesta o del “hapening”, como se lo llamaba en esos días.

Por todas estas razones, el peronismo se parece tanto al ciego que protagoniza la escena final de “Ran”, la película de Akira Kurozawa, que camina inseguro por un riesgoso sendero, mientras a su alrededor todo se derrumba.

El futuro es de los que enfrentan a la adversidad, no de los mediocres que medran con la esperanza de un Pueblo. Ese mismo Pueblo al que aludió Perón en su último discurso, cuando su vida se apagaba y él se llevaba en sus oídos “la más maravillosa música, que para mí es la palabra del Pueblo Argentino”. El líder se comunicaba de manera directa con su pueblo, algo que casi no ocurre en estos días de Inteligencia Artificial, algoritmos selectivos, pantallas inteligentes y artificios que intentan reemplazar como sea a los seres humanos.

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