A veces, cuando hay que analizar la conformación del nuevo polo de poder que llega tras una elección, en el cual la fuerza ganadora está mucho más relacionada con el sector privado y de amistades que con la “casta” -en su idioma de campaña- o con la dirigencia política, se generan muchas dudas por la diferencia de metodologías con las que ambos universos se mueven.
Pero, a su vez –en algunas cuestiones del reparto de las responsabilidades futuras- las cuestiones no son tan diferentes a cómo eran antes. La conformación del nuevo gobierno se va armando de arriba para abajo, con la clara visión de que todos los lugares que el presidente electo decidió pertenecen a su estructura de confianza, en resumen, del primer anillo que lo rodea. Sólo se agregaron a ellos los recomendados por los amigos “confiables”. Se nota mucho que es otro el nivel en el que están Javier y “el jefe” Karina, que son quienes piden directamente por Fulano o dan el ok a los nombres que les llegan en la línea deseada por los creadores de La Libertad Avanza.
Contra todos los pronósticos de los politólogos famosos, Milei ha tenido sus mejores cuatro días desde que es conocido por el gran público. Hay que tener en cuenta que, justamente, ni él ni su gente están acostumbrados a los niveles de problemas que genera la Presidencia de la Nación. Pero desde la conversación amigable con el Papa Francisco, desde el comienzo de la transición en Olivos con el actual Presidente, Alberto Fernández y hasta las distancias (e intrigas) con que mantiene a todas las fuerzas exógenas a la suya, que merodean buscando su lugar bajo el sol, ha manejado la mayoría de las cuestiones con bastante prudencia y equilibrio.
Las nuevas formas del presidente electo son las correctas y todo hace pensar que la transición política será medianamente ordenada. Quizás lo que genere más ruido de entrada sea la confirmación de ciertos contenidos de su gobierno, como los despidos en el sector público, las privatizaciones de determinadas empresas del Estado y el ingreso de grandes jugadores a su gobierno en áreas claves, provenientes de multinacionales argentinas como Techint en YPF, así como extranjeras, con el arribo de Elon Musk con su Starlink o Carlos Slim, que miran con cariño a una de las joyas argentinas, como es Arsat. Todo ello puede generar, más en esta época del año, una movilización en contrario, que se vislumbra intensa, que concitan apoyos más amplios que el restringido ámbito de las izquierdas, que pondrán a prueba desde el principio la performance de las fuerzas de seguridad. Desde el primer día.
Desde el plano político, Milei mantiene cerca, pero sin acordar nada firme por ahora, tanto a la gente de Juan Schiaretti como a la que se arrimó con Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Éstos son los dos sectores que, más temprano que tarde, deberán darle gobernabilidad a LLA para poder arrancar con las leyes que necesite, más allá de que los Decretos de Necesidad y Urgencia serán el vehículo para las cosas que así lo ameriten o para las que no quede otro camino. Milei lo sabe, pero ya les birló lo que quería y ahora los hace competir por ciertos lugares -como la Presidencia de la Cámara de Diputados, entre otros-, lo que genera impaciencia, sobre todo en el cuartel amarillo del PRO, que ya no está tan claro a quiénes contiene y a quiénes no, de lo que alguna vez fue Juntos por el Cambio.
Lo que ya está claro es que va a haber que acostumbrarse a movimientos fuertes de arriba hacia abajo y en sentido contrario. La confirmación de sus promesas electorales (se verá si las cumple, algo que para sus electores sería una buena noticia) puede ser una chispa intensa, desbordante, en pleno diciembre. El clima social va a estar pesado, sobre todo desde lo laboral, aunque hay que ver cómo impactan las primeras medidas en el bolsillo de la gente que lo votó y la que no. Ahí, en la eficacia de su plan, en la correcta comunicación de esas medidas, en el apoyo político que consiga para llevarlas a cabo, en que la calle no se le descontrole con acciones violentas, estará la primera evaluación de lo que puede ser el presidente más disruptivo que conoció la democracia argentina moderna.
Los alineamientos internacionales de Javier Milei, sus viajes a los Estados Unidos y a Israel (si se confirma, en plena guerra) y el ingreso a los BRICS a partir del primero de enero, son los desafíos más importantes a nivel global y en los que confirmará o desmentirá sus dichos en la campaña con respecto a los regímenes por él denominados autoritarios o comunistas. También la región será un desafío para él, ya que nuestro vecino gigante quiere tener una relación madura más allá que no exista “afectus societatis” entre sus presidentes.
En una palabra, Milei transita su primera semana como presidente electo tomando decisiones pesadas y midiendo quiénes pueden ser los aliados más convenientes. Sabe que el “desinterés” del PRO tiene un límite claro, pero también mira de qué manera conecta con el peronismo, o al menos con una parte de él, ya que, aunque no le tenga miedo, con el paso de los días crece el respeto por quienes manejaron la botonera por tantos años y conocen el Estado más que a su propia casa. La reducción de los ministerios le evita la rápida incorporación de más gente y tiene en mente sacarse de encima algunos temas jurisdiccionales que podrían beneficiar a la Ciudad de Buenos Aires, como es el caso del puerto, entre otros.
Es un enigma si Milei gozará de algunos días de gracia, que quizás sean solamente éstos que están pasando. Los jóvenes, el motor de su poder político, están esperanzados en que todo cambie en serio, en que esta vez se transforme todo. Muchos de ellos no conocieron períodos mejores que el que terminó el domingo. Sería de desear, –por ellos y por todos- que el futuro sea para bien.