El galimatías

El galimatías

No hay medidas paliativas para “pasar el invierno”


El diccionario de la Real Academia Española de la lengua castellana define a la palabra con sus sinónimos: confusión, desorden, lío. Luego, agrega más sinónimos: embrollo, enredo, caos, berrodo, lío, follón.

El Pueblo argentino, en cambio, piensa la palabra en fechas: 24 de marzo de 1976, 16 de septiembre de 1955, 20 de diciembre de 2001, 16 de junio de 1955. El idioma también tiene significado político.

En los días que corren en la argentina República del Berrodo (sinónimos: carajal, trapisonda, margallate, furuminga, galleta), todo parece ser lo contrario a lo que debería ser. La inmadurez reemplazó a la sensatez; la codicia, al bien común; la cobardía, al valor y los negocios, a la Justicia Social. No de otra manera se puede definir al vituperio constante contra todo y contra todos, a la apertura a los negocios turbios, al ensañamiento con los más débiles y a la quita de derechos sociales, que lanzan a la miseria y al desamparo a miles de trabajadores.

El presidente experto en “desarrollo, con o sin plata”, apela por estos días a abstrusas definiciones para explicar el camino de salida del laberinto en que está atrapado.

Aumentos hacia un solo lado

Resuena en los oídos de los argentinos aquella frase de la cual el presidente hizo un emblema: “no hay plata”. Tras esta definición, comenzaron a caer en cadena los salarios, las jubilaciones y todas las demás remuneraciones -como los honorarios profesionales- que se pagan en el mercado, pero no hubo una disminución paralela de las tarifas, los precios y los impuestos.

Existe un camino de una sola vía en este terreno resbaladizo por el que transita la clase trabajadora. Si además, la falta de inversión pública permite el deterioro progresivo de las prestaciones escolares, hospitalarias, viales, aeroportuarias y de toda la infraestructura industrial, al final los trabajadores pagan con sus deteriorados salarios por servicios cada vez más caros y deficientes.

Esto, en el campo de la actividad pública.

En el ámbito de la actividad privada, pasó algo similar. La producción industrial cayó en calidad, pero no cayeron en la misma proporción los márgenes de ganancia. Hay muchos alimentos -como los quesos- que ni siquiera son lo que dice su etiqueta. Algunos, ni siquiera son comestibles, en ocasiones. Las cadenas de frío se cortan, los tiempos de maduración se acortan y la calidad se cayó de tal manera que a veces hasta los precios bajos son demasiado altos.

¿Democracia?

En este mundo de pesadilla, la calidad de la democracia cayó tanto como la de los alimentos. El presidente insulta al Congreso, a los discapacitados, a los periodistas, a las feministas, a los homosexuales, a los gobernadores, a los políticos opositores, a sus antecesores en el cargo que ocupa desde el diez de diciembre de 2023, a los economistas no austríacos y a la democracia. Quizás, porque su sentido del oído no funciona del todo bien y porque sólo cree en las redes sociales, él quiere convertir a la democracia en una “memocracia”, quizás por vecindad fonética.

Al día de escribir estas líneas, los bloques de senadores opositores lograron construir el quórum para bajar al recinto y votar un aumento en las jubilaciones, la restitución de la moratoria previsional y la emergencia en discapacidad.

Por haber permitido que se llevara a cabo la sesión, la ministra de las armas -que en el pasado reciente mostró su “expertise” en el arte de la chicana, la diatriba y la triquiñuela de vuelo bajo- le exigió que se fuera de la sesión y dejara acéfalo al cuerpo. Luego de un doloroso intercambio de argumentos de peluquería, la sesión continuó, con jocosos desplantes y algunas confusiones debidas al desconocimiento del reglamento por parte de senadores oficialistas, los proyectos fueron aprobados.

La respuesta de baja calidad institucional que le asestó el presidente al Congreso fue vandálica. “A raíz de lo que pasó hoy, vamos a vetar”, abrió su discurso ante los integrantes de la Bolsa de Comercio. Luego, abriendo el paraguas ante la posibilidad de que el veto fuera revertido, redobló la apuesta. “Y si aún se diera la circunstancia, que no creo, pero se diera que el veto se cae, lo vamos a judicializar”, amenazó.

Por si esto fuera poco, a pesar de las explicaciones de los expertos, que aseguran que no puede haber superávit fiscal eliminando el gasto público, reiteró que “la política del superávit fiscal es permanente”.

A continuación, haciendo gala de su habitual arbitrariedad, el presidente se vanaglorió de que “hemos hecho 2.500 reformas estructurales. No sólo que hemos tenido un programa de estabilización mucho más exitoso que la convertibilidad, sino que además hemos hecho 25 veces más reformas estructurales, pero lo hicimos con el 15% de la Cámara de diputados, 7 senadoras, una traidora, pero con el mejor jefe de gabinete de la historia que es Guillermo Francos”.

Luego, el presidente arremetió contra la oposición, atribuyéndole todos los males del país, incluyendo los que él mismo provocó al desatar una crisis en enero de 2024, que se ha ido agravando cada vez más en los últimos 18 meses. “Recuerden que el kirchnerismo emitía papelitos de colores, se los llevaba al Banco Central y se llevaba las reservas -justificó, en plan lavado. El motivo por el que lo echaron a Redrado del Central fue ése. Eso le pasó a la señora, la presidiaria digamos, que quiso armar el fondo del Bicentenario”.

Los argentinos son expertos en crisis y ya comenzaron a verse los capítulos iniciales. ¿Qué va a pasar cuando falten los dólares, que ya gastó en gran parte? ¿Qué pasará cuando los “carry trade boys” decidan fugarse? ¿Con qué dólares se les van a agradecer los servicios prestados? ¿Porqué se tomó tanta deuda, que se incrementa cada vez más, sólo para alimentar el sendero especulativo, sin contrapartida en la generación de dólares auténticos, es decir, por saldos exportables?

Habrá nuevos episodios, ya que, si bien la historia puede transcurrir como comedia, la tragedia siempre ronda a los protagonistas. La Argentina quebró en 1989 y en 2001 y el camino a una nueva ruptura del contrato social ya está abierto.

Sólo falta saber si será antes de octubre o después. “No hay plata” se escucha decir a través de las paredes de la Casa Rosada. Entonces, ¿porqué se incrementa la deuda externa, si luego no se podrá pagar?

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