Por primera vez, distintos sectores damnificados por la política de cruel transferencia de ingresos que ejecuta el gobierno de La Libertad Avanza, decidieron aunar su protesta, convocando a más de 60.000 personas para defender sus reivindicaciones frente al Congreso de la Nación, donde, por primera vez en mucho tiempo, se votaron en consonancia decisiones que expresan muchas de sus desgracias actuales.
Las dos CTA, la CGT, algunos gremios, los médicos del Garraham, los técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), los familiares de los discapacitados, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), la izquierda parlamentaria, los jubilados, las feministas, las enfermeras, los científicos, los murgueros, los choripaneros, los vendedores de fotos, vinchas, panchos y souvenires de todo tipo (pobres vendiéndoles a otros pobres, todos ellos dueños de despobladas billeteras) se dieron cita para intentar arrebatarle la iniciativa a los ejecutantes de la sinfónica de la motosierra, que cortaron todos los gastos que tienen que ver con los trabajadores y la clase media.
Paralelamente, mientras la calle ardía, en el palacio de los Diputados, la oposición votó la media sanción de un aumento de emergencia del 7,2% para las jubilaciones y pensiones. Aprobaron además un aumento del bono para los jubilados, que pasará de los actuales $70 mil a $110 mil, con una actualización mensual por índice de movilidad.
Los diputados también legislaron en favor de que el Gobierno nacional abone de una vez las antiguas deudas que tiene con las cajas previsionales de varias provincias.
Como desde el Gobierno suelen alegar que los aumentos y los pagos que proponen los legisladores no van acompañados con el financiamiento necesario para abonar las deudas, los diputados propusieron que se podrían eliminar los beneficios impositivos a directores de empresas, que se reasignen las partidas de los fondos reservados del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE) y que se utilicen los ahorros resultantes de la eliminación de los sobrecargos por intereses del Fondo Monetario Internacional para financiar los incrementos previsionales.
Fue una inédita derrota para el Gobierno de La Libertad Avanza la que le propinaron 142 diputados de los bloques de Unión por la Patria, del Frente de Izquierda y los Trabajadores, de la Coalición Cívica, los radicales Julio Cobos, Roberto Sánchez, Natalia Sarapura y Fabio Quetglas, Encuentro Federal, Democracia para Todos, los salteños de Innovación Federal, los tucumanos del bloque Independencia (¿Jaldo, traidor a Milei?), el larretista Héctor Baldassi, Producción y Trabajo de San Juan, Unidos (del solitario radical Mario Barletta), Movimiento Popular Neuquino y Transformación, de la libertaria disidente Lourdes Arrieta, que votaron favorablemente la propuesta opositora.
Las consecuencias
A la derrota en el palacio, el invicto presidente libertario sumó un heterogéneo mosaico de opositores que no siempre se sienten solidarios con los “representantes del Pueblo” que se aposentan en las bancas legislativas. En las calles se pudo ver la política y la economía real, sin caretas. Las que no soportan ni los dudosos slogans ni las consignas vacías que se suelen escuchar en los medios y en las redes.
Abandonados por el gobierno y por sus delegados en el palacio, cada vez más conscientes de que se encuentran librados a su suerte, los manifestantes del miércoles aún no encuentran expresión política. Por esa razón, los planteos de Milei aún no conocieron su derrota definitiva. Octubre, cuando hasta puede ganar nuevamente la propuesta de Javier Milei, está lejos aún. Pero el libertario debería aprender de la experiencia -si esto es posible, porque la realidad es para él una materia misteriosa- del gobierno de Juntos por el Cambio, que ganó en las legislativas de 2017 inclusive en la provincia de Buenos Aires e inmediatamente, cuando quiso profundizar el proceso de toma de ganancias, sufrió un tremendo baño de realidad, que lo llevó a morder el polvo de una derrota humillante apenas dos años después.
Volviendo a la calle, esta falta de expresión política tardará un tiempo en tomar forma. No la tiene aún porque la mayoría de los movimientos sociales forman parte del problema, al igual que los partidos políticos y algunos sindicatos. Allí, en el Movimiento Obrero, anidan algunos gérmenes de las luchas que vendrán. Es lógico, porque los gremios son organizaciones reivindicativas y poseen estructura y experiencia en luchas y negociaciones, algo que los nuevos emergentes aún no han desarrollado.
El miércoles se expresó el conflicto social, junto con un incipiente desarrollo político de esta pugna. No hay conglomeración, ni cohesión, pero hay multitud. Una multitud aún amorfa, pero que empieza a comprender que sus reivindicaciones no tienen hoy representación, más que la de sí mismos. Son un sujeto social en busca de proyección política y de la formación de su propia cultura de protesta.
Algo de eso se vio reflejado el miércoles, en parte, en la representación teatral de sus reclamos que realizaban los científicos y también en los cánticos y en la cultura murguera, que estuvo presente -como siempre- en el conflicto. En la memoria colectiva resuena aún la frase con la que se presentaban los murgueros a principios del siglo 20: somos los que venimos a criticar. En aquellos días de jolgorio carnavalero estaba permitido “criticar”, algo que en el resto del año le podía costar caro al rebelde.
Al igual que en las concentraciones de los miércoles anteriores, en las que los jubilados son apaleados, gaseados y agredidos, los políticos brillaron por su ausencia. La razón es que existe un océano de distancia entre los partidos y sus bases. Sólo en los municipios existe la transmisión de los problemas sociales hacia la estructura política. Nada de eso ocurre en el ámbito nacional. Es casi imposible que un legislador reciba a alguien que no conozca personalmente. Los problemas del vulgo municipal no llegan a los salones del palacio.
Por esta razón, la calle ha empezado a hablar sin intermediarios. Interpelará de manera directa a quienes deben resolver los problemas. De acuerdo con lo que viene ocurriendo, la respuesta de la ministra de Seguridad -léase, Javier Milei- será a la griega. Los policías antimotines de ese milenario país llevan grabados en sus escudos una palabra esclarecedora: Antinomia. Ésta significa, según el Diccionario de la Real Academia Española, contradicción u oposición.
La violencia social está al alcance de la mano, a pesar de que el miércoles la policía mostró la hilacha lejos de la Plaza Congreso, deteniendo los vehículos en los que viajaban personas discapacitadas, con su habitual ausencia de empatía. Si la antinomia es entre el gobierno y los discapacitados, entre el gobierno y los jubilados, entre el gobierno y el conocimiento -representado por las universidades y los organismos científicos como el CONICET-, es una muestra de que está Javier Milei está realmente dispuesto a destruir todo atisbo de Justicia Social.
Los miércoles serán, de ahora en adelante, progresivamente más violentos, aunque haya solución en el Hospital Garraham. Hay demasiados conflictos sin resolver en el seno de la sociedad y nada hace pensar que existe la voluntad gubernamental de aportar soluciones mínimas.
La antinomia de las palabras…y los hechos
Quedan para el final dos perlas que ejemplifican los mundos opuestos en los que se mueve la Argentina, en la que pareciera que no existieran los términos medios.
Arturo Jauretche, en acitud profética, escribió en 1955, en su libro “El Plan Prebisch-Retorno al Coloniaje”, que “los argentinos apenas si tendremos para pagarnos la comida de todos los días. Y cuando las industrias se liquiden y comience la desocupación, entonces habrá muchos que no tendrán ni para pagarse esa comida. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada (…) No habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los ferrocarriles, la flota mercante o las usinas”.
Antinómicamente, la filósofa libertaria, cosplayer y maquilladora (no se puede vivir de un solo oficio) Lidia Adela Bolukalo Lemoine, expresó -en un desborde de vehemente mayéutica que “yo entiendo que tengas sueños y quieras estudiar lo que te gusta. Pero si no te alcanza, ¿no deberías haber estudiado otra cosa? Yo estudié algo que me permitió tener una salida laboral rápida, que me permitió ganar dinero para ayudar a mi familia. Yo estudié efectos especiales recién a los 28 años, no a los 18”.
Inexplicable.
Paralelamente, su mentor e ideólogo Javier Milei invirtió algunas horas después de la medianoche a compartir los posteos de sus indignados trolles. Pero, como también es escritor, expresó que “esperemos que los senadores no apoyen esta demagogia populista, pero de todas formas nuestro compromiso es vetar cualquier cosa que atente contra el déficit cero”. A continuación, compartió humorísticamente una caricatura en la que se lo puede ver lanzando rayos fluorescentes a través de sus ojos. “Rayo vetador”, se autodenominó. Ni Quino se atrevió a tanto.