Auguran un triunfo del peronismo, en una elección en la que nadie ganará

Auguran un triunfo del peronismo, en una elección en la que nadie ganará

El círculo rojo ya mira más allá de Milei.


El domingo habrá una elección en la que el destino de muchos jugadores de primera línea de la política argentina estará en juego. El ganador volverá a ganar en dos años y el perdedor rumiará una derrota que lo enviará al ostracismo por, al menos, cuatro años más.

También estarán en juego muchos negocios, lo que puso a todos los protagonistas a redoblar su apuesta política hasta el paroxismo. Pocas veces se vivió tal nivel de belicismo en la política argentina, si se exceptúan los años de plomo. Un belicismo siempre motivado por el ansia incontrolable de acumular emolumentos malhabidos ($Libra, ANDIS, Narcodiputados, Kueider, etc.).

Para no quedar abonado al desastre, Milei deberá acumular alrededor de un 39 al 42% de los votos, una cifra que le será difícil, muy difícil, conseguir. Esto le permitiría exhibir ante los mercados la continuidad del ajuste y demostrar que su plan guarda una coherencia que no se estaría viendo en la realidad cotidiana. Con ese porcentaje, sostendría el tercio en las dos cámaras y podría asegurar, al menos, que sus leyes no serán rechazadas en un Congreso que ya no sería tan hostil como lo es hoy.

Matemáticas electorales

Hasta hoy, los guarismos que entregaron las consultoras Zentrix, Trespuntozero, La Sastrería y Zubán Córdoba le otorgan a Fuerza Patria y a sus aliados alrededor del 42 al 44%, contra el 36 a 37% para La Libertad Avanza. Esto muestra que Milei no está tan lejos de conseguir sus objetivos. Conspiran contra sus aspiraciones sus propias autodefensas políticas, cada vez más cercanas al quiebre. El otro elemento contraproducente es su política económica, centrada en la “timba financiera” y absolutamente desligada de toda producción y generación de riqueza. Los únicos que ganan en esta contienda son los banqueros y algún sector ligado al extractivismo. Del resto, ninguno está ganando plata. La industria está al borde de la extinción y los agricultores y ganaderos se encuentran ahogados por un dólar barato y costos en pesos cada vez más altos. Ahora, el mercado externo ya no es tan atractivo para ellos y el mercado interno está colapsado, por lo que la salida no está a la vista. O sí lo está y no incluye a Milei. La única incógnita para estos sectores es ponerle nombre y apellido a tal salida.

A todo esto, el peronismo pone en juego 46 bancas y el oficialismo pone en cuestión 32 escaños. Si la matemática fuera la anunciada en el párrafo anterior, Fuerza Patria -más allá del nombre que adopte después del domingo- se quedaría con 50 a 55 nuevos miembros del bloque, en tanto que LLA y sus aliados aumentarían su bancada con 40 o 44 legisladores más. Los primeros incorporarían unos ocho nuevos miembros y los segundos, una cifra similar.

Política roja

Consideran que el peronismo es sinónimo de altos impuestos, cargas sociales, salarios más altos, derechos sindicales y esos odiosos discursos patrióticos reivindicativos, que consideran “demagógicos y contraproducentes”, casi subversivos, como definió ante este cronista un importante empresario, que sobrevivió a “gobiernos militares ordenados y caóticos y a gobiernos democráticos igualmente ordenados y caóticos”, tal como definió. Para él, la democracia no es más importante que “la economía de mercado”.

De todos modos, la caída de Javier Milei en la consideración pública no fue obra de un peronismo que vive un presente de desgaste, caos y dispersión. Los autores están dentro del “círculo rojo”, lo que permite asegurar que la salida que esperan capitalizar deberá ser -al menos, ésas son sus aspiraciones- controlada por sus asociados, que figuran en las nóminas de distintos partidos políticos. No construyeron este andamiaje del presente para entregárselo a un peronismo rebelde y contestatario. Sueñan con una reedición de la era Macri y el único que consideran que podría encarnarla es, hoy por hoy, Juan Schiaretti, que si bien es su aspiración de máxima, siempre hay un Plan B, que se armaría alrededor de algunos gobernadores y algunos diputados peronistas o radicales “moderados”, o sea, dispuestos a firmar cualquier cosa que se les pida. Eso es la inviable Provincias Unidas, que hoy ronda una intención de voto del seis por ciento, muy lejos de un posible triunfo en el ámbito nacional. Por eso, analizan otras opciones.

Desde hace tiempo, Milei les parece “un mal necesario”, pero creen que ya dio todo -o casi todo- lo que les podía dar. Habrá nuevos capítulos de esta interesante -aunque trillada- novela de suspenso. Además, en su desgaste, el libertario les disputó algunos negocios que consideran intocables, por lo que están a punto de “pegarle un chirlo”, según expresó aquel empresario. La salida será por derecha, entonces. Una derecha ordenada, que limpie un territorio que hoy luce embarullado y confuso y esto va contra la lógica de los negocios. Piensan que el libertario es inmaduro, que escucha sólo a algunos y que tiene más lectura teórica que pragmatismo económico y político. De todos modos, jamás dejarán de apoyarlo en público, aunque quede afuera del gobierno, que es donde lo prefieren hoy.

El círculo es rojo, pero no en lo político. Además, si bien ellos admiran a la primera potencia mundial, no se sienten identificados con los Estados Unidos. Los consideran “ingleses, pero sin educación”. Prefieren a la vieja Europa. Trump “está bien, pero hoy no califica. No va a hacer grande a América de nuevo” ni Milei va a volver a convertir a la Argentina en “el granero del mundo”, dicen. Por eso, miran con atención la Guerra de Ucrania y la masacre de Gaza, porque la manera en como se resuelvan estos conflictos definirá el futuro de Europa.

Lejos de la emotividad, los fríos estrategas del poder piensan en 2027, más que en el domingo. Y creen que es el momento de cambiar, ordenar, calmar la desesperación por los malos resultados del presente y planificar una salida que no sea como la del 2001. Están dispuestos a negociar. No quieren calles ocupadas, ni rutas cortadas, ni barcos anclados en el puerto por causas gremiales. Tampoco que llegue al poder un reivindicador. Quieren un estadista con oficio, que sea capaz de ver mássallá del presente. Una incógnita que es un secreto a voces.

 

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