Las señales que surgen de las discusiones internas del peronismo y de sus resultados en las elecciones no son alentadoras. La cohesión o la fragmentación en cada provincia carece de argumentos claros. Cada provincia representa un universo propio, y cada partido local enfrenta una contienda activa.
En la región norte del país, una fracción significativa de la cúpula peronista se encuentra indignada con Cristina Kirchner, a quien acusan de haber conspirado contra el peronismo al intervenir en varios PJ locales. El PJ de Jujuy fue intervenido durante el mandato de Alberto Fernández, mientras que el de Salta fue objeto de intervención a solicitud de la ex presidenta.
“Se comieron la curva. No se dieron cuenta de que estaban interviniendo el partido dos meses antes de la elección. Si lo querían hacer, tendrían que haber esperado a que pasen”, reflexionó un funcionario muy cercano al gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, que estaba enojado por la influencia de la división del peronismo en el resultado electoral.
El PJ obtuvo el 6% de los sufragios en la ciudad, donde reside la mayor parte del registro electoral. Si ese porcentaje de votos hubiera sido captado por el frente de Sáenz, que tradicionalmente incluye al peronismo, La Libertad Avanza (LLA) no habría logrado el sorpresivo triunfo que consiguió al ganar en la capital.
“Prefiero contar con un partido de 7 puntos que realmente refleje los intereses del peronismo”, expresó ayer el ex ministro de Seguridad Sergio Berni, uno de los interventores del PJ salteño. Esta fue su manera de justificar la derrota y la decisión de CFK, que ha sido cuestionada por los líderes del partido en Salta.
En Chaco, Jorge Capitanich ocupó el segundo lugar, mientras que la lista afín a la intendenta de Barranquedas, Magda Ayala, se aseguró el tercer puesto. Un dato interesante sobre Ayala es que actualmente ostenta el cargo de vicepresidenta del PJ Chaqueño, que está bajo la presidencia del ex gobernador.
Capitanich perdió por una diferencia de doce puntos. El frente liderado por Ayala consiguió el 11% de los votos. Si el peronismo hubiera estado unido, habría tenido mayores posibilidades de triunfar en las elecciones. La competencia habría sido más reñida. En el kirchnerismo, dirigen sus críticas hacia la intendenta, dado que está alineada con el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, quien se encuentra en conflicto con CFK. Los resentimientos emergen de vez en cuando.
Solo esas dos señales de alerta son suficientes para que el peronismo comprenda que, si no logran un acuerdo de unidad en cada región donde participen, la posibilidad de triunfar en las elecciones se verá comprometida. Tendrán que enfrentar al sello libertario y a los gobiernos provinciales, dos adversarios difíciles de vencer.
Los resultados de las elecciones del fin de semana no son las únicas señales de advertencia. Los conflictos internos, que podrían llevar a nuevas divisiones antes de los comicios provinciales, presagian más dificultades para el peronismo.
Una situación similar se está viviendo en La Pampa, donde el intendente de Santa Rosa, Luciano Di Napoli, decidió el martes abandonar el PJ, donde ocupaba un cargo como consejero, tras la decisión de la Junta Electoral de desestimar su lista para competir en una interna con el gobernador Sergio Ziliotto.
Además, sus aliados también se han retirado de diversas posiciones dentro del partido. Di Napoli sigue siendo afiliado, pero ha iniciado un camino de conflicto en el peronismo pampeano, conocido por su organización a lo largo de los años. El intendente se ha manifestado en contra del Gobernador y se convertirá en la voz de la oposición interna en los meses venideros.
Existen divisiones en el peronismo de Santa Fe, en la Ciudad de Buenos Aires y, especialmente, en la provincia de Buenos Aires, donde la disputa entre CFK y Axel Kicillof sigue latente, a pesar de los recientes gestos de distensión tras alcanzar un pacto con miras a las elecciones en la provincia. Las discrepancias entre La Cámpora y el kicillofismo se mantienen con el tiempo. Su relación es tensa, marcada por la desconfianza y los reproches. En este punto, el reciente pasado no se olvida fácilmente. Esto es especialmente cierto en el kirchnerismo más duro, donde el perdón es escaso, excepto en el caso de Cristina Kirchner, quien, aunque no perdona, sabe reiniciar las cuentas.
En el peronismo de la Ciudad, por otro lado, la división en tres sectores podría poner en riesgo el posible triunfo de Leandro Santoro, quien lidera las encuestas, aunque está siendo seguido de cerca por Manuel Adorni, el vocero de la presidencia. No se logró un acuerdo completo con Guillermo Moreno y Juan Manuel Abal Medina, quienes podrían captar votos clave para el eventual éxito del diputado nacional.
Las disputas en el peronismo del interior son diversas y complejas. Estos ejemplos son solo una muestra de la turbulenta convivencia que caracteriza a esta histórica fuerza política. Las señales son evidentes: sin acuerdos, las chances de ser competitivos disminuyen considerablemente. Ganar elecciones es otra cuestión. Primero, es necesario competir.