Durante el año 2003, el Estado porteño deberá pagar 30 millones y medio de dólares en concepto de intereses de los Bonos Tango, que fueron renegociados en las asambleas que se realizaron en Londres el 13 y el 27 de mayo de 2002 y el 27 de febrero de este año. Por otra parte, en concepto de capital la Ciudad no pagará ninguna suma en el curso de este año.
En el caso de que no se hubiera renegociado la deuda externa de 600 millones de dólares que mantiene la Ciudad con una serie de acreedores, la mayoría de ellos extranjeros, el pago por intereses hubiera debido ser de 46,2 millones de dólares, a los que hubieran debido sumárseles 100 millones más en concepto de capital. En el 2002, la Ciudad también debería haber abonado 46,2 millones, que finalmente no pagó.
En cuanto a los pagos de capital, Buenos Aires deberá pagar -entre los años 2004 y 2007- la suma de 154,3 millones de dólares. En concepto de intereses -durante el mismo lapso- deberá abonar 121,5 millones de dólares, lo que, sumado al capital, totalizarían 275,8 millones de la moneda estadounidense. En el caso de no haber habido renegociación, el pago total por todo concepto hubiera debido ser de 447,5 millones de dólares.
La citada renegociación incluyó largas y complicadas tratativas con los legisladores porteños, que debieron aprobar tres leyes que le dieron marco al acuerdo con los tenedores de los bonos de la deuda. Más allá de algunas críticas que descargó la oposición sobre las espaldas de los negociadores oficiales, lo cierto es que las tratativas fueron muy complicadas y -paradójicamente- la fuerte capacidad de pago de la que goza el Estado porteño no facilitó las cosas, ya que los acreedores se mostraron poco predispuestos a reducir capital, aunque sí lo hicieron en el rubro de los intereses y en los plazos de pago.
COSTUMBRES ARGENTINAS
Pero, aún peor que los acreedores externos se comportaron los tenedores argentinos de los Bonos Tango y los dirigentes políticos porteños. Para muestra basta un botón: en los últimos días de diciembre de 2002, cuando parecía que el acuerdo con la oposición estaba cerrado, Mauricio Macri y Ricardo López Murphy le patearon el tablero al secretario de Hacienda porteño, Miguel Ángel Pesce, y enviaron a su gente a votar en contra y a sumar a esta posición a todos los otros legisladores que pudieran. El resultado fue que finalmente la ley marco tuvo que ser quitada de la orden del día de una sesión legislativa y ubicada luego en el mismo paquete con la Ley de Presupuesto, y, aún así, los votos para aprobarla tuvieron que ser reunidos de a uno y apenas sumaron 32 o 33, según los casos.
En este caso es necesario aclarar que se precisaban 31 votos para aprobar la ley.
A esta intransigencia de los políticos argentinos habría que sumarle la de los tenedores argentinos de los títulos. De las cinco series de los bonos, las AFJP argentinas y algunos tenedores individuales, tenían fuerte ingerencia en la I, que fue emitida en dólares, en la III, en pesos y en la V, en euros. En dos ocasiones, en las asambleas que se realizaron el año pasado, hicieron naufragar los acuerdos por las series I y V con su ausencia -es necesario recordar que el quórum para cada asamblea equivale al 75 por ciento de los tenedores de los títulos de la serie negociada. Finalmente, la serie I fue aprobada con la presencia de sólo el 77 por ciento de los tenedores, en una actitud que puso al borde del infarto a los funcionarios argentinos.
De todas maneras, en esta ocasión la legendaria furia argentina -un monstruo grande que destruye todo lo que toca, y que muchas veces abortó iniciativas que hubieran merecido ver la luz- se mostró impotente para hacer fracasar las negociaciones y la Ciudad de Buenos Aires logró salir del "default" sin mayores problemas.