Cada sábado, 70 personas se sumergen en una propuesta bastante especial: "ver" una obra de teatro en un ámbito a oscuras. Así se desarrolla la pieza "La isla desierta" de Roberto Arlt, que en dos funciones semanales, a las 21 y 23, en la Ciudad Konex, logran llenar la sala en cada función. La mitad del elenco son no videntes y componen el grupo Ojcuro, que trabajan a partir de la ausencia total de luz.
La ya consagrada y novedosa propuesta presenta una experiencia que transita sensaciones olfativas, táctiles y auditivas que entran a tener un rol preponderante para los espectadores. La propuesta se realiza en un edificio construido en la década de 1920 y que hasta 1992 funcionó como fábrica y depósito de aceites en el Abasto. Más tarde, la propiedad fue adquirida con el fin de crear la Ciudad Cultural Konex, y convertirlo en un referente de la actividad cultural de la Ciudad. El director teatral José Benchaca dirige una puesta con bastantes particularidades, y las mismas fueron explicadas en una charla, donde el joven creador expuso aquello que empezó como una propuesta novedosa y terminó por mantenerse en cartel durante varios años.
-¿Por qué elegiste para hacer el texto de “La isla desierta"?
-En principio, tengo un socio que se llama Gerardo Bentati, que es también uno de los actores y juntos encaramos el proyecto de hacer teatro sin luz. Yo hice algunos cortometrajes con él y le gustó mi manera de trabajar. Después me convocó para que escriba algo, pero yo estaba abocado a otra cosa, y le propuse hacer algo de Roberto Arlt que es mi escritor favorito, allá por 1999. Así hicimos algunas adaptaciones sobre el personaje central llamado Cipriano que es un ordenanza y le agregamos un serie de tatuajes que tienen un significado de disparador de historias. Hablamos de una propuesta que se escribió en 1936 y es una crítica al hacinamiento del mundo moderno en la Argentina y en particular se exhibe aquello que sucedía en las oficinas porteñas.
-¿Cómo se formó el grupo Ojcuro?
-En el 2000 empezamos con la obra en el teatro Anfitrión y estuvimos un par de meses hasta que se quemó la sala por un desperfecto eléctrico. Así que estuvimos parados un tiempo porque perdimos todo. Luego presentamos la idea en el Konex y arrancamos en el 2001 en la sala de la Avenida Córdoba.
Mi propuesta era que trabajaran actores ciegos, dado que así iba a cerrar la idea de trabajar sin luz, y consideramos que al estar acostumbrados a no ver, los sonidos están muy presentes en ellos. La mitad del elenco son no videntes, con lo cual era algo piola la integración teatral. La propuesta era ofrecerles un espacio donde no haya prejuicios sobre su condición, porque a los ciegos les pasa que la presión que tienen de la gente es importante. Acá no pasa eso y no hay tenemos prejuicio alguno porque se trabaja en total oscuridad.
-No habrá sido sencilla la búsqueda de actores no videntes…
-Sí, fue difícil encontrar actores ciegos y en todas las instituciones que fuimos nos cerraban las puertas, un poco para protegerlos. Entonces se hizo complejo buscar intérpretes en esas condiciones hasta que nos conectamos con la Biblioteca para Ciegos que se encuentra en Almagro. Nos reunimos ahí con algunos actores no videntes y en una charla descubrimos que había algunos intérpretes que habían hecho teatro leído y les sedujo hablar en la oscuridad. Así la institución nos ofreció ese espacio para ensayar.
-¿El hecho de tener durante una hora al espectador en una sala sin luz debe hacer que se potencie la utilización de los otros sentidos?
-Exacto. Anulamos un sentido y potenciamos los demás. En líneas generales es shockeante para cualquiera estar ahí, porque la oscuridad te propone mucha intimidad. Más allá que sepas que estas rodeado de personas o amigos, es algo que no le gusta a nadie en un principio, eso pasa en los primeros minutos. Después eso se modifica y la historia la disfrutan. Cada espectador toma aquellas cosas que le gustan y se van con una idea diferente a la del resto de los presentes. Entre todos recrean aquello que nosotros le proponemos. Recordemos que no hay escenografía con lo cual la imaginación juega un papel fundamental.
-Ahora están haciendo dos funciones los días sábados, ¿Es algo exigente o ya se acostumbraron?
-La verdad que el elenco esta contento porque habla a las claras de las respuestas positivas que nos dan los concurrentes. Venimos hace cinco años estando en cartel porque la gente se acerca por el boca a boca, si bien es un espacio para 70 ubicaciones, es algo piola que pasen estos hechos.
-¿Al no usar escenografía los sonidos juegan un rol preponderante?
-Sí, es fundamental. Nosotros llamamos escenografía sonora a los ruidos que hay y al clima que se arma en la puesta en escena, donde el público debe percibir otros sonidos que no suele haber de manera común cuando van al teatro.
-¿Les trajo algunos inconvenientes pasar de la sala de la Avenida Córdoba al la Ciudad Cultural de la calle Sarmiento?
-Sí, porque siempre los cambios son complicados más trabajando en la oscuridad tanto para quienes ven o no. Igual, nos adaptamos rápido y somos expeditivos, pero a medida que avanzan las funciones, ahí nos va mejor es una cuestión de tiempo.
-¿De cara al futuro que proyectos hay para el grupo?
-La idea es seguir con “La isla desierta" porque es un éxito y hay algunas ideas por ahí, pero son proyectos que no se concretaron todavía, por eso preferimos darlos a luz cuando se confirmen realmente.