Ser radical en el siglo XXI

Ser radical en el siglo XXI


“No sigan hombres sino ideas” ese es el mensaje de Raúl Alfonsín a la juventud. Aquella frase me da la posibilidad de hablar de un partido centenario que también siento propio.

Soy hijo del 2001 y a los pibes como yo nos ha tocado vivir solamente “las malas”. No puedo hablar de las “buenas épocas” ni de los multitudinarios actos del Viejo. Tampoco puedo hablar de los encontronazos del “Chino” Balbín ni de las locuras del “Chacho” Jaroslavsky.

El problema de los radicales del siglo XXI es que hablamos del pasado pero no como complemento sino porque es lo único que tenemos. Los referentes “pasan” y ninguno deja huella alguna. Aquellos que supieron sonar como grandes dirigentes (Moreau, Sanz, Cobos) se bajaron del barco por oportunismos políticos y nos han dejado una y otra vez en un limbo ideológico impresionante. ¿Pero a quién le importa,no? Si tenemos a las viejas glorias del partido diciéndonos que “las buenas” ya van a llegar, mientras nos cuentan anécdotas de la Coordinadora.

Poco a poco, “pasito a pasito”, el radical del siglo XXI se ha ido convirtiendo en un militante de café, y sin comillas, porque de esos sobran. Recuerda a pleno el pasado pero proyecta poco a futuro. En fin, se queda en la comodidad de lo que supo ser y no de lo que puede ser!

El mensaje de Alfonsín fue y es claro. Sigamos nuestras ideas de igualdad, pluralismo, tolerancia e inclusión. No sigamos intereses políticos ni “acuerdos ganadores”. Defendamos lo que nos pertenece por prepotencia de trabajo sin traicionar nuestros ideales. Aquellos que respeten y demuestren esos valores tienen que ser nuestros referentes, aquellos que se pongan los pantalones de la UCR y no se los bajen ante nadie.

Los radicales del siglo XXI, y me refiero a los jóvenes, tenemos la responsabilidad histórica de devolver al radicalismo el rol que se merece en la historia y política argentina.

Pese a quien le pese, integramos un gobierno de coalición que le está haciendo mucho daño a nuestro país por muchos flancos y tenemos el deber de encarrilar el rumbo, ya sea por dentro como por fuera. Pero dejemos de hacer la vista gordales pido por favor, que el silencio no es nuestro idioma y el enemigo está afuera, no adentro.

Me levanto todos los días pensando si vale la pena ser radical en el siglo XXI, o si vale la pena seguir militando para cambiar el paradigma de una sociedad desigual, siempre me convenzo de que los que están equivocados son ellos, no nosotros. A nosotros nos avalan la historia y nuestras convicciones.

Así que mi mensaje es claro: les pido a los jóvenes radicales como yo que salgamos de la comodidad. Formemonos aún más, critiquemos, propongamos y hagamos, que si no lo hacemos nosotros no lo va a hacer nadie. Salgamos a militar con compromiso y con ganas de cambiar el presente que nos es adverso. “Somos la causa de los desposeídos” y así tiene que ser. Escuchemos al que no tiene voz y defendamos al que no se puede defender. Seamos plurales como lo supimos ser en la Reforma del 18 y salgamos a las calles a ganarnos nuestro lugar. El camino no es fácil y los números no están de nuestro lado, pero si algo sabemos los radicales es que todo puede pasar.

Por eso te invito a vos a sumarte a militar por un radicalismo nuevamente protagonista y donde debe estar, junto con el pueblo.

“Ser radical no es fácil, pero vale la pena serlo”, dijo alguna vez nuestro querido Arturo Illia, y vaya que tenía razón. Esta frase nos incentiva los oídos a los que tenemos día a día el compromiso y la pasión por construir un radicalismo más cerca de la gente y sus necesidades.

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