Otra reforma política sin fortalecer los partidos

Otra reforma política sin fortalecer los partidos


La reforma política que  va a debatirse en breve en el Congreso de la Nación será parcial e incompleta si, como en otras oportunidades, se limita a definir las formas y medios para sufragar y deja fuera un mínimo incentivo al fortalecimiento de los partidos políticos.

Los partidos en Argentina están fragmentados y seriamente dañados, no cabe duda. Esa es la razón por la cual una verdadera reforma política debería comenzar por reformular la constitución, formas de funcionamiento y –sobre todo- la actualización de la masa de adherentes de esas instituciones que conforman el sistema político central.

Así como el sistema democrático es el único admitido desde hace siglos porque no existe otro mejor, ocurre lo mismo con el sistema de partidos políticos: no hay por el momento ningún otro que lo reemplace y supere.

La actual reforma política encarada desde la administración Macri impulsa el voto electrónico en todo el país. La tentación de avanzar en el país con el uso de tecnología en el acto de votar es legítima y seguramente neutralizará varios intentos de manipulación a la hora de los recuentos. Sin embargo, nadie podrá descartar que el conocimiento informático talle en esa instancia y se ponga a competir en favor de las buenas o las malas intenciones. Es mejor que la papeleta y la urna de cartón, pero no es un sistema perfecto.

En los debates previos que buscaron consensuar el proyecto en la sede del Ministerio del Interior, la obligatoriedad del sufragio en las denominadas PASO fue uno de los puntos de gran discusión. Mientras el oficialismo pugnó por eliminar la obligación, los dos partidos históricos (Partido Justicialista y Unión Cívica Radical) se opusieron.

El PJ y la UCR defendieron esa condición porque son los dos únicos partidos políticos que tienen una historia de fuerte participación, siempre con masas considerables de afiliados aunque hoy estén enflaquecidas. Defienden la obligatoriedad porque saben que cuentan con lealtades filiatorias. No lo hacen porque “les convenga” sino porque de sus trayectorias se desprende una conciencia política que valora la institución “partido”.

El problema con las PASO –un esquema perverso imaginado por el ex gobierno kirchnerista- no es la obligatoriedad del sufragio sino la convergencia en un solo día para que todos los partidos propongan sus candidatos y diriman en ese acto sus feroces internas.

¿Cómo llegan los partidos y sus candidatos a esa instancia? : pues, sin posibilidades de haber discutido,  peleado y resuelto antes las discrepancias y las pujas sectoriales, de modo que sus candidatos se presenten ante la sociedad como las mejores expresiones de cada fuerza política. Las avivadas partidarias dejan en el camino muchas veces a los mejores.

Por otra parte, las PASO inducen tempranamente a sellar alianzas, y en ellas los partidos políticos quedan diluidos. La confrontación de alianzas, posterior a las PASO, elimina aquellas ofertas electorales que no alcanzan el piso electoral y tampoco le facilita las cosas a los partidos sino que promueve la elección personalizada de aquellos candidatos que en campaña alcanzaron a penetrar en la preferencia de los electores, debilitando aún más la diferenciación partidaria. El voto secreto es fuertemente desleal a esa altura del proceso.

Los partidos políticos no sólo están en crisis porque se han convertido en cajas huecas y vacías que se accionan solamente para las temporadas electorales. Por conveniencia de los dirigentes y, simplemente, para no abrir la puerta a nuevos y más jóvenes interesados en la carrera política, los padrones están cristalizados vaya a saberse a qué fecha. Son un verdadero misterio en el cual los muertos pueden volver a votar, los afiliados que ya se fueron todavía engrosan fantasmagóricamente los listados, quienes creen que son afiliados no figuran y quienes nunca pensaron en afiliarse allí lo están sin su consentimiento.

Más grave que la afiliación es la ausencia de debate ideológico dentro de los partidos. Resulta notoria la falta de ideas y la confusión de los adherentes en cuanto a la línea política institucional, porque esas cuestiones quedan marginadas por la lucha intestina de las ambiciones, las especulaciones y las vanidades personales cuyo objetivo máximo es llegar al poder para usufructuar de él.

Los partidos políticos están enfermos y necesitan una cura urgente. De esos males adolecen no solo los dos grandes partidos que sostuvieron por décadas una suerte de bipartidismo a la criolla, sino el conjunto de pequeños partidos, los tradicionales del siglo XX y los nacidos en el siglo XXI.

Un diagnóstico politológico diría que en Argentina hay partidos posbipartidistas, territorializados, con escaso grado de institucionalización, ideológicamente débiles, y con severas crisis en cuanto a sus liderazgos internos y externos. Tal vez lo peor sea que los partidos políticos tienen muchas dificultades para canalizar  las demandas de los ciudadanos, es decir están inmersos en una crisis de representatividad intensa, salvo el PRO por ahora.

El proyecto oficial de Reforma Política que ingresará la semana próxima al Congreso, aspira a festejar el Centenario de la Ley Sáenz Peña que instituyó un sufragio universal relativo, pues la norma dejaba fuera de la participación a las mujeres, los extranjeros y los gauchos retobados, entre otros.

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