Momento de decisión: nos quieren robar la historia

Momento de decisión: nos quieren robar la historia


Cuando el pasado es revisitado a causa de una ofensa en el presente, fuerzas profundas emergen con renovada vitalidad para exponer la verdad y evitar que unos no nacidos siquiera en el momento del episodio fatal cometan la atrocidad de robar la historia y venderla con argumentos falsos a malos compradores.

Ya se robaron medio país y ahora quieren también asaltar un pedazo del pasado, negarlo, y volver a cometer el mismo asesinato ante los ojos de nuevas generaciones ignorantes de la verdadera realidad.

El homenaje a José Ignacio Rucci, al cual se opusieron unas decenas de legisladores bonaerenses, de los cuales la mitad ni siquiera habían nacido el 25 de setiembre de 1973, produjo en el subsuelo del Peronismo latente una ofensa difícil de olvidar.

Si los Montoneros fueron los asesinos del entonces secretario general de la CGT, deberían tener la valentía de hacerse cargo de la atrocidad en vez de utilizar el poder político para hacer “desaparecer” de la conciencia argentina ese hecho atroz cometido solo para demostrarle al General Juan Perón que ellos también tenían poder. Nunca llegarán al 62% de su tercer triunfo electoral.

Para refrescar la memoria, Perón definió a los asesinos de Rucci, y a quienes firmaron la solicitada que encabezaba Mario Firmenich adjudicándose el hecho, como “infiltrados, trasnochados, exógenos, hipócritas, estúpidos que pretenden usar y abusar de la camiseta”. Los Montoneros nunca formaron parte de la Juventud Peronista.

Después de 47 años todavía podemos preguntarnos sobre las intenciones de ese grupúsculo omnipotente y soberbio que se solapó en el Peronismo para engañar al pueblo argentino y ocupar el poder desde 2003 en adelante. Fue la oportunidad concedida por un hombre que jamás formó parte de las filas de los Montoneros, ni tampoco su mujer, pero les abrió las puertas del gobierno con la excusa de unos derechos humanos cuyo objetivo era distraer fondos para sectores adherentes.

El dogma montonero es y será violento, mató con saña y jamás se hizo cargo de los jóvenes que, engañados con la zanahoria de una revolución socialista inexistente ni posible, perdieron la vida y apenas entraron en el rubro de los daños colaterales de los Montos. Los jefes, los subjefes, los que asumieron el crimen contra Rucci y los que delataron sin ponerse colorados a quienes lo hicieron, nunca derramaron una miserable lágrima por los argentinos que murieron a causa de la confrontación que ellos mismos crearon.

A esta altura de los acontecimientos no tiene importancia que en la década del ´70 la organización armada estuviera dirigida por jóvenes de 23, 24 o 25 años. Eran, efectivamente, imberbes pero ya desalmados, delirantes sin remedio, engreídos sin causa ni capacidad para conducir más que con la amenaza traicionera y la violencia; amantes vocacionales de la militarización. Hoy, sus presuntos herederos, nada más que otro conjunto de confundidos que engulleron argumentos falaces sobre el Peronismo, se atreven a sumarse al negacionismo que influye en la Argentina desde hace 17 años. Ni el peor menemismo neoliberal fue tan procaz ni tan artero como este kirchnerismo reaparecido con la sola intención de hacer “desaparecer” las causas judiciales que los enlodan por haber manoteado burdamente las arcas del estado.

Aunque no trascendió por los medios, ni “monopólicos” ni oficialistas, una gran indignación crece dentro de grupos diseminados de Justicialistas, hartos de los atropellos y convencidos de que una vez más las promesas de civilidad política y respeto por la democracia son mentira cuando vienen de boca de los K.

Se creó a partir del recuerdo de Rucci un momento de decisión, de esos que contienen un alto grado de convencimiento y compromiso para escarbar nuevamente la tierra pródiga y rescatar las verdades que le dieron sustento y razón de ser a la vida de al menos dos generaciones.

Ese momento de decisión es el punto de partida del tejido silencioso de una malla de recomposición política y social con otros valores, nuevos objetivos y una actualización de la potencialidad argentina correspondiente a un país sin mezquindades dispuesto a rediseñarse en una nueva nación.

Este momento de decisión surge para contrarrestar el robo de la historia a manos de unos facinerosos que avalan proyectos perimidos de socialismos trasnochados nacidos en la Habana y cuyo preludio se parece más al “huevo de la serpiente” por el contexto de hiperinflación, desencanto, creación de enemigos, miedo y líderes mesiánicos que prometen falsas salvaciones. Su futuro es el autoritarismo y el sometimiento.

Ese socialismo inserto en el cerebro de visitantes estivales a Cuba –segundo intento de infiltración comunista- está lejos de contener la felicidad que alguna vez prometió el peronismo; este socialismo es sinónimo de pobrismo, de dominación de los pueblos por la dependencia del Estado, de arrebato del dinero de los otros, de ausencia de trabajo, de decadencia y de más desigualdad. La isla es el mejor modelo para darse cuenta que la salida para los argentinos no es el socialismo cubano o venezolano, ni el comunismo ruso, ni el capicomunismo chino.

Los justicialistas analizan en estas horas las decisiones gubernamentales sobre la toma ilegal de tierras y el impuesto a los ricos, esperan ver si la vicepresidenta y sus hijos harán los aportes correspondientes porque ellos pertenecen a la casta de los ricos. Ricos raros, pues no echan luz sobre la toma de los terrenos pronunciándose acerca de si se trata de un delito o es un derecho usurpar tierras ajenas.

Tampoco existe pronunciamiento sobre si sus políticas se quedarán en el terreno de los subsidios para fomentar la esclavitud de los pobres o si generarán nuevos emprendimientos empresariales para crear puestos de trabajo. Si elegirán continuar “in eternum” otorgando dádivas o harán valer el derecho al trabajo.

Quienes mataron a Rucci de 23 balazos creían en la revolución socialista, en la liberación nacional, en el comunismo y el “hombre nuevo”. A este último no lo hemos visto nacer hasta el día de hoy

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