Lo que la pandemia se llevó

Lo que la pandemia se llevó


Hay una palabra poco utilizada en el vocabulario cotidiano pero común en el ámbito universitario: “procrastinación  académica” ¿Qué significa?

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia española, procrastinar significa diferir, aplazar, en otras palabras, dejar algo para hacer en un futuro a veces no tan próximo.

¿Por qué se utiliza con frecuencia en el ámbito universitario? Porque es común que los estudiantes de posgrado difieran la tarea de elaboración de sus tesis. Esto se debe a diferentes motivos, entre otros, la falta de motivación o de apoyo por parte de sus directores/tutores de tesis.

En estos tiempos difíciles que nos toca vivir por la pandemia de COVID-19, podríamos preguntarnos si la pandemia se “llevó” o “trajo” más procrastinación. 

Por un lado, algunos tesistas disponen de más tiempo para dedicar a sus tesis porque, al trabajar en sus hogares, ahorran tiempo en locomoción a los lugares de trabajo y/o a las universidades en las que cursan seminarios o dan clases.

Otros, en cambio, se perciben más atareados, con menos tiempo disponible y con más angustia al no saber cómo y de qué forma continuarán nuestras vidas.

De un modo u otro, en estos momentos en los que vivimos experiencias diferentes (o al menos intentamos aprender una forma de vivir diferente), es fundamental la labor del director/a tutor/a de tesis.

En verdad, ser un director de tesis es algo parecido a ser un padre o una madre, una de las tareas más duras (y a veces la más ingrata). Se requiere el conocimiento de la disciplina en cuestión, de política, de las personas; paciencia, cumplir con los tiempos, capacidad para recibir gratificaciones tardías y humildad. Es invertir profundamente –pero no demasiado profundo– en un proyecto que no nos pertenece, por el que no se recibirá ningún crédito.

La buena noticia es que, en realidad, convertirse en director de tesis es un acto de amor, que envuelve lo que Erik Erikson llama «generativity» (generatividad), la capacidad de nutrir a la siguiente generación.

El mantra apropiado para acercarse a su tesista es:

«Recuerda a quién pertenece esta obra». Si usted mantiene siempre clara la pro- piedad, muchas otras cosas estarán en su lugar.

A veces el docente puede elegir a su tesista, pero es más frecuente que el estudiante se aproxime al profesor y le pida dirigir su tesis. Si el docente piensa que puede no llegar a gustarle ni respetar a la persona que se lo pide, no habría que tomarlo como tesista. En todo caso, podría sugerir que será mejor elegir a otro profesional.

La dirección de tesis es una tarea polifacética. Además de ofrecer supervisión, apoyo intelectual, formativo y administrativo también incluye aspectos pedagógicos, psicológicos y afectivos. Algunos autores consideran que esta relación constituye un «contrato pedagógico» acordado explícita o implícitamente entre el director y sus tesistas.

La palabra «contrato» sugiere plazos y derechos y obligaciones entre las partes. De ese modo, cuando se transita por momentos tensos que sugieran un posible quiebre en la relación, revisar juntos el contrato es una forma de evitar la ruptura o el desgaste de la relación.

Ahora más que nunca se requieren, además de los conocimientos técnicos para guiar en la elaboración de una tesis de posgrado, actitudes empáticas y mucho afecto. Tal vez la pandemia se llevó algunos hábitos, pero sin duda nos trajo la esperanza y la posibilidad de adquirir otros.

Raquel Saste es Pos-Doctora de la Universidad de Buenos Aires, Doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra y Doctora en Administración de la Pontificia Universidad Católica Argentinac. Es autora de “La tesis de posgrado” (EUNSA, Ediciones Universidad de Navarra)

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