Quien quiera oír, que oiga

Quien quiera oír, que oiga

Mauricio Macri volvió a demostrar que tiene la sangre helada para observar eventos de este calibre político. Era la hora de los hornos, pero habló poco y nada desde la mayor vidriera nacional. Pareció un hombre con los reflejos anestesiados.


La crisis y el enfrentamiento entre el gobierno central y el campo finalizó luego de veinte días en los que el paso de las horas indicaba que la situación se iba deteriorando y la solución se alejaba por inercia y acumulación de malentendidos e incidentes. Sin embargo, sería imprudente que el gobierno visualizara este logro -el fin de los cortes de rutas- como un acierto propio.

Si los productores rurales levantaron la medida, fue al modo de las estrategias de preservación: porque la dirigencia fue desbordada por sus bases. Y de paso, con los dirigentes, lograron poner contra las cuerdas a una administración que después de cuatro años de soberbia en la toma de decisiones, terminó rogando paz ante un multitudinario marco alquilado para una fiesta, aunque nadie ignora el riesgo de un crecimiento inflacionario.

Desde el palco, la presidenta Cristina Fernández aseguraba que no se puede representar al pueblo promoviendo el desabastecimiento: es cierto, es criticable, pero sólo comparable al accionar de los Kirchner, que han hecho del enfrentamiento permanente un modo de construcción política; de la coerción, una metodología (con islotes de pragmatismo, cuando los números mandan) en la que se destaca una negación absoluta al diálogo. “Sólo si no puedo dominarte doy marcha atrás”, chucean en silencio rumbo al Calafate.

Eso ya pasó en Misiones frente al curita Joaquín Piña como con la “rancia oligarquía” en la que la mayoría de los funcionarios -no todos- confunde a ganaderos, tamberos, pequeños y grandes productores, conglomerados de tecnología agropecuaria en campos ajenos y propietarios que arriendan 20 ó 2 mil hectáreas. Es algo más que un error confundir a quienes viven y producen en Chaco, Formosa y Santiago del Estero con aquellos que tienen enormes extensiones en el “núcleo” agrícola del norte bonaerense y el sur santafesino.

Estos días también dieron lugar al retorno de algunos personajes grotescos, entre los que descolló, sin dudas, el todo terreno K, procaraqueño e iraní, Luis D`Elía.
Si algo hizo recordar a elementos del pasado, como dijo la Presidenta, no fue lun gobierno popular amenazado por la reacción (que ya perdió su brazo armado), sino el espectáculo de ver cómo la Plaza de Mayo era asaltada por un grupo de civiles dispuestos a patotear y pegar con total impunidad a manifestantes contrarios a sus ideas.

El antecedente de la Triple A es nefasto, aunque las connotaciones ideológicas son inversas, tanto como excesiva la comparación realizada entre la actualidad y los momentos que precedieron al golpe de estado de 1976, que depositó al matrimonio Kirchner en los negocios inmobiliarios de la provincia de Santa Cruz. Luego llegaron otros más rentables con las gobernaciones, pero los muertos y desaparecidos ya acompañaban desde la retórica el ascenso social: tanto lupines como cristinos esperaron llegar a la cúspide del poder de manera tan temprana. Pero Menem lo hizo y Duhalde ejecutó la hipoteca ipso facto.

Mauricio Macri volvió a demostrar que tiene la sangre helada para observar eventos de este calibre político. Era la hora de los hornos, pero habló poco y nada desde la mayor vidriera nacional. Pareció un hombre con los reflejos anestesiados. Podría haber sacado algún rédito, ya que junto a Alberto Rodríguez Saá, gobernador de San Luis (de oposición franca y en bloque, interna y nacional), fue el otro jefe de distrito que se declaró abiertamente a favor de los ruralistas. Hermes Binner, el gobernador de Santa Fe, no hizo una sola declaración pública y sí una sola, institucional, durante los días más conflictivos. Binner (tentado, rechazó el convite de mediador), prefirió concentrar sus esfuerzos en garantizar la racionalidad de las negociaciones entre el gobierno, los productores de grano, los frigoríficos y los tamberos de su distrito antes que arrogarse una fantasmal representación de la “centroizquierda”, como hizo Elisa Carrió, su Coalición Cívica y sus “piquetes” en las rutas, promoviendo y ayudando a cortar rutas. La tácita desautorización de Binner a la táctica de Carrió, preanuncia un resultado que está cantado.

Macri estaba pensando seguramente en las obras que quiere hacer en la Ciudad y la necesidad de fondos y avales que deben provenir de decisiones nacionales. Quizás lo que aprendió de su padre, Franco, uno de los mejores lobbystas que conoció la Argentina del siglo pasado (y de éste), es que si la debilidad de un gobierno es notoria, a veces es mejor callar. A la hora de pedir, los reproches cuestan caros. Y por acá sueñan con la Autopista Ribereña, los subtes y Retiro entre otros megaproyectos.

Sensatamente, desde Balcarce 50 entendieron que más de 80 cortes en el campo, sumada a una ofensiva en la Capital Federal, era demasiado para un gobierno que perdió en cien días lo que otros pierden en dos años. Quienes conocen al Tío Alberto saben que más allá de los shows policiales que montan mensualmente con Macri, jamás se le suelta la cadena para sumar problemas donde no existen: es un hombre de soluciones y decisiones, sean o no de su agrado. “Los malos momentos, si se pasan rápido, se transforman en buenos”, y “prefiero ponerme colorado una vez y no quedarme dudando toda la vida”, son dos de sus frases de cabecera.

Los porteños vivieron este conflicto como siempre, en la calle y la Plaza, pero desde el interior de cada uno, no parece tan ajeno como se cree, a pesar de que casi nadie sepa qué cosa es un campo y cómo se gestiona, todos tomaron posición: la discusión llegó al café, los clubes, las redacciones, el almacén (desprovisto) de los chinos, en todos lados se discutió. Sin dudas fue importante, tan grande que el gobierno tuvo que reconocerse públicamente amenazado y rogar a los productores para que levantaran el sitio. La igualdad y la solidaridad empiezan por casa. Pudo Piña, pudo el campo, la inflación acecha y no quedan más inversores extranjeros, ¿no será momento de cambiar algunas cosas?
El paro fue, el mensaje quedó, quien quiera oír que oiga.

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