El estilo Moreno de CFK

El estilo Moreno de CFK


Además de poner armas sobre la mesa para amedrentar a un interlocutor o proponer insistentemente a sus invitados a que le practiquen sexo oral cuando algo no le gusta, a Guillermo “el Poronga” Moreno se le adjudica otra metodología en sus ya folclóricas negociaciones con los empresarios. Si lo llama algún vocero de una compañía o cierto directivo que él juzga menor, luego de una catarata de insultos viene la orden: “A mí pasame con el dueño, con el que maneja la guita”. El deseo del secretario de Comercio es claro: él quiere hablar con los titulares, no con los suplentes.

La “anécdota” viene a cuento de la segunda reacción de Cristina ante el palazo electoral del 11 de agosto. La primera fue en la misma noche de las primarias: entró cantando “Hoy es un día perfecto”. Salvo la Alianza, con el insuperable Fernando de la Rúa en 2001, ningún oficialismo había caído tan bajo en una elección de medio término. Estaba conmovida. Pero a los tres días llegaría su interpretación más elaborada de los resultados. Y vendría la convocatoria-desafío a los empresarios: “Quiero discutir con los titulares, no con el banco de suplentes que me ponen en las listas”. Además de una obvia crítica a Sergio Massa, era un llamado a los dueños, a los que manejan la guita. Sin querer, o queriendo, Cristina reaccionó a lo Moreno.

El paralelismo sirve para entender hasta dónde los razonamientos del hombre fuerte de la economía argentina influyen hoy en la gestión de la Presidenta. Si algún paracaidista creyó que la pérdida de unos seis millones de votos entre la presidencial de 2011 y la última primaria haría recapacitar a Cristina sobre el rol de su funcionario más cuestionado, habrá de decepcionarse. La reacción transmitió lo contrario. Una presidenta que no cree en nadie, cree en Moreno.

Pero más allá del aval presidencial, no son tiempos fáciles para el supersecretario. Con sus últimos anuncios, pasó lo peor que le puede pasar a un funcionario. No solo fracasaron, sino que mudaron rápidamente del rubro económico al humorístico: la gente hace chistes con los Cedin.

Y esto sería lo de menos para “el Poronga”. Hace poco más de un mes, el funcionario fue citado por la Justicia para dar explicaciones sobre uno de sus aprietes, en este caso por multar a una consultora que medía la inflación muy por encima del Indec. El juez que decidió indagar a Moreno fue Claudio Bonadío, un magistrado al que se le suele atribuir un aceitado manejo de los tiempos políticos de las causas. ¿Por qué citó entonces a uno de los kirchneristas mimados de Cristina? En la Justicia no habría caído nada bien la presión de la AFIP sobre el titular de la Corte Suprema de la Nación, Ricardo Lorenzetti, por supuestos desmanejos en sus declaraciones de bienes. El contraataque de la Justicia Federal, de todos modos, no habría tenido origen en una orden directa del Máximo Tribunal. Habría sido más bien en defensa propia. “Si lo aprietan a Lorenzetti, qué nos queda a nosotros”, fue, palabras más, palabras menos, el razonamiento. Días atrás se encadenaría otro revés judicial para Moreno: una cámara de apelaciones le rechazó un recurso para recurrir a la Corte por la prohibición de aplicar multas.

Cristina no parece reparar en nada de esto. “Hace tiempo que solo lee los diarios oficialistas. Ni La Nación ni Clarín. Y nadie se atreve a decirle las noticias negativas que se publican ahí”, se le escuchó decir a un secretario que tiene contacto habitual con la Presidenta. El encierro, se ha dicho desde los primeros análisis, espanta a muchos de los que hoy se definen kirchneristas y ponen en juego su poder atados al humor presidencial. Algunos directamente preferirían que Cristina no se acercara a sus comarcas en la campaña que largó y seguirá hasta fines de octubre. Si ella fue la artífice de aquel histórico 54 por ciento, ¿por qué no pensar que hoy le cabe la misma responsabilidad por la caída? “Fijate a qué lugares fue de campaña para las primarias y qué resultados hubo”, completan la idea los K desencantados.

Nada hace presagiar hasta ahora un cambio que sacuda el tablero electoral. La convocatoria a los “titulares” de las empresas y los sindicatos para discutir el modelo económico recuerda al llamado a los líderes de los partidos para debatir el modelo político tras el golpe electoral de 2009. El resultado de aquello, para los que imaginan una corrección en el rumbo, no es alentador: es cierto que alumbraron las primarias abiertas y obligatorias y nuevos parámetros para las campañas electorales, pero todo terminó con tufillo a trampa. Entre otras cosas, porque se mantuvieron las colectoras que tanto se cuestionaban entonces y porque, si bien se equiparó la publicidad en campaña, el Gobierno acentuó su uso obsceno de la propaganda oficial a su favor. ¿Por qué creer que esta vez, también desde una posición de debilidad, la apertura será sincera?

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