El escenario electoral de 2017, signado por las incertezas

El escenario electoral de 2017, signado por las incertezas


Cuando se intenta vislumbrar el rumbo que puede tomar el proceso electoral de 2017 en Argentina, se observa que el escenario político se halla envuelto en una serie de múltiples incógnitas por dilucidarse. Existe un consenso generalizado respecto al malestar de buena parte de la ciudadanía y al consecuente decrecimiento del nivel de imagen del gobierno en los últimos meses. Pero cuando se intenta analizar su real dimensión y se busca traducir esa situación en proyecciones de impacto electoral hacia octubre, debe concluirse en que el panorama aún es muy incierto. Y más allá que falta más de medio año para las elecciones, dada la vertiginosa dinámica de la política argentina no dejan de resultar llamativas las pocas certezas que caracterizan el momento actual.

Pueden identificarse así tres factores de incertidumbre que definen el presente político con vistas a las elecciones. El primero está ligado a la situación de coyuntura actual del país; el segundo factor tiene que ver con el estado del sistema de partidos políticos; y el último factor, está relacionado con la credibilidad de las encuestas.

Respecto al primer factor de incertidumbre, centrado en la situación actual del país, hoy deben destacarse tres cuestiones: la situación económica, la conflictividad social, y la evolución de las causas de corrupción. Indudablemente el estado de la economía y la problemática de inestabilidad social que se manifiesta de múltiples maneras en las calles están relacionados, aunque deben diferenciarse.

La marcha de la situación económica será con seguridad la cuestión de mayor incidencia en el proceso y en el resultado electoral. Los niveles de crecimiento económico y de inflación para 2017 son por el momento estimativos, aunque hay acuerdo en que esas variables serán mejores que las de 2016. Es esperable que la obra pública y la recuperación del salario y el consumo, sumado al incremento de las jubilaciones y la reparación histórica, generen un efecto significativo en la percepción de mejora económica para vastos sectores. Y aunque la valoración general de la situación económica actual es negativa -de hecho constituye la principal preocupación del gobierno-, éste contará con la ventaja de capitalizar esos posibles progresos económicos. Pero aún es una incógnita en qué momento se percibirán esas mejoras, y por ende qué impacto electoral tendrán, sobre todo en el conurbano bonaerense.

A su vez el conflicto social, que en estos días está en su punto de mayor eclosión, se encuentra entreverado por distintas expresiones que ponen de manifiesto su complejidad, englobando los más diversos reclamos sectoriales, las pujas sindicales o las demandas de las organizaciones sociales. Que además tienen su correlato en la vía pública con constantes manifestaciones, cortes y piquetes, que representan causales de inestabilidad y claramente un elemento de enorme perjuicio a los fines de crear las condiciones de previsibilidad a los que aspira el gobierno para generar un clima de confianza y atraer las inversiones, cruciales para su plan económico. Sin embargo, al mismo tiempo, resulta difícil determinar si aquellas situaciones de conflictividad  terminarán perjudicando o más bien beneficiando al gobierno en términos de imagen y beneficio electoral.

Respecto al estado y avance de las causas de corrupción, resulta evidente que se han transformado en un asunto de relevancia creciente en la agenda pública, sobre todo a partir de la proliferación de denuncias y evidencias que involucran a muchos ex funcionarios del gobierno kirchnerista, y en particular a Cristina Kirchner. Por supuesto que la evolución de esta cuestión siembra también infinidad de dudas y escepticismo, sobre todo teniendo en cuenta la imprevisibilidad del accionar del Poder Judicial y la volatilidad de los argentinos en cuanto a su preocupación real por el tema.

Pero en este punto parece haber un hartazgo de la sociedad al respecto, y que la sola alusión a la matriz de corrupción e impunidad del gobierno anterior produce un efecto en la opinión pública que al oficialismo le sirve como contraste con esa etapa y le permite capitalizarlo. Esto se pudo apreciar de forma patente con algunos cimbronazos que sacudieron incluso al mismo Presidente, como los casos del Correo o de Avianca, en los que el gobierno, en parte gracias a su rápida reacción retractándose y “alineándose con la institucionalidad”, marcó una clara diferenciación con el kichnerismo y pudo salir bien parado. En este sentido, podría afirmarse que Cambiemos está ganando esa batalla, que le permite ostentar el manejo de la agenda “republicana” y la legitimidad del discurso en materia de transparencia y ética pública, apuntalado en figuras como Elisa Carrió y María Eugenia Vidal, con alto nivel de credibilidad. La incógnita es en qué cantidad de votos bonaerenses podrá traducirse ese activo.

El segundo factor de incertidumbre se enmarca en un fenómeno profundo y de larga data, de carácter sistémico, que tiene que ver con la crisis de los partidos políticos. Afecta a toda la realidad política Argentina, aunque en la actualidad está principalmente asociada con la dispersión de la oposición y del peronismo en particular. En este sentido es incierto hoy saber cómo se va a reorganizar electoralmente el justicialismo, que alineamientos se van a producir, en torno a qué figuras, y que rol le quedará al kirchnerismo. A lo que hay que agregar la incógnita sobre figuras con peso propio y territorial como Juan Manuel Urtubey o el misterio que envuelve a otras como Florencio Randazzo.

Au vez tampoco está claro si se va a configurar una alianza electoral entre el Frente Renovador y el GEN, con las implicancias que esa unión tendría para el ala más peronista del partido de Sergio Massa y para sectores de centro izquierda alineados con Margarita Stolbizer. Ante este escenario, la situación hoy aparece algo más clara para el gobierno, que si bien tampoco tiene un panorama definido respecto a qué figuras competirán, se ve favorecido por esa fragmentación opositora y ostenta un aparente mayor grado de sintonía y afianzamiento en torno a los principales referentes del frente Cambiemos. Al menos en lo que refiere a las perspectivas para la elección en la provincia de Buenos Aires, donde todo indica que el PRO, la UCR y Coalición Cívica volverán a ir unificados.

El tercer factor de incertidumbre tiene como eje la pérdida de credibilidad de las encuestas, extensible también a algunos medios de comunicación y formadores de opinión. Debe señalarse que las falencias en las mediciones pre-electorales no son patrimonio exclusivo de la Argentina. Basta repasar la seguidilla de sondeos fallidos durante 2017 en las principales elecciones a escala internacional, desde Perú hasta Estados Unidos, pasando por el Brexit, España y Colombia. Esta problemática generalizada puede atribuirse a distintos factores, desde la dificultad de interpretar las nuevas demandas de los electorados, hasta aspectos que tienen que ver con la metodología de la investigación social. Como sostiene David Dutwin, la cuestión de la recolección de datos está en el centro de los problemas actuales de las encuestas.

Lo cierto es que si se hace un análisis de las predicciones electorales en la Argentina de los últimos años, se notará con claridad que los desaciertos de las encuestadoras han tenido una recurrencia y magnitud tan persistente que los han convertido en regla más que en excepción. Al respecto se puede enumerar cantidad de casos en los que los resultados electorales distaron significativamente de las estimaciones y análisis previos. El antecedente que lo manifiesta con mayor elocuencia se dio en las elecciones generales de 2015, cuando la mayoría de las encuestadoras vaticinó que Daniel Scioli sería electo Presidente en primera vuelta.

Por ello, resulta sintomático observar la proliferación de encuestas que se difundieron en los últimos meses que, dadas la lejanía de las elecciones, la indefinición de candidatos, y los antecedentes desacertados de muchos de esos encuestadores, no pueden menos que sumar más confusión (en algunos casos probablemente intencionada) e incertidumbre a las perspectivas electorales.

Lógicamente, algunas de las incertezas mencionadas se irán disipando en las próximas semanas o meses, como la evolución de algunos indicadores de la economía o la conformación de listas, cuyo límite de presentación está previsto para el 24 de junio. Otras serán una incógnita hasta el día después de las elecciones, como la precisión que muestren las encuestas.

Un parámetro importante de esto se tendrá el 13 de agosto, cuando se lleven a cabo las PASO. Y dado que en las elecciones de octubre el resultado no alterará significativamente la relación de fuerzas en las cámaras, sí arrojará certidumbre respecto a con qué nivel de apoyo popular el gobierno de Mauricio Macri iniciará la segunda parte de su mandato. Lo que constituye un hecho relevante, sobre todo considerando que se trata de un gobierno no peronista.

 

Roberto Chiti

Politólogo – Consultora Diagnóstico Político

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