El canchero

El canchero


Al canchero la política le cabe, pero hasta ahí. No lo atraviesa, no lo conmueve. Le interesa, sí, porque hace un par de años volvió a ser canchero hablar de política, pero tampoco es una cosa que vos digas “¡pero la puta, cómo le gusta la política a este pibe!”. Opina, mete comentario ácido, chicanea…pero en el fondo mucho que no le importa, como que le da paja. Prefiere hablar de otra cosa.
El canchero encuentra en Internet un ámbito ideal para su desarrollo. Siendo las redes sociales un océano inmenso con la profundidad de una bañadera, el chanchero puede desarrollar su viveza con total soltura; canchereando en temas que van desde el fútbol hasta la consolidación de las democracias populares en América Latina. El se las sabe todas.
El canchero no es ni oficialista ni opositor, es canchero. Y este es el punto central de mi tesis: El canchero es post-político. Le parecen igual de ridículos los kirchneristas que los macristas, los socialistas que los radicales. El está más allá, lo mira todo desde una tarima imparcial, así todo con luces de boliche y un vaso de Gin Tonic en la mano, re canchero. Los que militan medio que le parecen unos boludos. Y los que no militan, medio que también.
El cancherismo no tiene una franja etárea determinada, los hay de todas las edades. Los cancheros viejos descansan a los más pibes por ser pendejos, y los cancheros pibes descansan a los más viejos porque ya se les pasó el tren. Se cancherean entre ellos, los cancheros, porque no toleran la idea de que alguien sea más vivo que ellos mismos.
El canchero no es peronista, pero usa el peronómetro. Es medio progre, pero se burla de los progres. No le cabe el gobierno, pero ridiculiza a los opositores. El canchero piensa que lo más canchero del mundo es decir que él “no forma parte de ningún colectivo”, y si le decís que hay un colectivo integrado por aquellos que no forman parte de ningún colectivo medio que se le desacomodan las tuercas y se vuelve loco.
Todos tenemos algún canchero en Facebook. Y los que anden más por Twitter sabrán que allá está lleno. Los cancheros le marcan a Pichetto los tiempos del Congreso; le enseñan a Moyano a dirigir un sindicato y le explican a Tinelli cómo meter un hit televisivo. No registran éxitos personales, pero tampoco los necesitan, porque el canchero no es canchero por lo que hizo, sino porque sabe criticar lo que hacen los demás.
Los cancheros no son ni buenos ni malos, son incorregibles. Así que si algún día te llegás a cruzar con uno, no te enganches. Pedile un trago del Gin Tonic, decile que tiene razón, guiñale un ojo y seguí con lo tuyo.

PATRIA O SUERTE.
VENCEREMOS.

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