Scioli y Macri: Templanza y ambición

Scioli y Macri: Templanza y ambición

"Uno es el sentido común; el otro, la eficiencia; los dos van por todo, no son políticos tradicionales".


Daniel Scioli y Mauricio Macri tienen un futuro promisorio en el mapa político argentino. Con tantas diferencias como similitudes, la paradoja es que el que nació en Villa Crespo sea gobernador electo de la Provincia de Buenos Aires y el que nació en Tandil sea jefe de Gobierno electo de la Capital Federal, marca a las claras que son piezas claves del ajedrez que se jugará en los próximos cuatro años. Controlan, como se dijo, los distritos más importantes del país y ninguno viene de la militancia histórica.

Scioli abrazó al peronismo en 1997, venciendo en la interna al porteño Miguel Ángel Toma, entonces uno de los hombres fuertes de la Ciudad. Su despegue en la política se lo debe al ex presidente Carlos Menem, que siempre se refirió a su figura como la de su "mejor alumno". Esto no tiene tanto que ver con la ideología de quien fue campeón mundial de motonaútica sino con la templanza del hombre que volvió de la muerte. De allí en adelante, Scioli, de clase media, empezó a imponer la cultura del trabajo en un partido que si bien lo reinvindica, no lo aplica demasiado. Sobreponiéndose a las adversidades, Scioli edificó la representación a escala humana del sentido común, reconocida y valorada por la gente. Uno de los consejos del riojano fue recorrer, y "casa por casa", algo que nunca olvidó y aplicó desde la Secretaría de Turismo de Duhalde. Aparece en la Fiesta del Dorado en Corrientes, en la del ternero en Ayacucho o en la vendimia en Mendoza, en el Autódromo Gálvez de la Capital, en la Copa Davis en el estadio de Villa Lugano y en cuanto evento tenga posibilidad de estar. Su voluntad lo empuja a recorrer el mundo, llegando a los principales centros industriales y financieros. Es recordado el episodio en el Vaticano cuando Benedicto XVI paró su marcha para estrechar la mano del vicepresidente que junto a su esposa, Karina Rabolini, lo esperaba a la vera del camino. Era una fija para competir en la Ciudad, donde en 2003 quedó en gateras, y no largó por pedido expreso de Kirchner y esposa. Cuando el FpV porteño se encaminó a una pelea frontal con Macri, nuevamente la pareja real le solicitó -vía Alberto Fernández- que abandonara sus planes y encarara el desafío, evitó que la primera dama tuviera que enfrentar un ballotage el pasado octubre. Pero para que el corte de boleta no dejara tan expuesta a la señora, casi 500 mil votos le fueron birlados, casi todos en La Matanza, feudo de Alberto Balestrini (el 48 % hubiera subido a un 54, intolerable para K). El modus operandi fue el del conurbano, el sobre que se entrega con la boleta, pero en este caso la de gobernador era de Francisco De Narváez mientras que todas las demás eran del FpV.

Lo de Macri es quizá una historia de menos esfuerzo, tapa de revista desde púber, afortunado heredero del imperio de Franco. Su ingreso a la política (primero deportiva, a la manera de Berlusconi con el Milan), a través de la presidencia de Boca Juniors, donde condujo un exitoso ciclo, ligado a Carlos Bianchi. Ese período sirvió de plataforma: muchos argentinos asocian su figura con los triunfos de la institución. Luego fue por la jefatura de Gobierno en 2003, en duelo con Aníbal Ibarra, enfrentados en esta ciudad progresistas y conservadores. Entonces, la Capital mostró su mejor cara: tradujo la realidad en votos, la diferencia fue exigua, ganó Macri la primera vuelta, perdió la segunda.

Gélido, decisionista en política, afectivo en el trato cotidiano, el empresario atravesó momentos complicados cuando su separación de Isabel Menditeguy. El juicio político de su vencedor, la pobre gestión que había desarrollado Ibarra hasta Cromañón, la indefinición de Jorge Telerman para acertar un par de definiciones, dejaron a Macri el escenario perfecto para oponerse civilizadamente al gobierno nacional. En junio capturó casi el 37% de los votos. Octubre era un triunfo tan tranquilo como desesperado para Cristina, y la Capital la soñó no tan desfavorable, casi con alguna posibilidad de ganarla, pero fue otra vez, derrota áspera. El desgaste de Macri empezó con un gabinete que no reluce ni enamora. Pero Macri es Macri, habrá que evaluarlo recién con el poder en las manos, y no como oficiante de nada desde hace más de 150 días, y con el lastre de López Murphy.

Scioli y Macri son futuros rivales, y ambos de los Kirchner en caso que Cristina lleve el barco a puerto en 2011. Ambos tienen buena relación con Eduardo Duhalde, uno de los que tiene claro que un peronista sólo es desalojado por otro, más allá de las formas. En eso Scioli tiene una ventaja comparativa: pertenecer tiene sus privilegios, aunque Macri tendrá el generoso presupuesto que aprobará una Legislatura en la que su mayoría es holgada.

Uno tendrá a Kirchner más cerca que el otro, y habrá que ver si eso una ventaja o un salvavidas de plomo. Uno es el sentido común, el otro la eficiencia, los dos quieren ir por todo, no son políticos tradicionales, justo ahora, que es lo que la gente quiere.n

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