Cansaron los malos hábitos del kirchnerismo

Cansaron los malos hábitos del kirchnerismo


¿Qué otra cosa puede pasar después de un fracaso electoral del kirchnerismo? Podría ser que alguien quiera renunciar, como con la 125 y el voto de Cobos, o intentar huir al sur después que les ganó el colorado Francisco de Narváez, volverse locos cuando Sergio Massa les ganó en 2013, sentir tanta humillación en 2015 como para no entregarle los atributos presidenciales a Mauricio Macri, tirar toneladas de piedras cuando perdieron la votación por la fórmula de movilidad jubilatoria en el Congreso.

Odio, rencor, violencia, es lo que les surge desde las tripas cuando la vida los sorprende como a niños caprichosos que sienten la pérdida de un cacho de poder político por la debilidad en que flotan. Sin embargo, nunca reflexionan acerca de por qué pierden. Hablan de que seguramente “hemos cometido errores”, y prometen corregirlos al día siguiente porque, como los chicos, prefieren que los malos tragos pasen rápido, bien rápido, y nadie se acuerde de lo ofendidos que quedaron porque el voto popular les fue negado.

¿Qué perdió el Kirchnerismo? En la superficie de las cosas ellos piensan que perdieron una elección, una más, porque siempre se les niegan las elecciones de medio tiempo. Un mito, sobre el cual dicen y piensan que hay que acostumbrarse. Pero resulta que no es que perdieron una elección, perdieron la guerra por la confianza de la gente. Sí, ellos, los que decían que siempre llegaban para resolver los problemas que dejaban otros. Y no es cierto. Esta vez se demostró que los daños de la guerra, incluyendo los colaterales, no fueron provocados por otros sino por ellos mismos.

Incapaces de hacer una autocrítica seria y profunda, eligen el atajo de señalar que seguramente “cometimos errores” y los vamos a corregir. Como si estuvieran en la escuela. Tardaron dos horas y media en poner la cara frente a los medios tras la disputa entre bambalinas acerca de quien tenía la culpa de la derrota, que era de todos. Las caras definían que antes de salir al último acto de esta horrorosa obra de teatro había transitado una discusión furiosa. Tan furiosa que la vicepresidenta se tuvo que tapar el rostro con un barbijo, cuando en realidad odia la mascarilla. Después se la sacó, pero no apareció en el rostro esa sonrisa malvada al ver cómo el presidente Alberto Fernández explicaba sin explicar, prometía lo que no podrá cumplir y esperaba que los aplausos levantaran los alicaídos ánimos de todos. La gente en las sillas de colores eran extras en el último acto, extras con ojos vidriosos, sonrisas a medias, ladeadas pero sin ironía, que aplaudían el disimulo.

Hoy, el balance interno debería computar las razones de la caída: las leliqs que sobrevivieron a la mentira y hoy se amontonan en el Banco Central y no en los bolsillos de los jubilados; la cuarentena estricta como si los argentinos tuviéramos que atrincherarnos contra un enemigo que venía “por todo”, como les gusta decir; el mal manejo del confinamiento porque aún sin experiencia en pandemias podrían haber apelado al sentido común para establecer los protocolos en cada área o sector agobiado; las amenazas veladas y explícitas para hacer cumplir a la sociedad las “ordenes” de un presidente que se fue devaluando como una vela encendida a medianoche; el negocio oculto de las vacunas en el que había media docena de cómplices, por ser benévola; el vacunatorio VIP; las idas y vueltas con la vacuna rusa; el rechazo de la ayuda de la Organización Mundial de la Salud; la pila enorme de DNU firmados en la Casa Rosada; un Congreso monopolizado que funcionó cuando se les cantó a la vicepresidenta Cristina Fernández y al presidente de la Cámara de Diputados Sergio Masa  con la excusa de lo virtual; los míseros aumentos a los jubilados; el cierre de más de 45 mil PYMES; la pérdida de 2 millones y medio de empleos; el aumento de los precios en todos los productos esenciales de consumo; el cierre de las fronteras internas y externas; la caída de la economía a niveles nunca vistos; la falta de control de la inflación, el descontrol de la política cambiaria; las idas y vueltas con el Fondo Monetario Internacional; y, como si fuera poco los 115.000 muertos por el COVID 19. ¿Querés más?

“Seguramente hicimos algo mal”, dijo el presidente, con esa cara de nada que ya nada dice por más discursos huecos pero llenos de fervor y saliva que lanza para que Cristina le de el visto bueno como a un alumnito. Palabra presidencial: devaluada.

Ahora veremos qué hará el Kirchnerismo una vez pasado el chubasco en serio. Porque esta elección fue un mazazo en la cabeza de toda la dirigencia kirchnerista. Se sabe que ahora van a intentar “pasar de planes sociales a empleo formal”, como una gran estrategia que se les acaba de ocurrir después de haber desperdiciado el tesoro de la nación en subsidios improductivos pero necesarios para que la gente coma. Alerta kirchneristas: dar guita a diestra y siniestra no “garpa” más en elecciones.

Lanzarán ese plan en un acto en el interior del país. Otra vez el acto para anunciar lo que no se va a hacer. Se les ha terminado hasta la imaginación. Ahora se acuerdan de la CGT después de ignorarla en toda la campaña, y de los gobernadores a los cuales ni siquiera respaldaron a los candidatos. Como si fuera poco ahora les van a dar espacio a los movimientos sociales a los que les mezquinaron guita, salvo algunos que se llevaron todo por tener un funcionario con despacho en la Casa Rosada.

¿Con eso piensan disimular la contundencia de la derrota, en la cual perdieron votos en 23 de las 24 provincias, perdieron la posibilidad de tener senadores que den mayoría en el Senado de la Nación? Y como Frente de Todos solo prevaleció en siete distritos.

La situación en que ha quedado el gobierno nacional, la administración de Alberto Fernández es de peligro extremo si el conjunto de la dirigencia del Frente de Todos se desarma en mil pedazos. Faltan dos años y medio para que finalice el mandato y tiene encima que atravesar una nueva elección en dos meses para renovar legisladores nacionales, provinciales y municipales.

Nadie de la oposición moverá un dedo para que esta gestión no llegue a su fin en el tiempo constitucional correspondiente, pero toda la oposición sabe que dejar librado los destinos de la nación a un grupo de personas que no saben adonde van, ni cual es eventualmente el rumbo que debieran tomar para evitar males mayores, es más peligroso aún.

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