Algunas reflexiones de la Vicejefa de gobierno porteño publicadas en una entrevista el 10 de febrero en Página 12, me han llamado la atención a tal punto que se me impone la necesidad de responder, tal vez sólo a modo de catarsis ante la indignación, tal vez también para hacer saber hasta qué punto me diferencio del actual gobierno de la Ciudad respecto de ciertas valoraciones en torno a los derechos humanos.
Por empezar, y aunque no me sorprenda, no deja de exasperarme la afirmación de que "toda la situación que se generó con los juicios fue oportunista, política embarrada. Por eso hoy el reclamo de los organismos de verdad y justicia no se ha dado". ¿Acaso enjuiciar a aquellos que alteraron el orden democrático es oportunista? ¿Acaso encarcelar a quienes con el uso del aparato estatal desmantelaron y destruyeron las instituciones es política embarrada? Habría que preguntarles a los organismos, a los que militan hace 30 años por la verdad y por la justicia, si el reclamo no se ha dado o no se está dando.
Por otro lado, aunque tampoco me sorprende la repetición hasta el infinito de ese discurso falsamente neutro que proclama igualdad desconociendo la realidad, la vicejefa afirma que "no hay por qué darle privilegio a un sector de cortar la calle". Como si ese sector tuviera algún privilegio de más. Una vez más la vicejefa tranquiliza su conciencia con un discurso de igualdad que "prohíbe tanto a pobres como a ricos dormir bajo un puente".
No se trata del privilegio de un sector de cortar la calle. Se trata de inequidad y desigualdad, de pobreza y miseria de un sector y de la imperiosa necesidad de hacerse escuchar y pedir dignidad, cuando todos los otros canales de comunicación y participación están cortados.
Respecto de la problemática de los cartoneros y la afirmación de Gabriela Michetti que "es gente de la provincia", creo que es un error encauzarlo como un problema bonaerense, cuando el abordaje debe ser general, metropolitano, integral y de largo plazo. Por la Ciudad circulan diariamente entre nueve mil y trece mil personas en condiciones precarias, de las cuales un 20% son residentes, su actividad cotidiana implica un beneficio para el ambiente ya que 600 toneladas diarias de residuos sólidos urbanos son reincorporadas al circuito productivo como material reciclable. No obstante debemos entender que los cartoneros, que deben lograr la incorporación al sistema, constituyen el eslabón más débil de un encadenamiento productivo que genera ganancias formidables para unas pocas empresas. El actual gobierno de la Ciudad, a través de políticas públicas, debe de manera urgente dar solución al problema. En eso coincido con Michetti: en que los cartoneros tienen que tener un trabajo digno.