Al calor del triunfalismo, crece la puja en el Pro

Al calor del triunfalismo, crece la puja en el Pro


Se trata, muy probablemente, de la ansiedad que genera la posibilidad de acceder a un poder inédito. A medida que en el Pro crece la sensación de que Mauricio Macri cuenta con reales chances de ganar la Presidencia, también se potencia la tensión interna. El triunfalismo que exudan algunos funcionarios –uno llegó a hablar días atrás, cóctel de por medio, de encuestas que dan ganador al Jefe de Gobierno en primera vuelta– es proporcional a los debates, algunos con malos modos, que se dispararon dentro del partido.

Varias de estas tensiones son peligrosamente públicas. La pelea abierta entre un sector mayoritario de la fuerza, con Macri a la cabeza, contra la candidatura díscola de Gabriela Michetti en la Ciudad –la senadora que rechazó ir en la fórmula presidencial y alteró el cronograma interno– sacó lo peor del Pro. La exvicejefa porteña acumula por estas horas un desprecio creciente hacia Horacio Rodríguez Larreta, su rival en las PASO porteñas. Con razón, lo hace responsable de una campaña de desgaste que incluye plantar dudas sobre su imagen de gestora, presionar a niveles insospechados (desde ministros hasta empleados) para conseguir su apoyo y, por las dudas, planear una estructura –el famoso aparato– para sacar a la cancha el día que haya que contar los votos.

Michetti dice estar sorprendida por este escenario. Bien le cabría una autocrítica: o durante estos años se negó a ver y aprender cómo enfrentar las malas artes de la política, que su partido supo usar desde el poder, o creyó reconocer en Macri un protector de su carrera que nunca existió. La senadora siempre mezcló su relación política con otra personal con el jefe de Gobierno. Algunos analistas en algún momento sospecharon de una admiración casi de celestina. Hoy a “Gabriela” la carcome una contradicción: mientras transmite su rechazo a Larreta se esfuerza por cuidar su relación con Macri. Con cierta ¿inocencia?, prefiere enojarse con el chancho.

Esta debilidad o falencia de Michetti no exime, claro, a su victimario. El jefe de Gabinete de la Ciudad usa todo lo que tiene a su alcance para concretar su sueño porteño. Y lo de “todo” es literal. Hace años que, como Cristina Kirchner en la Nación y Daniel Scioli en la Provincia, Larreta usa la gestión porteña para ciertos beneficios personales. Esto fue, en un primer lugar, hacerse conocido. Hoy, entre otras cosas, es aparecer en los medios mucho más que su contrincante. También utiliza su firma para disciplinar internamente. Cuenta con la venia de Macri, el que le dio de comer.

Pero la puja en el Pro, por supuesto, excede lo porteño. El macrismo, hasta hace no tanto un partido cuasi vecinal, está sufriendo los típicos problemas de crecimiento. El tiempo, la mejora en las encuestas, no alcanzaron para apagar una interna que se disparó cada vez que la fuerza decidió (o al menos amagó con) ampliar las fronteras. ¿Cuánto de los partidos tradicionales hace falta sumar, si es que se necesita algo, para dar el gran salto? Esta dicotomía hoy encuentra a una parte del macrismo, incluido el jefe, mirando con voracidad la anunciada convención radical de este fin de semana. Allí, se supone, el partido centenario definirá a quién le prestará sus servicios esta vez.
El Pro apuesta a que prime la propuesta del jefe de la UCR, Ernesto Sanz, para mezclar ambas fuerzas en una interna en la que ya se coló Elisa Carrió. Las negociaciones entre estos radicales y el macrismo avanzan más rápido que la convención. Ya se habla de reparto de ministerios en un eventual gobierno. Lo que paradójicamente parece descartado en ese esquema es que Sanz integre la fórmula con Macri. Hasta ahora, el mendocino ha dicho que quiere ir a la pelea como cabeza de un binomio radical. En ese caso, competirá contra Macri y quedará inhabilitado para ser su compañero.

Esta particularidad, de todos modos, no impide que siga el debate en el Pro sobre quién debe completar la fórmula amarilla. Un sector, con el consultor Jaime Durán Barba y el poderoso secretario Marcos Peña como referentes, habla de “una mujer, de afuera de la política, con buena imagen”. Cuando se pregunta quién, la respuesta genera más interrogantes: “No, ni idea, sabemos las características que queremos, pero no sabemos quién todavía”. Como si fuera un monstruo de Frankenstein. En algún momento se pensó en una candidata rosarina, Anita Martínez. Por ahora quedó descartada.

Con pavura, otro bando macrista, con figuras como el ministro Emilio Monzó o el titular del Banco Ciudad, Rogelio Frigerio, se espanta ante la posibilidad de tener una suerte de “ama de casa” en la Rosada. Dicen que la experiencia de Amado Boudou más la necesidad de conducir un Senado opositor obligan a pensar en una figura política. Sin definiciones terminantes, Macri habría transmitido que quiere a “alguien de confianza”.

En este sector más político y abierto a alianzas no ven con desagrado a Carlos Reutemann (recientemente incorporado al espacio), aunque ponen reparos por su edad (72 años). Otra alternativa es hacer un mix: alguien de la política, pero de adentro del Pro. Descartadas Michetti (autoexcluida) y María Eugenia Vidal (candidata en la Provincia), el revoleo de nombres en este amanecer de operaciones y versiones incluye al propio Frigerio y al peronista Diego Santilli.

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