Siempre que llovió paró

Siempre que llovió paró

“Me lo mandó Horacio y me dijo que por favor luego de leerlo te comuniques con Gabriela, creo que ya tiene el aval de Néstor pero no sé, eso por las dudas chequealo, del resto se encargan Gregorio y Ernesto y no lo ventiles mucho, si se entera Aníbal o cualquier de ellos van a hacer un pedido de informes sólo para romper los quinotos y Mauricio se va aponer verde”


Siempre que llovió paró, y todo parece indicar sin adjudicarle subjetividad negativa o positiva a la intensidad pluvial, que algo va a cambiar en la Ciudad, ojalá sea para bien pero tampoco uno se lo puede imaginar, ya que ese cambio es difícilmente palpable, detectable, llega un montón de personas a cargos superlativos que nunca estuvieron vinculados a la gestión pública, o al menos del otro lado del mostrador en el caso que alguna vez como el número uno hayan sido contratistas del Estado. Siempre también hay una resistencia a romper el status quo por parte de cualquier sociedad y ni le cuento en nuestro querido país, habitué de convulsiones donde se termina peleando una mitad contra la otra, con tragedias humanitarias o económicas, cuando no ambas simultáneamente. Si uno piensa que el mayor mérito de los K fue el de haber restaurado la autoridad presidencial y con un crecimiento sostenido –recordar que la velocidad inicial era cero- se llegó a correr no digamos en las grandes ligas, pero más o menos, por fin un poco de tranquilidad, era necesario bajarse un poco de la calesita porque del mareo que teníamos ya nos caíamos todos.

Mucha gente se sentía mucho más a gusto con la previsibilidad que le otorgaba a la urbe el gobierno de la centenaria Unión Cívica Radical y sus miles de votantes a lo largo de la Avenida Rivadavia y por qué no en otros barrios porteñísimos, poblados por la clásica clase media (paladar negro) y media alta (con mejor paladar), todos algo alejados de la zona vinculada con el no tan lejano oeste, algunos para bien en Palermo y otros no tanto en Mataderos. Pero todos fueron para adelante, como dice la marchita, hasta que su jefe se fue para arriba en helicóptero luego de imaginar puertas en un estudio de televisión y caerse de la bici en la inauguración de las imprescindibles bicisendas.

También hay que otorgarle ciertas garantías a los gobiernos peronistas, que roban pero hacen (diferencia sustancial con los radicales), con la base votante en el sur pero siempre llegando en masa al gobierno de la mano del Presidente de la Nación en su momento o luego ya con la autonomía -Ley Cafiero incluida- mimetizados detrás de cualquiera, Cavallo, Beliz, Irma Roy, incluso hasta llegando en gobiernos progresistas, más falsos o más verdaderos, y aún con el mismo jefe de Gobierno que poco le importa (como a todos los demás) si la herramienta es la Alianza, Fuerza Porteña, Diálogo por Buenos Aires o cualquier otra, ya que de vez en cuando clavan una pelota en el ángulo y eso alcanza para el uno a cero aunque luego rifen cinco situaciones netas de gol. Acá no gusta la goleada y menos a los que gobiernan. Uno recuerda la frase famosa de “yo no voy a enterrar el presupuesto” pronunciada por un intendente al ser consultado por unas obras claves, urgentes para la Ciudad. “Encima las inaugura otro”, remató el amarrete político, y horrible si uno piensa además que Ibarra-Telerman (sí, ¿recuerda?, fueron juntos) hicieron avanzar las líneas de subtes, cada uno a su manera.

La llegada de Mauricio, Gabriela, Marquitos, Mariano, Horacito, Gregorio, Santiago y Dieguito y su amigo Bruno, por nombrar algunos de los nombres más rutilantes que posee el macrismo en esta etapa de gloria, son algunos de los que van llenar páginas de diarios, portales y semanarios, decenas de programas de televisión y radio y ¿por qué no de afiches en las paredes cuando el 2009 toque a la puerta? Son nombres por los cuales se los conoce en el mundillo de los que transitan las novedades sociales y políticas de cada día en la cosmopolita Buenos Aires, y podrían ser una mesa de un after hour de Recoleta, Puerto Madero o Galerías Pacífico, pero no, o además sí: son una nueva forma de nominar a las decisiones nominando a las personas por su nombre. “Me lo mandó Horacio y me dijo que por favor luego de leerlo te comuniques con Gabriela, creo que ya tiene el aval de Néstor pero no sé, eso por las dudas chequealo, del resto se encargan Gregorio y Ernesto y no lo ventiles mucho, si se entera Aníbal o cualquier de ellos van a hacer un pedido de informes sólo para romper los quinotos y Mauricio se va aponer verde”, y así en una clave interminable de nombres se va determinando qué rumbo tomará esta Ciudad.

La cuestión es que del otro lado de la Plaza, Cristina siempre quiso que se la llamara de esa manera, quizás porque Fernández es una apellido un tanto común y el “de Kirchner” remite a la continuidad del gobierno de su marido, cosa que quiere de a ratos, pero que si es por lo que dejó plantado Néstor, queda claro que tanto Alberto como Julio no sólo no retrocedieron sino que salieron fortalecidos, no como el pobre Tabaré que se comió el garrón sentadito al lado de Michelle que no se animó a consolarlo porque la enfocaba la tele. De cualquier manera la relación de los cien pasos sin contar el bordeo de la Pirámide no será tan mala ya que Nicky logrará finalmente convencer a los pingüinos que la Autopista Ribereña es una herramienta vial que agiliza el tránsito entre Olivos y la Rosada y los pone más cerca de Ella. La mano viene más dura con el Dique 1 de Puerto Madero, la última joya de la abuela, hotel cinco estrellas, centro de convenciones, deptos de cinco lucas el metro con cocheras y helipuerto en la terraza, un shopping mall gigante y sumergido, algo del orden de los mil millones de dólares, ahí quizá haya combate pero como decíamos al principio siempre que llovió paró y más si está el río de desagüe cerca, camino al asqueroso Riachuelo taponado como los sumideros que anegan, cuando llueve, más de 80 milímetros en una hora, como aprendimos en otras épocas con el didáctico Abel y su casco amarillo, ese que usó hasta en la campaña como souvenir. Bueno, ahora me voy y seguramente me espera Sandra en casa con la comida que me preparó viendo “Son de fierro”. Y dejo a todos estos locos patinando por un sueño.

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