Crónica de un domingo electoral distinto

Crónica de un domingo electoral distinto

La mañana del domingo 24 de junio había amanecido gris, con esa niebla que no deja distinguir nada, ni siquiera a una corta distancia, visibilidad casi cero en un nuevo día de elecciones en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los porteños estamos acostumbrados a los trámites, pero un domingo, pienso en 45,6 sólo por 4,4. Maldigo


Los Trivisonno se reunían -desde que los tres hijos y la hija se habían ido de la casa paterna- a comer pastas todos los domingos como muchas familias de origen italiano de la Argentina. Concurrían también por supuesto los hijos de las dos parejas casadas mientras que Beatrice sin haber pasado por el registro civil y mucho menos por el altar portaba una pancita de unos seis meses y una carencia de padre visible al menos para el universo familiar.

La tradición marcaba que los días de comicios se hacia algo así como "la previa" de los partidos (pero sin Niembro) en la mesa de la amplia casona que el doctor en leyes Gianni Trivisonno poseía en el barrio de Flores. Hasta allí llegaban en número de nueve sin contar la gestación en el vientre de la hija, ya que por ahora no podría participar de los debates que sin tregua y a los gritos como corresponde a los tanos se disparaban los presentes apenas empezada la picada de chizitos, queso, salamín (picado fino), aceitunas, alguna morcilla y el pan que acompaña todo el resto del menú que concluiría con una raviolada casera con estofado, digna de los mejores retoranes de la madre Italia.

Sandro, el primogénito, era el que menos conflicto tendría esa tarde ya que su defensa de Mauricio Macri en la jornada de la primera vuelta había sido tan buena que ahora, con el resultado en la bolsa, solamente le alcanzaría con un poco de humildad para no encolerizar heridos y esperar hasta la tardecita para confirmar lo que denominaba “el cambio”. Sandro era empleado de una empresa nacional de software y como buen integrante de la raza de los “computators” sentía cierta aversión hacia el chamullo progre que había dominado la política al menos durante la ultima década que era su etapa activa en lo laboral y en la cual crecieron sus tres hijos, el mayor Robertino de nueve anos, Dalma y Pietra.

La sonrisa irónica de Sandro no tenia desperdicio sobre todo porque su hermano -apenas menor-, Luca había sido marxista de joven, devenido actualmente en kirchnerista y profundo admirador de la política de Derechos Humanos de Cristina, a la que veía como la principal ficha de la revolución democrática en el futuro latinoamericano y por que no de todo el continente. Luca era de los que había festejado los 22 puntos de diferencia que le había sacasdo Macri con tal de entrar al ballotage ante la incredulidad de Sandro, que usando un máximo de diez neuronas se dio cuenta que la elección ya estaba ganada. Marcelo, el menor de los tres, era profundamente apolítico y en su casa todavía dudan si el picollino votó al humanismo de la eterna Lia Mendez o al pro porro Guillermo Cherasny. Bah, en realidad a nadie le consta que haya ido a sufragar ya que a la hora de salir hacia los colegios en el viejo VW gol azul metalizado, Marcelo se perdió de vista y nadie se preocupo de su via, ya que desde que se mudó a un loft en Barracas quizás su lugar de votación se encuentre en esa zona, siempre y cuando haya hecho el cambio de domicilio, algo no muy común en las actividades de Marcelo, un estudiante avanzado de la Bellas Artes, que permanece hasta el momento de este escrito subvencionado por sus padres, beneficiario de todos los derechos y desligado de las obligaciones.

Coincidía la fecha con el cumpleaños de Lucrecia, mujer de Gianni y madre de los chicos y la única que no había llegado a casa era Beatrice, sólo mayor que Marcelo y con su embarazo a cuestas. Bastante raro el episodio en el cual la chica quedo encinta ya que nunca se quebró su corazón para decir el nombre del padre de la criatura al que su padre y Sandro juraron no muy en serio hacérselo pagar. Gianni, abrazado por compromiso con su mujer a la cual detestaba (esa era la causa de las dos amantes que mantenía en un bulo cerca de la oficina en el microcentro), levantó una copa del Chandon bien frappé que recién había sacado del balde plateado y de la manera mas hipócrita que pudo exclamó: “Por este amor que nos une, que dure toda la vida” y le estampó un beso en la mejilla sin mucho compromiso. El aplauso fue pobrísimo y todo volvió a sus cauces cuando encontrando a sus hermanos con las copas en la mano, Sandro propuso un brindis por el ganador de esa tarde. “Todavía te podemos dar una sorpresa hermanito, yo que vos no me haría tanto el gallo hasta que el pueblo opine entre tu bestia..” “y la tuya” le interrumpió Sandro con las venas ya un poco hinchadas y los ojos algo mas rojitos.

Con la llegada de Beatrice el plantel quedó completo y empezó a corrrer el wisconsin como alternativa al Chandon que con escasas -o miserables- dos botellas ya formaba parte de la historia reciente. Marcelo y Luca eran hinchas de San Lorenzo e intentaban, ante la presión de Sandro, llevar la charla para el lado futbolero y cuando lo lograban el hermano mayor agrandado como chorizo en guantera decía que para hablar de fútbol hay que tener la Copa, lo que terminaba con la respuesta de un coro de “hijos nuestros” y los saludos de Ramón. Gianni, primera generación inmigrante que no hablaba cocoliche, radical progresista y ex votante de Carrió además de viejo fanático de All Boys, se mantenía al margen reservándose el turno para cuando ya sentados diera la campana de largada de la política, algo de lo que no se hablaba en la mesa sin su autorización. Y disparo: “Yo lo voté a Macri en la primera y creo no haberme equivocado, y si me equivoqué lo hice junto a la mayoría y sería muy necio pensar que las mayorías tienen razón cuando piensan como uno y que no la tienen cuando quedamos del otro lado” filosofó mientras que a Luca se le atragantaban los primeros ravioles ya que su padre en ningún momento había reconocido en aquél domingo tempranero por quién iba a votar, y como le estaba yendo muy bien en su trabajo Luca pensó que podía votarlo al Presidente. Una nueva versión del voto cuota aunque con crédito caro. Pero se lo había casi prometido. Se sintió un cornudo.

Sandro, ancho como Peucelle por la confesión del viejo, tiró la línea del voto vergonzante y la justificó, “si no cómo me explican el voto Macri-Ibarra y Macri-Walsh”, y luego el discurso que llego la hora que como en Boca Juniors, ahora le tocaba a Buenos Aires, “en lugar de ganar títulos como con el xeneize vamos a ganar en calidad de vida y en premiar el trabajo, ya que Macri los va a generar, no es de los que banca haraganes” acoto Sandro.

Al final fueron apareciendo los demás votos de la “famiglia”, Beatrice por el Pelado en primera y por Macri ya que “voy a votar a ganador para fortalecerlo”, Marcelo reconoció ante todos su ausencia en el primer turno, “se imaginan ahora” termino de sincerarse mucho más volcado a una buena siesta que a elegir jefe de Gobierno. La madre del cumpleaños Lucrecia también había votado a Telerman “por las placitas y las calles, pero ahora me quedo con Macri ya que a los Kirchner no los voto ni loca hasta que levanten el corte en los puentes con el Uruguay, algo que nos dificulta y mucho para llegar a casa en Punta el Este”.

El panorama de Luca era desolador, solitario defensor de la estrategia K de asistir a un ballotage que era obvio que se iba a perder. “Casi todos ustedes votaron a la Alianza y a Ibarra contra Macri” afirmó sabiendo que era su última bala en el cargador. “Y ahora resulta que Macri es la salvacion de la Ciudad y Filmus una alternativa invotable. La verdad que no los entiendo”.

Se levantó de la mesa y balbuceó algo como una premonición amenazante para los que creyeran que Macri era Mauricio y no al revés. Se fue antes del postre dando un portazo y sin dejar de gritar se subió a su Citroen C4, propiedad de Enargas empresa de la que es gerente desde hace dos meses.

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