Qué piensa Ibarra para el 2007

Qué piensa Ibarra para el 2007

"Ibarra va viviendo los días políticos de a uno, minuto a minuto, no por falta de ambiciones, quizás sí algo falto de estrategia, pero más que nada por fidelidad a un estilo de serenidad que le fue por demás redituable hasta el momento, sin dejar de lado la extraordinaria dosis de suerte que no niegan ni los mismos familiares".


Quienes conocen en profundidad a Aníbal Ibarra saben que difícilmente algún problema lo enfurezca demasiado para hacerle perder la compostura a la hora de tomar decisiones. Sus decisiones, por otra parte, se definen de la manera más ilógica, según definen los políticos tradicionales con los que transitó su primer gobierno. Sin embargo, ninguno le quita méritos a esa extraña racionalidad que los descoloca buena parte de las veces. Un connotado macrista comentaba el otro día, "no gestiona bien pero es un muy buen político".

Ibarra va viviendo los días de a uno, no por falta de ambiciones políticas, quizás sí algo de estrategia, pero más que nada por fidelidad a un estilo que le fue por demás redituable hasta el momento, sin dejar de lado la extraordinaria dosis de suerte que no niegan ni los mismos familiares.

Su partido ya no mueve el amperímetro. Quizás para su ego pueda decir frente al espejo "el Partido soy yo". Y no es mentira, aunque eso no represente una fortaleza sino una debilidad a revertir. "Más política" reclamaba su mano derecha, Raúl Fernández, para los tiempos que vienen. Ibarra es consciente que adentro no la tiene y sale a probar su olfato por afuera. No hay restricciones para un pragmático total. Los peronistas confesos lo seducen, pero si ya no se reconocen como tales mejor. En lo cotidiano va sumando cuadros afines y acuerdos -algunos de goma- a una figura que se va construyendo nacionalmente en forma lenta a pesar de su propia desconfianza y la que le tienen sus socios de travesía.

Por ejemplo, en el plano nacional cultiva una excelente relación con el Presidente sin declararse kirchnerista. Con Elisa Carrió sólo ellos dos entenderán qué quisieron hacer. Se anima a compartir un espacio pero jamás se metería en una jaula en la que no tenga la llave, ya que su libertad es la que le marca qué mesa elegir, la cara del croupier, cuantas fichas jugar y a qué número.

En su propio distrito está diseñando la gobernabilidad a través de fuertes consensos con dirigentes centro derechistas como Mauricio Macri o Patricia Bullrich. Sus aliados de Fuerza Porteña no se lo podían garantizar y para muestra está la fragmentación parlamentaria. El kirchnerismo, desdoblado en los grandes temas nacionales, no supo resolver la negociación por los espacios del poder capitalino que le planteó el enigmático Raúl Fernández. Y desde segundas líneas hasta lo enfrentó con una dureza de principiante.

Héctor Capaccioli tiene en sus manos la más maravillosa herramienta para cambiar la política en el distrito. Prácticamente de él y su capacidad de armado dependerán las chances futuras de un Alberto Fernández que llegará a este ritmo con serios magullones al 2007. Pero si el kirchnerismo se le anima a Eduardo Duhalde y a su aparato territorial no hay ninguna duda que vendrán por la Reina del Plata. Allí nuevamente lo estará esperando Ibarra, pero esta vez no con los dirigentes conservadores de la gobernabilidad sino con su otra cara, la de la nueva política, que la síntesis de Carlos Campolongo tradujo en el "Nuevo Ibarra".

Nadie sabe si para esa fecha, todos los que se sumen, su liga de intendentes amigos, desde el de Córdoba hasta la de San Pablo, pasando por el de Morón, dirán presente a la hora de apoyar a "Rulito" -como lo llaman cariñosamente- para intentar los cien pasos hasta la Rosada. Lo único seguro es que Ibarra peleará hasta el último segundo para ser el "gran elector" de su sucesor en la Ciudad de Buenos Aires. Y a su vez, ese nombre lo definirá un segundo antes.

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