Todos unidos o la antinomia de la dominación

Todos unidos o la antinomia de la dominación

"La situación de pobreza en millones de compatriotas constituye de por sí un problema con el que convivirá -en el mejor de los casos- más de una generación de argentinos. Una de las principales derrotas que aquejan y agobian el presente de esta República, es la pérdida de la cultura del trabajo, único modo conocido de reencauzar un país empobrecido a límites inimaginables en relación a sus riquezas originales. Siempre se puede hablar de las muchas razones que convergen en este triste final, así como ponerles nombres y apellidos a los responsables de este desastre objetivo. Pero no es el objeto de este escrito".


El país vive al borde del default ante los organismos de crédito, pague o no el martes. La situación de pobreza en millones de compatriotas constituye de por sí un problema con el que convivirá -en el mejor de los casos- más de una generación de argentinos. Una de las principales derrotas que aquejan y agobian el presente de esta República, es la pérdida de la cultura del trabajo, único modo conocido de reencauzar un país empobrecido a límites inimaginables en relación a sus riquezas originales. Siempre se puede hablar de las muchas razones que convergen en este triste final, así como ponerles nombres y apellidos a los responsables de este desastre objetivo. Pero no es el objeto de este escrito.

Nada va a cambiar si los argentinos ocupamos nuestro tiempo en seguir intelectualizando diagnósticos y culpables. La sociedad entera, civil y militar que hoy debiera ser ya la misma, conoce con perfección -y algunos hasta la rigurosidad-quiénes fueron responsables y cuáles las causas que nos llevaron hace casi treinta años a la peor tragedia que sufriera un pueblo que luchaba como podía por la liberación. La cifra de treinta mil, entre desaparecidos, muertos en combate y presos ilegales según consta en los archivos de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Nación, continuadora de lo que fue la CONADEP en la etapa alfonsinista, es elocuente y habla por sí sola. No hay que ser un profeta de fuste para adivinar que sin esa masacre la situación no iba a a ser igual a la actual y que en aquellos años no murió ningún "perejil" que no entendiera que era lo que se estaba jugando, primero la Patria y en consecuencia su vida.

La imprescindible memoria social es una construcción colectiva que necesita de tiempo, coherencia y paz. Por ejemplo, la sobreactuación reinvindicativa de algunos sectores de la izquierda no aporta nada a una causa por la que en los ’70 realmente nunca arriesgaron. Mientras tanto, la identidad política que cargó con el peso de la represión y la resistencia más allá de sus errores, no estuvo a la altura de las circunstancias para reinvindicarla, quizás por esa misma razón, sumado al oportunismo político de los que tuvieron la llave de la salida democrática.

Es por ello que hoy, desde las más altas esferas de la responsabilidad política se debería respetar la incompleta cicatrización social alcanzada, que en estos años de jóvenes y frágiles democracias, necesitó de gestos intolerables en aras de una convivencia pacífica basada en la diversidad necesaria para realizarnos como Nación. Después de las violentas antinomias del siglo pasado resalta con absoluta nitidez -por contraste- la postura que es hora de unir y no de dividir.

La Argentina vive momentos de zozobra mientras avanza a media luz en la búsqueda de caminos que conduzcan a una dignidad razonable. La realidad -interna y externa- no ofrece etapas de revanchas estériles entre compatriotas, de esas que no moverán el amperímetro de la historia. En esta ciclópea tarea del crecimiento sólo deben quedar afuera aquéllos que sabotean y no apuestan a la construcción de un país que crezca en base a más trabajo, desde los fondos buitres y sus lacayos vernáculos hasta los que lucran impunemente con los los planes asistenciales y los piquetes, ambos generadores de delincuentes y marginalidad. Porque ni ricos ni pobres son todos iguales hoy en este país y menos ante la ley. Como el trabajo es la base de la dignidad, la Justicia será la base del crecimiento en paz, ya que sin ella no habrá jamás un proyecto común compartido, o lo que es lo mismo, no habrá Argentina posible para nadie.

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