360 grados K

360 grados K


Como un trompo desbocado, el kirchnerismo parece desorientado en esto de cómo encarar sus dos últimos años en el poder. Acaso porque alguien creyó realmente el cuento de la eternidad, el “massazo” de las primarias desató en el oficialismo una estampida sin control. Primero vino la reacción groggy del gigante, ese que cree que nunca será volteado, mientras el séquito lo sigue endulzando. Pero luego, con el correr de los días, el espejo devuelve la realidad y viene lo peor: la reacción desesperada de quien nunca se imaginó débil. Si el primer Kirchner fue un ejemplo brutal de cómo construir poder desde un escaso veintipico por ciento, la última Cristina es una muestra también inusual de cómo dilapidar un apoyo histórico y volver en el ocaso a aquel modesto piso fundacional.

Pero los resultados electorales de la presidencial de 2003 y las primarias de 2013 no son la única variable en la que el kirchnerismo da una vuelta de 360 grados. Mucho más decepcionantes que el giro matemático son los cambios de discursos y acciones de sus referentes por esa voracidad de aferrarse al poder. Con un manejo discrecional de los recursos del Estado que solo ayudó a profundizar la adicción y cierta tendencia al travestismo.

La reciente imagen del intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, con chaleco antibalas junto a dos policías, como símbolo de un referente kirchnerista enfrentando la principal preocupación de los argentinos (la inseguridad), es un buen resumen de la descomposición. Curto tiene 75 años de vida y 22 como jefe comunal. Los intelectuales K solían mencionarlo como ícono de los denostados barones del conurbano. Viejos tiempos. Al otro día de la foto emblemática, el jefe comunal fue más allá y avaló públicamente el uso de armas entre la gente común para defenderse de la inseguridad. No hacía más que sumarse al discurso del flamante ministro de seguridad bonaerense, Alejandro Granados, otro veterano exmenemista incorporado en el modelo Nac&Pop 2013.

El viraje no solo es de un presuntuoso garantismo a la mano dura más llana. También significa recostarse en el gastado PJ bonaerense. Ese que usó Kirchner para acceder al poder máximo y que hoy recicla Cristina, ya no para ascender sino para no caer más abajo.

El juego de similitudes también obliga a detenerse en una figura de la que los Kirchner no pudieron desembarazarse: Daniel Scioli. Así como el ignoto Néstor lo abrazó en 2003 para hacerse más conocido, Cristina lo fija ahora como sostén, acaso también para arrastrarlo con ella.

La parábola de la década ganada regala otro punto en común con la partida. Por insistencia de los bien llamados fondos buitre o por impericia local, el kirchnerismo volvió a toparse con el incómodo problema de la deuda. Por supuesto, desde una posición incomparable a aquel tumultuoso comienzo, pero con un frente abierto mucho más preocupante de lo deseado. Diez años después y tras haber jurado en vano que no se les pagaría un peso a los carroñeros, la Argentina va por su tercer canje y con reservas en retroceso.

Ni siquiera el larguísimo conflicto por la ex-Botnia, derrota mediante, logró un cierre. Aunque suene a ficción, la Argentina volvió a agitar el fantasma de La Haya si no acuerda con Uruguay cuánto y cómo debe producir la papelera. El presidente Mujica lo resumió a su modo: “Esta vieja es peor que el tuerto”.

Entre tantas idas, venidas y contradicciones, por antecedentes, look o hasta estilo de vida, probablemente Amado Boudou o Hernán Lorenzino no están demasiado angustiados por una realidad y un Gobierno que ridiculizan algunas de sus definiciones públicas. Pero los volantazos del kirchnerismo también arrastraron por lugares indeseados a otros dirigentes y personas más arraigados con ciertos orígenes o historias. ¿Cómo explicará Héctor Timerman en reunión familiar su apoyo al acuerdo con Irán por la AMIA? ¿Y Daniel Filmus, que debió defenderlo en el Senado? ¿Qué sentirán Juan Cabandié o Martín Fresneda, hijos de desaparecidos, cuando salen a justificar el nombramiento de Milani en el Ejército o los innecesarios asados en la ESMA? ¿Qué mecanismo usa Susana Trimarco para despegar al Gobierno nacional de la corrupción del feudo de Alperovich que se llevó puesta a su propia hija? ¿Cómo digiere Pablo Ferreyra que el proyecto que ahora lo candidatea haya amparado al aparato sindical que mató a su hermano en una protesta?

Como la naturaleza, la política es un filtro implacable cuando algo empieza a descomponerse. Iguales o cambiados, algunos lograrán sobrevivir. Otros podrían borronearse para siempre.

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