Elecciones: ¿por qué harían lo que no les conviene?

Elecciones: ¿por qué harían lo que no les conviene?

"Las ganas de volver a votar parecen haber renacido al calor de las encuestas de imagen positiva que entronan al actual jefe de Gobierno, Mauricio Macri, en un cómodo 70 por ciento".


Las ganas de volver a votar parecen haber renacido al calor de las encuestas de imagen positiva que entronan al actual jefe de Gobierno, Mauricio Macri, en un cómodo 70 por ciento.

"Es el momento", disparan desde algunos de los cuarteles oficialistas, dispuestos al combate. Las alternativas que manejan para convocar a comicios son dos: la elección de Comunas (por las cuales se nota un tibio clamor popular), y la reforma de la Constitución, temas enlazados: porque de no reformarse la Carta Magna, la descentralización tiene plazo: este mismo año, salvo que la justicia electoral meta garfio y la demora tenga esta vez otro autor material.

Si es o no es necesario reformar la Constitución pareciera el próximo duelo a jugar entre las facciones en pugna. Todos los espacios que no conforman el bloque oficialista y que tienen representación legislativa parecen coincidir en que la convocatoria no tiene razón de ser, más allá de los matices, por ejemplo quienes la reclaman ahora y la esquivaron cuando fueron gobierno, como es el caso del ibarrismo.

La realidad indica que siempre hay aspectos que reformar en una Constitución, así sea ésta de la semana pasada, pues habrán quedado baches de esos que exigen a la materia gris del Tribunal Superior, pero las cosas suceden en contextos en los cuales esa demanda suena más a aprovechar el momento político que a otras necesidades.

Acaso lo que no advierten quienes fogonean el acto comicial es que el negocio podría costarle caro al oficialismo: no es una elección ejecutiva y ya probaron de esa medicina en octubre pasado. En ocasión del triunfo de Elisa Carrió, el PRO, con un equipo muletto (empezando por Ricardo López Murphy), terminó sexto, arañando un 4 por ciento, y por debajo del voto a Pino Solanas. Los separaron “nada más” que 42 puntos de la primera vuelta de Macri-Michetti en junio del mismo año.

Hay que recordar que ese traspié no quedó en el imaginario del pueblo porteño, que hoy tiene a Macri gobernando hasta el 2009 con aquel 46 por ciento difícil de igualar incluso tomando estas condiciones como “ideales”. Y se potencian las fortalezas por la cantidad de flancos abiertos que muestra la gestión de CFK y que tiene a maltraer a un fatigado Alberto Fernández. El Tío no estaría por estos días en condiciones de presentar batalla en su distrito: una nueva (la cuarta) derrota esmerilaría mucho su poder en la interna K. No sería extraño que en un futuro, macristas y kirchneristas acordaran no presentar batalla. Ambos tienen para perder y poco para ganar. Quizá se produzcan algunas treguas a la espera de tiempos mejores para unos y la consolidación de la administración (citadina) para otros.

Distinto es el horizonte para la Coalición Cívica y los socialistas (más algunos legisladores sueltos o afines), que podrían reverdecer los laureles de octubre de 2007, en una compulsa en la que no se plebiscita la gestión sino que se elige quién puede aportar ideas. Entonces, menos aparato y más cabeza se traduce como más ideología y menos bolsillo. Hay sectores del peronismo -pequeños por ahora- que ya se acercan a Lilita, con ese olfato tan particular que tienen “los compañeros” para intuir por dónde pasará el poder en los próximos tiempos.

Increíblemente, todavía quedan discípulos del General sueltos en la Capital, a pesar de que los Kirchner detentan el poder nacional y Macri logró armar su pata peronista, consolidada y al calor de un gobierno naciente.

Se sabe ya que Gustavo Beliz y José Octavio Bordón van y vienen por el departamento de la avenida Santa Fé y por la Fundación Hanna Arendt. Eso genera preocupación en la CC y también en los adversarios de Lilita. Cultores del bajo perfil, Beliz se fue despedido, y Bordón, que no fue despedido, fue ninguneado y reemplazado por el periodista “cristino y cristalino”, Héctor Timmerman.

La postura de Aníbal Ibarra, como todas las que toma en esta nueva etapa es para analizar, ya que carga con el fardo de “haber sido” y ya no ser, y se le complica criticar cosas por las que poco o nada hizo y ahora reclama. Suena, la mayoría de las veces, oportunista. Aunque una buena para el ex jefe de Gobierno: trabaja y discute como uno más en las comisiones que integra, a las que concurre quizás más que en su anterior período como legislador. Y no muestra las cucardas ante chicos a quienes se nota recién empiezan.

Y Jorge Telerman, ¿qué será de la vida del Pelado? Se sabía que tenía pensado romper su silencio político y quizá junto al grupete de jóvenes que lo acompaña en el operativo retorno -además de los incondicionales-, fuera uno de los jugadores que destrabara la oposición Macri – Tío Alberto. Deshojaba la margarita en La Trastienda, mientras definía el perfil de su regreso en el que se destacaba el tema de su relación y posición frente al Gobierno nacional.

Si la política fuera lógica, puede haber Pacto o pactos, no debería haber elecciones este año y por lo tanto no se debería reformar la Constitución. Y si se lo hiciera, se debería habilitar un sistema de enmiendas de una vez (para situaciones similares), las elecciones comunales podrían ser parte de esos pactos y sería la Justicia responsable de la postergación. Pero la política no siempre es lógica, a veces es absurda.

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