Ya todas las potencias definieron quién pierde: Ucrania

Ya todas las potencias definieron quién pierde: Ucrania

Opinión.


La aguda y sesgada mirada de Vladimir Putin de la geopolítica global fue moldeándose y creciendo entre otras cosas al compás de la renuncia del compromiso de no expandirse hacia el Este que realizara la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) –integrada ahora por Estados Unidos, Canadá y la mayoría de los países europeos- en ocasión de aquel manifiesto (en la reunificación de Alemania), cuando al organismo solo estaba conformado por 16 miembros, siendo justamente Alemania Federal (1955) y España (1982) los últimos países en haberse sumado hasta ese momento a la organización.

En su libro de Memorias, Mijail Gorbachov –protagonista de aquella negociación- hizo referencia al compromiso asumido y trasmitido a los soviéticos acerca del punto de la no expansión hacia el Este de la OTAN. Incluso Jack Matlock, embajador de los Estados Unidos en la Unión Soviética, en aquel momento confirmó lo dicho por Gorbachov, usando el término de “claro compromiso” de la OTAN.

Algunos países que habían sido parte del Pacto de Varsovia durante la Guerra Fría, como Polonia, Hungría y República Checa, en 1999 fueron los primeros en adherir y ser aceptados plenamente dentro de la OTAN. Luego se unirían -entre 2004 y 2009- los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), Bulgaria y muchos otros, hasta llegar a Bosnia, Georgia y Macedonia quienes pertenecen a la última horneada aceptada, recién en 2017. Pueden ser más en el futuro y eso es parte del conflicto desatado. Lo viejo, lo actual y lo por venir, todo eso se discute en el conflicto de Ucrania.

Es por ello que cada vez que en alguna reunión de las que realiza la OTAN se analiza –ya que fue y es una de las prioridades- la anexión de los países del Este europeo, y en Moscú sienten en carne viva lo que ellos llaman “la traición de la OTAN”, la falta de palabra en cuestiones de alta política, algo absolutamente inaceptable para estos dirigentes que aman la simetría en las decisiones, el respeto por los resultados de cada negociación y, por último, la no injerencia en los asuntos de otros Estados, sobre todo si se quiere avanzar sobre él y destruirlo (y reconstruirlo caro), como los casos de Irak y Libia, entre otros.

El caso de Ucrania, además de ser el último eslabón geográfico que tiene la OTAN hasta la frontera rusa, para el Kremlin es una remake de aquella movida de “no respeto”, en la parte más sensible, ya que los acuerdos de Minsk (I y II, sobre todo este último) fueron nuevamente bastardeados por los mismos que hoy “ayudan” a Ucrania, obligando al Kremlin a defender su posición ante la generación de una ola internacional mediática de condena, quizás la más importante que conozca este cronista en tiempos modernos.

Es más, la presión mediática generada por las declaraciones de los principales líderes de la OTAN fueron de tal agresividad que cuesta discernir quién es el inventor de esta ¿guerra?, que quizás jamás, y ojalá sea así, conocerá la gran escala. Las novedades de este jueves a la mañana garantizan lamentablemente la destrucción y muertes. Nadie sabe a ciencia cierta como evolucionará militarmente el conflicto que Putin tenia preparado por si fallaba -como sucedió- las negociaciones que esquivó Occidente para cumplir su estrategia.

La realidad es que ante el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk (del que además de los involucrados, participaron Alemania y Francia) cada uno quiso cumplir  su objetivo por mano propia (y Ucrania, con manos ajenas, sin saber en qué se metía). Lo que pasa es que además se juegan muchas otras cosas (que no pasan por esos acuerdos) para otros países centrales que están más lejos del lugar, especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña. Y que son justamente los que bombardearon esos acuerdos y hoy llevan de las narices -no solo a Ucrania- sino a los dos países europeos que participaron de los mismos, que hoy extrañan ¡y de qué manera! la muñeca de grandes ligas de Angela Merkel.

Ucrania, ya antes de los bombardeos de este jueves es doble víctima -de Rusia, que le birló Crimea y el Donbass y puede perder algo más-, y de la OTAN, que la ha empujado a este conflicto de gran magnitud sin brindarle ni las herramientas ni el sostén político que es necesario para estos movimientos. Tampoco otros jugadores del mundo occidental dan la vida por esta campaña, pero lo harán en silencio.

Nada de lo que venga por delante será bueno para Ucrania. Su historia reciente así lo marca. Su miope dirigencia colaboró con la OTAN en el armado del movimiento “de colores” del EuroMaidán para dar un golpe institucional en su país, que culminó con el derrocamiento de Víktor Yanukóvich, a cambio de nada. O más bien sí, de perder parte de su territorio a manos de Rusia, además de miles de vidas de sus combatientes y su estabilidad regional. A pesar de ese costo, nunca la aceptaron en la Unión Europea y mucho menos, en la OTAN. Europa y Estados Unidos les vende armas insuficientes a propósito, con las que nada podrán hacer ante los avances de Rusia, pero sí las tendrán que pagar algún día y sumarán nuevas deudas y créditos a los que ya tienen con sus propios “amigos”.

Es difícil tener aliados tan necios y poderosos, pero tampoco los gobiernos de Ucrania pueden cometer siempre los mismos errores. Así se paga el precio por tener gobiernos tan ciegos, inútiles y pusilánimes, ya que resulta obvio resaltar que los inocentes ciudadanos ucranianos son las únicas víctimas de tantos desatinos de sus distintos gobernantes. Que las imágenes de TV no borren la realidad. Es el principal aprendizaje.

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