El triunfo de La Libertad Avanza en las elecciones del domingo fue auspicioso para Javier Milei, que profundizará sus políticas de ajuste y buscará concretar la reforma laboral, la reforma tributaria y seguirá desfinanciando a la salud pública, a los jubilados, a las universidades y a los discapacitados, entre otros sectores sociales necesitados.
Algunos funcionarios gubernamentales ya anticiparon que la reforma laboral “dinamizará el mercado”, generará más empleo y reducirá las paritarias a acuerdos “por empresa”. De esta manera, pretenden licuar el poder sindical y entregar la economía a los empresarios y a autoridades gubernamentales que harán la vista gorda ante cualquier reclamo gremial.
A fines de noviembre se eliminarán los subsidios energéticos y en poco tiempo más -por pedido del staff del FMI- comenzará el proceso de privatización de las empresas estatales Enarsa, Nucleoeléctrica Argentina, Yacimientos Carboníferos Fiscales de Río Turbio, Intercargo, AySA, Belgrano Cargas y Corredores Viales S.A., todas ellas incluidas en la Ley Bases.
Ante este panorama de cambios drásticos en la vida de los argentinos, la crisis que vive nuestro país sigue estando en el mismo lugar en el que estaba el 25 de octubre.
La crisis no es sólo económica. Sobre un total de 36 millones y medio de empadronados en condiciones de votar, sólo concurrieron a las urnas algo más de 24 millones. Un tercio de los argentinos (algo más de 12 millones) eludió su presencia en las escuelas y en otros lugares de sufragio.
¿Democracia?
Este desprecio por las urnas de quienes supuestamente deberían verse beneficiados por el sistema, corre en paralelo con el desprecio mostrado por Javiel Milei y por algunos sectores de las finanzas hacia la democracia, un sistema que pretende limitar sus ganancias y que intenta obligarlos a repartirlas, en algunas escasas ocasiones. Pero los intereses de ambos sectores son opuestos. La riqueza de unos se construye sobre la pobreza de los otros. Esta tesis y antítesis no tiene solución. Sólo puede ser saldada mediante un pacto social o un gran acuerdo nacional, que son fórmulas que para ser efectivas exigen un fuerte compromiso político de los actores, que es un activo muy difícil de lograr. La fragilidad de una propuesta de este tipo es que escasea en esta sociedad el bien principal para el cumplimiento de estos acuerdos, que es la honestidad. Entre fulleros anda el juego y así no se va a ninguna parte.
Esta confusión de los roles en el seno de la sociedad tiene que ver con el “régimen de la información”, cuyo interés no es el cuerpo de los sujetos, sino que se apodera de la psique por medio de la “biopolítica”. El sistema posee hoy el acceso a la información, que se usa para la vigilancia psicopolítica y el pronóstico del comportamiento. Si el lector lee una noticia policial en su computadora o en su teléfono (que es otra computadora), se verá inundado por las noticias policiales, que se le aparecerán cada vez que acceda a cualquiera de las redes sociales.
De esta manera, las personas son reducidas sólo a la condición de receptores de datos y a “ganado consumidor”, según describe el filósofo coreano residente en Alemania Byung-Chul Han en su libro “Infocracia”.
Han plantea que el Régimen de la Información se rige por tres principios topológicos: las discontinuidades dejan paso a las continuidades; los cierres dejan paso a las aperturas y las celdas de aislamiento son reemplazadas por redes de comunicación. Todo está previsto en el sistema.
“El capitalismo de la información se apropia de técnicas de poder neoliberales. A diferencia de las técnicas de poder del régimen de la disciplina, no funcionan con coerciones y prohibiciones, sino con incentivos positivos. Explotan la libertad, en lugar de suprimirla. Controlan nuestra voluntad en el plano inconsciente, en lugar de quebrantarla violentamente. El poder disciplinario represivo deja paso a un poder inteligente que no da órdenes, sino que susurra, que no manda, sino que da con el codo, es decir, da un toque con medios sutiles para controlar el comportamiento. La vigilancia y el castigo, que caracterizan al régimen de la disciplina según Foucault, dejan paso a la motivación y a la optimización. En el régimen neoliberal de la información, la dominación se presenta como libertad, comunicación y community” (Nuevamente, Byung-Chul Han).
La Argentina líquida
Mientras tanto, en Argentina la inflación y el dólar volvieron a subir y no se espera que eso se detenga. De todos modos, la catástrofe no parece asomar en estos días, aunque no hay certezas. El mundo es líquido, según dijo alguna vez Zygmunt Bauman.
La vida líquida es como se vive en nuestras sociedades. Sin rumbo. Sin certezas. Una vida llena de precariedades y de incertidumbres, que forma hombre y mujeres temerosos de no estar actualizados y de olvidar las fechas de caducidad (todo termina rápido y se va igual). La vida moderna está asediada constantemente por finales de ciclo y nuevos comienzos, que intentamos que sean lo más indoloros posibles. De esta manera, saber librarse de las cosas y de los objetos es más importante que adquirirlos.
La sociedad líquida cambia constantemente. Nosotros cambiamos constantemente. Esta inseguridad, esta incertidumbre representa Milei.
Peronismo
El Justicialismo, por el contrario, es un movimiento político de certezas. La licuación de sus activos culturales, folklóricos y doctrinarios no forman parte de su ADN.
Esta negativa a aceptar esta parte de la modernidad es también un sello de su identidad. Ésa es su debilidad y su fortaleza, porque la autenticidad sí pertenece a su acervo. Sus militantes guardaron celosamente durante 80 años ese capital, que se traspasa de generación en generación, de padres a hijos y de abuelos a nietos.
No están establecidos aún los números definitivos de la votación del domingo, aunque los peronistas esperan, cuando menos, descontar algo de la ventaja que obtuvo el partido de Milei. De todos modos, aparentemente no habrá cambios significativos en el resultado final, aunque la Caja de Pandora, cuando se abre, es imprevisible.
Desordenado, desperdigados sus militantes, pareciera que el peronismo tardará en recomponerse. En esta ocasión, no hubo campaña electoral. Los intendentes se fueron de vacaciones, no hubo pintadas, no hubo afiches, ni siquiera hubo campaña en las redes. Este cronista preguntó el porqué de tanto silencio y la respuesta de un alto dirigente fue que “cada vez que nos juntamos, alguien se pelea”. Existen demasiados intangibles cuando no existen acuerdos mínimos entre militantes y entre dirigentes. De esta manera, cualquier reunión se convierte en el Club de la Pelea.
El Pueblo, tan desperdigado y desordenado como todo el peronismo, votó por el único mal que tenía a mano. No quería a Mauricio Macri, a quien ya conocía todo el mundo. Tampoco querían más a ese peronismo de los arribistas, de los parásitos y de los incumplidores seriales. No había ningún emisario del bien en 2023. Por eso, ganó el mal manifiesto ante el bien fingido, que tampoco es el bien.
Ahora vendrá el verdadero rostro libertario. Sin hipocresía, ni falsas sonrisas.
Si se acabaran los subsidios, las jubilaciones, las pensiones, la salud pública, las obras sociales, las escuelas y las universidades, ¿habrá protestas?




