La temporada de verano llega sin acuerdo de precios

La temporada de verano llega sin acuerdo de precios

El turismo finalmente no tendrá Precios Justos.


La incontrolable inflación deriva en que el sector comercial deba remarcar las tarifas constantemente y tenga que hacer malabares entre fijar precios competitivos y, a su vez, rentables.

Especialmente en la industria turística, las variables económicas de oferta y demanda se desajustan en la temporada alta de verano, donde la mayoría de las y los argentinos elige vacacionar, y el Estado busca poner paños fríos a los aumentos de precios que se dispara con la demanda. Aunque por lo pronto, sin éxito.

El Ministerio de Turismo y Deportes, a cargo de Matías Lammens, había indicado en el “Encuentro de Cierre del Año Turístico Argentino 2022” hecho en la ciudad San Carlos de Bariloche, a principios de diciembre, que en las semanas siguientes llevarían a cabo un nuevo acuerdo de precios con las cámaras gremiales del sector a fin de evitar una estampida de tarifas en verano.

En dicha jornada participó el sector privado, representado por la Cámara Argentina de Turismo (CAT), liderada por Gustavo Hani, que se había mostrado dispuesto a dichas negociaciones con el Ejecutivo y también optimista al indicar que “2023 va a ser el año del turismo en el país” que “romperá todos los récords”.

Pero para que eso suceda, hay dos factores a tener en cuenta: según una encuesta del Programa de Estudios de Opinión Pública de la Facultad de Turismo y Hospitalidad de la Universidad Abierta Interamericana, un 48,8% de las personas consultadas indicaron “estar seguros” de que no viajarán durante la temporada estival. Mientras tanto, el 31,3% dijo que sí lo hará, y el 19,9% aún está indeciso. En comparación con los resultados del 2022, el porcentaje de los que afirmaron que no se tomarán vacaciones aumentó un 8,2%. Este porcentaje diferencial es a causa del factor económico.

Mientras que el 43% financiará sus viajes con ahorros, ascendió un 15% el porcentaje de argentinos que vacacionará por el país en lugar de hacerlo en el exterior.

El segundo facto señala que los precios han aumentado casi al ritmo de la inflación. Por dar un ejemplo, hasta el momento, los valores estimados para la temporada de verano en la ciudad de Mar del Plata son en promedio un 70% más caros que en la anterior, según datos aportados por el Colegio de Martilleros de General Pueyrredón. Lo mismo ocurre en otros destinos turísticos y en otros rubros de la industria. Pero aun siendo porcentajes de aumentos altos, no son en todos los casos suficientes para equiparar la tasa inflacionaria interanual de la Argentina que en 2022 rozó el 100%.

Esta temporada estival tiene otra particularidad: no habrá impulso del programa PreViaje, por lo que significará un termómetro para medir la recuperación de esta industria de manera natural.

Aun así, el pronóstico para este verano en relación al flujo de turistas es óptimo: se prevé comenzar el 2023 con más de 20 millones de viajeros/as recorriendo el país, un 10% mayor que en época de plena pandemia. De cualquier manera, aún no se logró alcanzar los estándares del 2019.

Según el Ministerio, la ocupación hotelera respalda este buen augurio: Pinamar ya tiene ocupado un 91%, al igual que Mar de las Pampas y Mar Azul; mientras que el resto del Partido de la Costa ya tiene reservado un 80% y Necochea un 83%.

Eso sí, los augurios para las negociaciones de precios se nublan: finalmente no habrá Precios Justos en turismo y las conversaciones entre las cámaras de empresarios del sector y el Gobierno Nacional no han proliferado. Se han establecido, en cambio, algunos precios de referencia para que haya una concordancia entre el valor de los servicios y la tarifa de venta al público, pero el mercado turístico quedará librado a la suerte. O a la voluntad del empresariado.

Los acuerdos para consensuar un rango de precios por categorías de servicios y de hospedajes se demoró: la hotelería y transporte ya están casi vendidos. Sólo resta contener posibles estampidas de precios en gastronomía, entretenimiento y servicios varios en los destinos turísticos del país.

Tarifas hoteleras y competencia desleal

Establecer precios de referencia o congelar tarifas hoteleras es para el Estado una misión imposible si desea salvar al sector hotelero. Es que las tarifas de los establecimientos de alojamiento formal están retrasadas entre un 20% y 25% ya que no ha crecido al ritmo inflacionario y se ven obligados, a su vez, a competir contra los alojamientos informales que no padecen la misma presión impositiva ni controles de precios. Esta “competencia desleal”, tal como les llaman a alojamientos no regulados como AirBnb o alquileres de casas particulares, no sólo le ha sacado clientela, sino que juegan con las cartas más cómodas en el mercado turístico para lograr la rentabilidad.

Sector gastronómico

Los bares, cafés, restaurantes y confiterías fueron uno de los sectores más golpeados por la pandemia de Covid-19. Innumerables establecimientos gastronómicos se van visto obligados a cerrar sus puertas y bajar sus persianas permanentemente tras la cuarentena. En mayo de 2021 se estimaba que habían cerrado unos 10 mil comercios del sector y que se perdieron más de 150.000 empleos. En su mayoría, son emprendimientos unipersonales y/o familiares que generan empleo genuino de manera federal. Es por eso que gremios gastronómicos luchan por aumentos salariales a través de paritarias.

En este contexto, la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos (UTHGRA), que lidera Luis Barrionuevo, acordó un aumento salarial del 28% en tres tramos para el período 2022/2023. Este porcentaje se sumará al 78% ya acordado, por lo cual el incremento anual alcanzará el 106%: se pagará el 10% en enero de 2023, 10% en marzo y 8% en mayo. En todos los casos los montos son no remunerativos.

De esta manera, el sindicato conducido por Barrionuevo se suma a otros que lograron revisiones salariales que permiten equiparar la inflación anual.

“¿De qué me sirve 100% de aumento si no me parás los precios? Cuando lo cobrás, ya te lo comió el supermercado. No podemos estar todos los meses discutiendo paritarias, no es bueno para nada”, había cuestionado el gremialista en una entrevista radial. Y es que la inflación es el primer eslabón de un efecto dominó que termina por voltear la rentabilidad de los mercados, soslayando el poder adquisitivo de quienes quieren viajar y las ganancias de quienes necesitan trabajar.

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