La interna preocupa electoralmente a los principales dirigentes del FdT

La interna preocupa electoralmente a los principales dirigentes del FdT

Los cruces entre el albertismo y el cristinismo están en su peor momento. Hay inquietud de cara al futuro del espacio.


La discusión entre el albertismo y el cristinismo en el gobierno nacional ya generó un gran hartazgo en el peronismo. Después de tantos disparos cruzados entre el kirchnerismo y la Casa Rosada, se entrecruzan las sensaciones. Lo que produce incertidumbre por el futuro político de la coalición, desazón por la falta de reacción de Alberto Fernández e incomprensión sobre los permanentes ataques K.

Lo que tienen en claro en la gran mayoría de las terminales del Frente de Todos es que a medida que la interna política avanza, el Gobierno se va alejando cada vez más de la agenda de la gente. Es decir, de las preocupaciones que existen en la sociedad sobre el aumento de precios, los hechos de inseguridad y las dificultades para conseguir trabajo, por poner algunos ejemplos.

Un importante senador peronista que reporta a uno de los gobernadores del PJ alineados al Jefe de Estado, le dijo a Infobae: “Tenemos que salir de esta interna palaciega e insoportable. Pero no hay señales de que eso ocurra. A la gente no le interesan nuestras peleas de poder”.

Un diputado con acceso directo al despacho presidencial reflexionó en ese mismo sentido: “No podemos salir de la trampa. Hablamos solo de eso y no de lo que estamos haciendo. Un gobierno es contar lo que hace bien y corregir lo que hace mal. Me da pena este momento”.

Lo cierto es que la interna permanece activa. Todos los días hay un nuevo capítulo. Más o menos trascendente que el del día anterior, pero con una continuidad que no se interrumpe. Muchos dirigentes pasaron de la seguridad de que “las diferencias se van a solucionar” a la resignación de “esta situación es irreversible”.

Además, en el peronismo ven que el Presidente no está dispuesto a golpear la mesa y frenar la avanza kirchnerista, por lo que la situación entrará en una suerte de nuevo statu quo. La interna destructiva seguirá, con altos y bajos, hasta que Alberto Fernández decida ceder a los reclamos o generar un golpe de efecto a través de una decisión política de envergadura.

La semana pasada un grupo de senadores nacionales inauguraron lo que dieron en llamar “La peña de las provincias”. Legisladores de todos los sectores del peronismo estuvieron dos días en Tucumán con una agenda marcada por la producción, el turismo, las exportaciones y la situación sanitaria. Esa movida buscó ser, en clave política, una señal de unidad.

El detrás de escena de ese viaje fue también intentar generar una salida a la interna entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Dejar en el camino la agenda judicial de la Vicepresidenta, abocada a la discusión sobre la conformación de la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura, y dejar atrás los movimientos de la Casa Rosada referentes a la discusión de poder con los K.

“La gente no entiende nada de esta pelea. No sabe quién es Larroque, pero se da cuenta que esto es un quilombo. Y dentro de nuestro espacio los gobernadores se dan cuenta que la pelea nos está consumiendo la energía. Y están calientes con eso”, sostuvo ante Infobae un importante ministro del Gabinete.

El miércoles Sergio Massa se reunió con Alberto Fernández y Cristina Kirchner por separado en un gesto que fue interpretado en algunos sectores del peronismo como un avance para una posible tregua. Más allá de que el presidente de la Cámara de Diputados aclaró que no habló de la interna con ninguno de los dos, el movimiento político tuvo repercusión hacia adentro.

Quienes conocen a Fernández y tienen trato frecuente con él, no lo ven dispuesto a sentarse a negociar una tregua con Cristina Kirchner. Antes de poder tener la posibilidad de un acuerdo, tiene que haber predisposición. Y esa postura hoy no está, motivo por el que la pelea de poder está trabada, encasillada en un mismo lugar.

La lucha de poder peronista desgasta en forma permanente al gobierno nacional. Ese deterioro es percibido en la coalición como una enorme barrera para lograr la reelección en el 2023, más allá de quien sea el nombre propio que la encarne. Es decir, la reelección del peronismo al frente de la Casa Rosada, no la de Alberto Fernández.

En los despachos oficiales del Gobierno y del Congreso aumenta a pasos agigantados el clima derrotista. En gran medida, porque la inflación está carcomiendo el poder adquisitivo de la mayor parte de la sociedad y la interna política le reduce la credibilidad y la confianza al gobierno nacional. Un combo explosivo.

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