Hoy se celebra en Nueva York una sesión especial de la Asamblea General de la ONU en memoria de las víctimas de la contienda más devastadora y trágica de la historia de la humanidad. Esta iniciativa de la Federación de Rusia, coautorada por 54 Estados, ha contado con el apoyo de la Asamblea General, que adoptó la resolución 79/272 “Octogésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial”. Este evento tiene lugar en vísperas del Día de la Victoria sobre la Alemania nazi, que se celebra en Rusia el 9 de mayo.
Es una fecha especial para los pueblos de la ex Unión Soviética llena de dolor y orgullo, un momento de profunda reflexión sobre la hazaña de millones, que no debe ser olvidada, menospreciada ni sustituida por otras interpretaciones. Justamente en el territorio de la URSS tuvieron lugar las batallas más feroces de la Segunda Guerra Mundial. El pueblo soviético pagó el precio más alto por la victoria sobre el nazismo: más de 27 millones de vidas humanas, un 40% de todas las pérdidas en los campos de batalla. Entre ellas, había cerca de 11 millones de soldados y oficiales y más de 16 millones de civiles.
La proporción entre militares y civiles fallecidos muestra que se llevó a cabo un nuevo tipo de guerra contra la Unión Soviética, fundamentalmente diferente de las campañas del ejército alemán en Europa. Su objetivo era el exterminio total sin reglas y restricciones morales. La estrategia de genocidio del pueblo soviético, elaborada con antelación en Berlín se implementaba metódicamente desde los primeros días de la invasión. Hitler había firmado un decreto que prometía amnistía por cualquier crimen de guerra a los participantes de la “campaña hacia el Este”. La idea de las “razas inferiores” que no tenían derecho a la vida, fue inculcada constantemente a los alemanes. Los eslavos fueron declarados “infrahumanos” (untermenschen), que debían ser exterminados, reasentados o esclavizados. Se cometieron todas las atrocidades imaginables e inconcebibles contra el pueblo soviético, incluyendo matanzas masivas, privaciones y hambruna, detención en los campos de concentración con cámaras de gas, hornos crematorios y experimentos inhumanos, torturas y otras formas de violencia. Los alemanes quemaron viva a mi bisabuela en una casa de madera, junto con sus vecinos. No hay una sola familia en nuestro país que no sufriera la amargura de la pérdida, por eso el 9 de mayo se considera una celebración con lágrimas en los ojos. Ha llegado el momento de reconocer los crímenes cometidos por los nazis en el territorio de la URSS como actos de genocidio, a nivel internacional.
Sin exagerar, todo el inmenso país se alzó para luchar contra el enemigo. La resistencia fue feroz y no parecía a lo que los nazis habían enfrentado antes. De los Estados europeos, Noruega se defendió durante el mayor tiempo – dos meses, y Francia – un mes y medio. Holanda resistió durante cinco horas, Dinamarca – seis, Bélgica – dieciocho, y París se rindió sin disparar un solo tiro. A modo de comparación: las tropas alemanas no lograron capturar un edificio de cuatro pisos en Stalingrado, conocido como la Casa de Pavlov, 58 días. Para la URSS, la guerra duró 1418 días culminando con la capitulación total e incondicional de Alemania.
La Gran Guerra Patria también se convirtió en una lucha por la libertad de toda Europa. Tras la contraofensiva del Ejército Rojo en 1943, su avance se desarrolló rápidamente: se liberaron no solo las ciudades y pueblos de la URSS, sino también los Estados europeos que se encontraban bajo el yugo de los nazis. Entre 1944 y 1945, las tropas soviéticas contribuyeron de manera decisiva a la expulsión de los fascistas del territorio de Polonia, Rumania, Bulgaria, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Austria y la parte oriental de Alemania. Dichas operaciones militares se vieron acompañadas de enormes pérdidas. Durante la liberación de Polonia, fallecieron más de 600 000 soldados soviéticos, y en Hungría y Checoslovaquia, alrededor de 280 000.
A medida que avanzaban, las tropas soviéticas liberaron los campos de concentración nazis de Majdanek, Sobibor, Treblinka, Stutthof, Sachsenhausen y Ravensbruck. En enero de 1945 el Ejército Rojo entró en el mayor de ellos, Auschwitz, donde se descubrieron horribles pruebas de exterminio en masa. Hoy, por conveniencia política, el Occidente prefiere no recordar a quienes detuvieron el trabajo de las “fábricas de la muerte” de Hitler a costa de sus propias vidas, y no invita a representantes de Rusia a los actos conmemorativos.
En el año del aniversario de la Victoria, es importante hablar no solo de los acontecimientos del pasado, sino también de su importancia para hoy. Es necesario preservar y transmitir a las generaciones futuras la verdad sobre el precio pagado por la paz. Al fin y al cabo, las lecciones de la guerra no son solo historia, sino también un punto de referencia moral, una advertencia contra la repetición de la catástrofe.
Tras sufrir pérdidas irreparables hace 80 años, Rusia jamás permitirá la revancha de ideas de superioridad nacional. En Argentina vive la única veterana de la Gran Guerra Patria, María Kadar. Ella ya había atravesado horrores y sufrimientos décadas atrás, se vio obligada a abandonar su hogar en Donbás en 2014, huyendo de los bombardeos de los nacionalistas ucranianos que pretendían extirpar todo lo ruso en su país. Su destino confirma claramente que el nazismo debe ser erradicado de una vez por todas. En vísperas del Día de la Victoria en nombre del Presidente Vladimir Putin le entregué a María Kadar una medalla conmemorativa y su felicitación personal.
La verdad histórica no puede ser objeto de especulación política ni manipulación ideológica. El aporte de la Unión Soviética a la derrota de la Alemania nazi no solo fue significativa, sino decisiva. Sin la hazaña de los soldados soviéticos, los esfuerzos del frente interno y los sacrificios de millones de personas, el mundo actual sería completamente diferente. Exigimos respetar los hechos y recordar a los que pagaron con su vida por la libertad de otros. La memoria no es un instrumento de presión ni un elemento de política exterior. Es un imperativo moral que une a los pueblos en la búsqueda de la justicia. Es la memoria que debe convertirse en una vacuna para la humanidad contra la repetición de los terribles acontecimientos de mediados del siglo pasado. Por eso nuestro país presenta anualmente ante la Asamblea General de la ONU un proyecto de resolución sobre la lucha contra la glorificación del nazismo y el neonazismo. Agradecemos a todos los Estados, incluida Argentina, que lo apoyan.
El 80º aniversario de la Victoria debe convertirse en un momento no sólo de conmemoración histórica, sino también de renacimiento de la solidaridad entre los pueblos. Que esta fecha inspire la preservación de la paz, el desarrollo de relaciones de buena vecindad y el fortalecimiento del entendimiento mutuo. Honremos la hazaña y el coraje de quienes cayeron en el frente y en la retaguardia con un minuto de silencio. Inclinemos la cabeza ante los héroes que aplastaron el nazismo. Saquemos conclusiones para el futuro. Con palabras o espadas, siempre defenderemos nuestra seguridad e independencia.