El ex líder del Movimiento Todos por la Patria, Enrique Gorriarán Merlo, murió este viernes a las 16.30 en el Hospital Argerich, producto de una complicación cardiovascular, según informó a Télam el vocero del ministerio de Salud porteño.
Gorriarán Merlo había sido trasladado esta tarde al Hospital Argerich para que se le practicara una cirugía ya que padecía un "aneurisma en la arteria aorta".
Merlo fue un hombre polémico que, a diferencia del líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, ponía mucho más énfasis en la lucha armada que en la acción política.
Por supuesto, esta postura le costó muchos problemas dentro del Partido Revolucionario del Trabajadores (PRT) y de la organización guerrillera que fundó junto a Santucho en la década del 70, debido a lo cual fue degradado varias veces.
Su larga trayectoria guerrillera quedará marcada en la historia por dos hechos fundamentales: la ejecución del dictador nicaragüense Anastasio Somoza, en Paraguay, el 17 de septiembre de 1980, y por el frustrado ataque al cuartel de La Tablada el 23 de enero de 1989.
Sin embargo, en su libro "Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los Setenta a La Tablada", escrito con la colaboración de Darío Díaz, reconoce que "nadie puede estar a favor de la violencia", aunque admite que "ante determinadas situaciones surge la violencia".
También señala que su generación "cometió errores" como el de no haber aceptado la tregua que le ofreció el ex presidente Héctor Cámpora, al asumir la presidencia en marzo 1973, por un problema de táctica política.
"Eso hubiera permitido que las acciones posteriores de las Tres A (Alianza Anticomunista Argentina) no fueran vistas por la gente como un objetivo de combatir a la guerrilla, sino que respondían a una estrategia propia de poder", señala en sus memorias.
Sin embargo, justifica el ataque al cuartel de la Tablada, ya que lo consideró necesario para frenar la amenaza de las fuerzas armadas contra el sistema democrático instaurado a partir de diciembre de 1983.
"Creíamos que las Fuerzas Armadas, con todo su desprestigio, no estaban en condiciones de poner en peligro la democracia. Pero se produce la sublevación de Semana Santa y luego las leyes de Punto Final y Obediencia Debida", señala Gorriarán Merlo.
"A mediados de 1988 nos enteramos de que hay una relación entre el entonces dirigente justicialista Carlos Menem y el coronel Mohamed Alí Seineldín con la intención de reemplazar al presidente Raúl Alfonsín por su vice, Víctor Martínez. Hablamos con el gobierno que estaba al tanto de todo esto, pero no sabía qué hacer. También lo hicimos con sectores del peronismo, pero nadie nos hizo caso. Eso fue lo que decidió nuestra acción en La Tablada y ese día se evitó un golpe", señala.
Tras la muerte de Santucho, Gorriarán Merlo se exilió en Nicaragua donde luchó junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional y, tras el triunfo de la revolución el 19 de julio de 1979, se convirtió en miembro de la seguridad del nuevo gobierno.
Su lado más oscuro fue, precisamente, el asalto al cuartel de la Tablada como líder del Movimiento Todos por la Patria, en 1989, con el fin de frustrar un posible golpe de Estado. Nunca quedó claro lo que realmente ocurrió en esa guarnición militar.
Como era su costumbre -ya que en 1972 se había fugado de la cárcel de Rawson con Santucho y un grupo de guerrilleros a Chile- logró salir del país pero postiormente fue detenido en México por los servicios secretos argentinos y condenado a cadena perpetua por los hechos de la Tablada.
Fue indultado por el ex presidente Eduardo Duhalde y salió en libertad el 22 de mayo de 2003, junto a un grupo de militantes del MTP y a militares carapintadas.
En los últimos años había anunciado la posibilidad de formar un movimiento político, un proyecto que anunció en Rosario, donde presentó el Partido del Trabajo y el Desarrollo, para participar en las elecciones de 2007 en "oposición al neoliberalismo y con la
visión de una óptica latinoamericana", pero que en la práctica nunca se concretó.
En esa iniciativa política, abogaba la necesidad de sustituir la democracia representativa por una participativa y, además, exhortaba a reducir la jornada laboral para generar más empleo.