“El teatro es un medio para superar trastornos y dificultades de la cuarentena”

“El teatro es un medio para superar trastornos y dificultades de la cuarentena”

Los beneficios del teatro son infinitos, pero poco difundidos. Entrevista con Lucas Gagliano, profesor de teatro, actor, estudiante de psicología y payamédico.


El encierro, individualización y la cercanía a la muerte traídas por la pandemia de Covid-19 y su consecuente cuarentena no han sido gratuitas para la salud mental. Ansiedad, dificultades para la sociabilización, expresión y comunicación, además de los cambios en la modalidad de trabajo y costumbres, la incertidumbre constante, estrés y angustia son algunos ejemplos de los malestares que hoy sigue padeciendo un gran porcentaje de la sociedad.

La “cuarentena más larga del mundo” que ha vivido la Argentina no es el único motivo por el que tantas personas tienen dificultades para expresar sus emociones y liberar sus tensiones. La situación de crisis provoca que muchas personas vivan con base en su preocupación, atendiendo urgencias económicas y/o laborales, pero para no olvidarse de una/o misma/o hay una herramienta divertida y terapéutica recomendada por distintos profesionales de la salud: el teatro.

“El teatro justamente ayuda a resignificar muchas cosas: miedos, prejuicios con los demás o con nosotros mismos. Ayuda a conectarse con las emociones, con el cuerpo, con el otro, con la risa, conectarse con ese niño/a que quiere seguir jugando y desarrollando su creatividad. Esa creatividad está ahí, la tenemos todos”, contó en diálogo con Noticias Urbanas Lucas Gagliano, actor, productor, profesor de teatro, coach, payamédico y estudiante de psicología.

Hacer teatro es una opción válida para todas las edades. Lo importante es dejar de procrastinar el propio bienestar: “La pandemia vino a enseñarnos a dejar de postergar lo que nos gusta y nos hace bien. Sea realizar un taller de teatro, sea andar o aprender a usar una bicicleta (sin importar la edad que tenga esa persona) o tirarte desde un paracaídas”.

“Yo, además de profe de teatro, estoy estudiando psicología y muchas veces encuentro papers o estudios científicos que identifican mejoras en sus pacientes: tanto en la conciencia como en la cognición social, la comunicación social, la empatía y en la motivación”, comentó Gagliano.

La clave está en animarse. Por eso, el profesor y actor asegura que es importante acercarse a ver una clase para saber de qué se trata la propuesta y cuenta en esta entrevista cuáles son los beneficios de esta actividad para la salud física y mental, experiencias con sus alumnos/as y hasta historias de superación personal.

 

-¿Cómo puede el teatro ayudar a estas personas?

-Considero que es importante siempre realizar una consulta con un profesional del área de la salud mental: sea psicólogo, psiquiatra, médico en general, etc. En mi caso, tengo muchos alumnos/as que luego de la pandemia comenzaron a venir por recomendación de un psicólogo o psiquiatra, o incluso motivados, creo yo, por todo lo que fue pasando desde la llegada del virus a nuestro país, porque también la pandemia vino a enseñarnos a dejar de postergar lo que nos gusta y nos hace bien. Sea realizar un taller de teatro, aprender a usar una bicicleta (sin importar la edad que tenga esa persona) o tirarse desde un paracaídas. El teatro como técnica en sí misma es maravillosa y milagrosa. Tiene efectos comprobados por profesionales de la salud y todos son positivos.

De hecho, “positivo” es una palabra que hay que resignificar, ya que durante la pandemia significaba algo malo, pero es algo genial en este caso. Y el teatro justamente ayuda a resignificar muchas cosas: miedos, prejuicios con los demás o con nosotros mismos. Te ayuda a conectarte con tus emociones, con tu cuerpo, con el otro, con la risa, conectarte con ese niño/a que quiere seguir jugando y desarrollando su creatividad. La creatividad está ahí, la tenemos todos/as.

En cuanto a las inseguridades física e internas, creo que es importante reconocer y darse cuenta que el teatro sirve para aprender a aceptarse tal como somos o mejorar algo que queremos. Pero obviamente si esa persona necesita a un profesional de la salud mental (psicólogo o psiquiatra) es fundamental que asista a uno. El teatro no lo reemplaza. El teatro es un gran complemento para mejorar.

Con esta actividad, mejorás la comunicación con el otro/a, aprendés a aceptarte, ayuda a tener mayor confianza en las ideas y propuestas que marques en una escena, desarrollás mucho la creatividad, la espontaneidad, la oratoria, ¡mejoramos hasta como personas!

También afilamos nuestra observación, aprendemos a recibir feedback, a tener confianza para encarar proyectos y todas las herramientas que vas adquiriendo después se van trasladando a la vida misma. Por eso, considero que todos/as, absolutamente todos/as, deberían hacer por lo menos dos años de teatro en algún momento de sus vidas. Realmente se los recomiendo.

 

– ¿Qué beneficios para la salud mental trae el teatro? ¿Es una herramienta terapéutica?

-En la actualidad hay muchísimos profesionales de la salud mental que hablan maravillas de los efectos del teatro en sus pacientes. Incluso, yo además de ser profe de teatro, estoy estudiando psicología y muchas veces encuentro papers o estudios científicos que identifican mejoras en sus pacientes: tanto en la conciencia como en la cognición social, la comunicación social, la empatía y en la motivación.  Así como avances en el funcionamiento adaptativo y mejoras en nivel general. Estos beneficios se traducen en una mejora de la calidad de vida de los pacientes.

Entonces, ¿cómo no pensar en anotarse en un curso de teatro? Si desarrollás un momento lúdico, creativo, mejorás habilidades sociales (compartís con otras personas), mejorás tu creatividad, tu espontaneidad, tu carisma, tu oratoria, tu juego propio, aceptás tu cuerpo porque estás animándote a exponerte. Y si no te animás, considero que es un gran lugar para aprender a hacerlo e ir avanzando de a poco, paso a paso. A mí en lo personal, el teatro me ayudó a mejorar mi confianza, a hacer amigos/as nuevos, a creer en mí y a confiar.

 

 

– ¿Qué podés decirles a las personas que no se animen por su edad o por timidez?

-Creo que es un gran primer paso animarse a averiguar. Como primer paso, animate a preguntar: costos, días, cómo son las clases, a preguntar si podés ir a ver una clase. Eso es un gran primer paso, y luego empezás de a poco. He tenido alumnos/as que en su primer día se ponían color bordó al hablar para presentarse, y luego de un tiempo a esas mismas personas las vi actuando personajes súper graciosos y geniales frente a otras personas o en muestras frente a un teatro con gente. La clave está en hacer esto de a poco, sin exigirse, disfrutando el proceso.

 

– ¿Puede alguien presenciar una clase para ver si se anima?

-Sí, claro, pueden venir a ver una clase, pueden ver videos, fotos y comentarios también en mis redes sociales. Instagram: @tallerdeimpro. Facebook: https://www.facebook.com/Creatividadenaccion/. Pueden ingresar a la web: www.creatividadenaccion.com.ar o contactarse vía mail a info@teatroycoaching.com.ar

 

 

– ¿Cómo ves la sociedad argentina hoy? ¿Podría el teatro cambiarnos en algo?

-Creo que para que una sociedad salga adelante es necesario no perder la alegría, eso es fundamental. Fomentar la buena onda, la alegría, la esperanza de que vamos a salir adelante. Porque si no la gente pierde la fe y la esperanza y con eso se pregunta, “¿para qué me voy a levantar a laburar si no llego a fin de mes?”. Tenemos que pensar que vamos a estar mejor, que vamos a salir adelante y que un futuro mejor está cerquita, y que no es imposible. El teatro ayuda mucho en esto.

En el teatro improvisado, aceptar la propuesta del otro compañero que está dentro de la escena es fundamental para que avance la historia. A nivel país es igual. Creo que aceptar que somos un país con problemas está bien, pero que eso no determine nuestro futuro. La salida debe ser colectiva.

Somos una sociedad muy solidaria y también con muchas cosas buenas, el tema es no poner siempre el foco en lo negativo. También tenemos cosas muy interesantes como país y sociedad. Lo digo como payaso de hospital, como profesor de teatro y como ciudadano. Estoy seguro de que iremos mejorando y que hoy estamos mejor que ayer. La puerta de emergencia no tiene que ser el aeropuerto o pensar en irse a otro país, tiene que ser apostar a nuestros proyectos personales y colectivos. En definitiva, pensar en positivo, pensar en ser mejores en el día a día nos va a ayudar en lo personal, pero a nivel país también.

 

– ¿Recomendás hacer teatro, aunque no se quiera ser actor/actriz?

-Sí, la mayoría de mis alumnos/as tienen otras profesiones y no les interesa ser actores profesionales, o al menos no por ahora. He tenido alumnos/as que tienen profesiones diversas: ingenieros en sistemas, abogados/as, psicólogos/as, docentes, directivos/as de colegios, artistas que quieren reencontrarse, actores/actrices que se dedican a actuar o hacer eventos, empresarios, fiscales, médicos/as, emprendedores, diseñadores… Realmente he tenido todo tipo de personas y profesiones porque creo que todos los oficios y profesiones tienen algo en común algo: querer mejorar la oralidad, la exposición al hablar en público o con alguien, motivarse ellos mismo u a otros. Imagínate, un abogado que tiene que hablar frente a un juez o una audiencia y se traba porque se pone nervioso o no le sale la voz, o incluso se enferma o sufre nervios a consecuencia de su timidez. La idea es esa, pasarla mejor en esos momentos, disfrutarlo. Por eso cuando en el teatro, con ejercicios desde el teatro improvisado y con ejercicios creativos trabajamos eso, de manera consciente o inconsciente, empezamos a mejorar. Y esas mejoras creativas, esas mejoras en la exposición frente a otros, ese disfrute de reírnos, de volver a jugar y pasarla bien se empieza a trasladar a otros ámbitos de la vida del día a día.

 

 

-Según tu experiencia, ¿podrías contar brevemente casos de superación personal a través del teatro?

-Cuento una breve anécdota: tuve un alumno, Seba, ingeniero, súper tímido, estuvo con la misma pareja hasta los 42 años, y luego se divorció. Me contó cuando se anotó que a él le daba timidez hablar con las mujeres, quizás para otra persona puede resultarle una pavada esto, pero era su tema, y yo no juzgo a nadie. Me contó esto y confió. Para él esto realmente era importante, y para mí también.

Su realidad cambió de un día para el otro. Luego de un seminario que hicimos y gracias al teatro pudo mejorar todo eso: su parte extrovertida, su expresión al hablar en público, su confianza, entre otras cosas. Y lo más hermoso y loco de toda esta anécdota es que vino un día y contó que pudo volver a hablarle a las mujeres, hasta pudo conocer a alguien y explicó que estaba mucho mejor. Todo esto genial él ya lo tenía, yo simplemente lo ayudé a través del teatro a que lo termine de sacar.

Pero lo más gracioso y genial de esta anécdota no termina acá. Un día estoy contando su historia en un seminario para gente nueva (en general están tímidos/as y nadie levanta la mano ni nada hasta que le toca el turno de presentarse) y veo la mano levantada de una chica. Y me dijo: “Esa chica que conoció soy yo. Me quemó tanto la cabeza con lo genial que está tu curso que acá estoy, acá vine a probar”. Esto a mí me pone feliz y orgulloso como profesor y por él que pudo conocer a alguien. Ahora Seba, además de seguir en pareja, tuvo un hijo y hasta se dedica además a hacer stand up. Lo admiro y quiero mucho.

Tengo varias anécdotas más que ahora estoy recordando, como el de una chica que volvió a sonreír los fines de semana que tenía clases de teatro conmigo. Volvió a conectarse con la felicidad. Son muchas anécdotas tras más de 8 años de dar clases.

En definitiva, el teatro hace bien. El teatro y al menos mis clases están basadas en esa premisa. Quiero que siempre sean eso: felicidad, encuentro, alegría, motivación, respeto y amor hacia nosotros mismos y hacia los demás, creatividad, potenciarnos como personas y como profesionales. Es volver a conectarse con ese niño/a interior que quiere jugar y ser feliz creando momentos divertidos y mágicos. Momentos de liberación creativa y expansión.

 

– ¿Está aconsejado para gente mayor?

-Sí, acá podría contar otra anécdota. Un día vino a mi curso un hombre de 85 años, Marcial se llama. Un genio y súper divertido. Encontró un volantito mío en la calle y se anotó a un seminario corto. Me acuerdo que en un momento tuvo que hacer una escena con otra chica mucho más joven que tendría unos 25 años. Hicieron una escena donde ella le presentaba a sus papás a su novio “un poco más grande”. Pasaron a la escena dos, era como el living y ella les dice “Ma, pa, les presento a mi novio…”.

En ese momento fue gracioso verla a ella de 25 años y a él de 85 en esa situación actuada, todos los que estábamos desde afuera observando nos mirábamos pensando en “qué dirá ahora Marcial”. Yo pensaba en, más allá de su personaje, cómo se tomará él esta escena.

Y él le dice a quienes hacían de los padres de la chica: “Hola, ¿cómo andan? Estoy feliz, nos conocimos en Tinder”. Explotamos de la risa, porque él, un hombre de 85 años aceptó la propuesta de la escena, estaba súper actualizado sabiendo qué era Tinder y nos hizo matar de la risa. Además, en la escena siguiente, se tenían que sentar en la mesa a comer y sus compañeros de escena le querían acomodar la silla, entonces él la agarra y se sienta de manera canchera dándola vuelta. Un genio total. En definitiva… sí, es para todas las edades. En mi caso particular, doy cursos actualmente para adolescente en una escuela y en mis talleres grupales a personas de 18 años en adelante.

 

 

– ¿Cómo se trabaja en tus cursos? ¿Cuál es la dinámica?

-Trabajo desde el teatro improvisado. En cada clase se hacen ejercicios pensados con un objetivo en común y objetivos particulares. Hay ejercicios en los que se trabajará más la creatividad, otros más la oralidad, otros la exposición frente al público, siempre haciendo escenas, personajes, ejercicios con disparadores.

Por ejemplo, hay un ejercicio en donde se realiza una escena y utilizan títulos dados por sus compañeros como disparador, por ejemplo: “Una llave abrió la heladera”. A partir de ese título deberán crear una historia.

Hay otros ejercicios donde hacemos un noticiero con uno o dos conductores, presentan una nota y la nota la deben recrear en vivo. Un ejemplo: “Estamos en vivo con un huracán en Miami”. Atrás algunos actuarán de palmeras moviéndose, otro hará de notero entrevistando a alguien y así en cada nota.

Hay muchísimos ejercicios en donde nos reímos y nos divertimos, pero además están trabajando un montón de cosas, como la creatividad, la espontaneidad y muchísimo más.

 

 

¿Qué feedback recibís por parte de tus alumnxs?

-El feedback siempre es positivo. Como conté, ellos/as se divierten y la pasan genial pero además estamos trabajando nuestro costado cerebral creativo, incluso también nuestro costado lógico. Porque las escenas las piensan y desarrollan en ese instante, por lo que entrenan la espontaneidad un montón.

Siempre digo que gente creativa somos todos, la diferencia está en quienes trabajan en eso y quiénes no. Estos talleres son una suerte de “gimnasio para el cerebro”.

 

– ¿Cuántos tipos de teatro hay?

-Hay un montón: teatro clásico, stand up, teatro improvisado, musical, teatro leído… Hay muchas técnicas y formas. Cada docente tiene su “manualcito” y sus maneras. A mí me gusta el teatro improvisado y es en lo que me especialicé. Estudié muchos años teatro improvisado al que estoy vinculado desde el 2007; un año teatro clásico; hice stand up, clown; y además soy payamédico desde el año 2015. Estudié coaching, máscaras de comedia del arte, ahora estudio psicología y pienso seguir formándome.

Toda esa experiencia la capitalizo para dar mis talleres y que de cada taller puedan llevarse algo que los haga ser mejor. Pero constantemente hago cursos, me actualizo, busco también no perder eso de seguir siendo alumno, y cada tanto hago un seminario con alguien. Creo que hay docentes que tienen cierta soberbia de pensar que llegaron a un lugar cómodo y listo, nunca más vuelven a ser alumnos. Pero creo que está bueno siempre estar en formación, además de estar formando y obviamente disfrutar de cierta experiencia. Hay mucho ego en el teatro, y en el arte en general, que a veces a las personas eso no les suma. Yo trato siempre de mantener la humildad y aprender, de grandes maestros pero también de colegas y alumnos/as. Mantener un ida y vuelta es fundamental.

 

– ¿Qué se hace en una clase de teatro en un día normal?

-Llegamos, hacemos una ronda, les pregunto cómo estuvo su semana. Comenzamos con una entradita en calor, siempre es importante para mover las articulaciones y los músculos. Porque quizás hay gente que hace actividad física y se mueve y otro no o muy poco. La entrada en calor es sencilla. Es simplemente moverse por el espacio con una consigna.

Luego comenzamos con el primer ejercicio. En general, después nos disponemos como “público”, es decir, nos sentamos y algunos/as pasan a mostrar cómo hacer una determinada actividad. En el teatro, la observación es muy importante, por eso viendo a mis compañeros también puedo aprender. Luego cerramos la clase todos en ronda como al principio, agradeciendo la clase, despejando dudas que surjan sobre el final, alguna que otra devolución, aclaración grupal y una sección como si fuese de iglesia, “avisos parroquiales”, en donde si alguno tiene una banda de música, un grupo de teatro, vende algo, o quiere anunciar algo grupalmente lo dice ahí. Algo hermoso del teatro improvisado es que todas las escenas y ejercicios que hagan nacen y mueren en el momento y nunca se repiten, por más que quieran volver a hacerlas, jamás saldrán igual.

 

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