El póker del poder en el Frente de Todos

El póker del poder en el Frente de Todos

Opinión.


El gobierno pasa estos días por una situación compleja en la que la pandemia ocupa como corresponde un lugar prioritario en todo su devenir y andamiaje. El alza de los contagios y las muertes, las diferencias respecto de qué medidas adoptar entre los distintos dirigentes nacionales –tanto peronistas como de la oposición-, el cansancio y la necesidad de la gente que dificulta el cumplimiento de las mismas, el retraso en la vacunación coincidente con el momento más álgido del virus, constituyen un tablero muy inestable a la hora tomar las decisiones acerca de cómo seguir este proceso.

Mientras tanto y en pleno sigilo la política se mueve detrás del Covid 19 y de alguna manera va delineando un mapa en la coalición gobernante que se venía desarrollando previamente a la segunda ola y que más allá que ahora parezca stand by, seguirá de ese modo apenas afloje un poco la emergencia por la que atraviesa el país.

El Frente de Todos tiene una composición dirigencial que si bien no es tradicional tiene un cierto orden que, más allá de algunos desequilibrios provocados por lo delicado de la situación, tiene adjudicados por acuerdos o simplemente de hecho los lugares que ocupa cada uno en las decisiones del poder.

En primer término y tal como corresponde a su investidura, el Presidente de la Nación, Alberto Fernández tuvo una decisión fundacional en su mandato que constituye una llave del relativo éxito con el que se manejan el resto de las tribus que lo acompañan en el Frente para el manejo de la cosa pública. La renuncia del presidente desde el primer día a construir el “albertismo” tenía en ese entonces una dosis de realismo por la dificultad que ello conllevaba, y se transformó en la decisión más sabia que tomó  Alberto desde que maneja las riendas de la Nación. Uno imagina a la luz de todas las problemáticas económicas y sanitarias por las que atraviesa el país si encima a ello se le sumaba un nuevo espacio político liderado nada menos que por el Presidente. La competencia permanente por ejemplo con Cristina Fernández o con Sergio Massa por decisiones claves, candidaturas y todas aquéllas cosas que atañen al riñón del poder real.

La decisión del Presidente desalentó de entrada a buena parte de sus amigos, casi todos ellos en el gobierno, a postergar o directamente a descartar armados que sostuvieran desde lo partidario el proyecto Presidencial. Y de ese modo Fernández mantuvo con su investidura y su lapicera, el control de las cosas que más le preocupan, manteniendo de alguna manera el equilibrio de poder con el que se había generado el Frente de Todos, a veces condicionado con los activos y los desarrollos posteriores de cada espacio.

En ese contexto, Sergio Massa y Máximo Kirchner constituyeron un eje de construcción política, tanto en el tema territorial, como parlamentario y hasta de relaciones con el poder económico que no amenaza en el presente la posición de Alberto pero sí marca una clara señal hacia el futuro de la coalición. Dicho de manera más simple, no disputan en esta etapa el poder del Presidente, pero si se preparan para ejercerlo apenas puedan generar las condiciones. ¿Será en el 2023?, ¿será Massa primero y Máximo luego?, ya eso es futurología, pero de futuro es que está impregnada esa alianza que avanza a paso redoblado. Máximo está girando hacia el centro en su accionar concreto quizás más que en su discurso y eso hace que Massa, otro que mira más al centro con cariño, pueda convivir sin problemas -al menos en esta etapa- con el hijo de los dos ex presidentes. El mundo ya posó los ojos en el tigrense y este administra los tiempos y las movidas.

 

La renuncia del presidente desde el primer día a construir el “albertismo” tenía en ese entonces una dosis de realismo por la dificultad que ello conllevaba, y se transformó en la decisión política más sabia que Alberto tomó desde que maneja las riendas de la Nación.

Mientras tanto Cristina observa y suma espacios que le interesan ocupar tanto a nivel nacional como internacional, entiende que no será ella la principal beneficiaria de cualquier estrategia futura, pero de nuevo sin ella será difícil reconstruir la masa crítica que fuera ganadora en el 2019.

Cristina será la última kirchnerista de su perfil, con esa ideología y presencia, primero porque es inigualable en ello y después porque Máximo eligió un camino intermedio y pragmático que lo acerca cada día más al centro de las decisiones.

El presente, el futuro y el poder permanente son las tres claves de la convivencia para la administración del gobierno y mientras que nadie se mueva de su rol, todo parece encaminarse hacia un período de relativa calma, al menos la posible dentro de un gobierno peronista que tiene desde lo político aristas distintas a los tradicionales y no tiene el poder concentrado en una sola figura.

Las elecciones de fin de año, que por ahora solo le interesan a la política ya que hace mucho tiempo que la gente no estaba tan alejada de este acontecimiento, marcarán alguna tendencia en la consolidación de los espacios. Todo el mundo va por más en el oficialismo, pero nadie vería con malos ojos poder mantener las cuotas de poder internas y externas. Eso significaría de alguna manera que ganarían las elecciones, que nadie vuelque en el camino y que la oposición tan dividida como desorganizada no logre aprovechar un escenario que, si lo hubieran imaginado en 2019, hubieran estado más que felices. Pero el día a día marca el rumbo en la Argentina y la única verdad es la realidad.

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