Después de la derrota electoral del 26 de octubre, el peronismo -que no hizo campaña, ni hizo política, ni “movió el amperímetro”- comenzó a delinear su futuro, que no luce demasiado prometedor, vistas las circunstancias.
Aferrado a un pasado en el que por momentos el Justicialismo dominó la escena política, los discursos de sus referentes se referencian hoy escasamente en el presente. Menos aún se refieren al futuro. No hay substancia política. No hay volumen. Lo que más hay es impotencia.
Si la única propuesta que fue posible acordar en el seno de la conducción del peronismo fue “frenar a Milei”, es que o son cómplices para elevar a Milei o no pueden realizar una síntesis política que resuma los errores ajenos y los propios fracasos anteriores.
De todos modos, el decadente diálogo político que reina en Argentina victimiza a todo el mundo. Cuando se discute lo que es accesorio como si fuera lo más importante, la decadencia es el único destino. Ni siquiera las denuncias por complicidad con el tráfico de narcóticos o por el despojo de las pensiones por invalidez tienen entidad en este diálogo de sordos en que se convirtió la política.
Nave al pairo
Dicen los capitanes que para poner la nave al pairo primero hay que orzar la barra del timón para “virar por avante”, acuartelar la génova (vela de proa) y abrir la mayor. De esta manera, el barco queda inmóvil, es decir, sin avanzar ni retroceder.
La nave peronista se encuentra decididamente al pairo en estos precisos momentos. Nadie toma decisiones. Nadie propone ni encuentros, ni reuniones, ni siquiera discusiones. Sería inútil, ya que es casi imposible ponerse de acuerdo. Sólo algunos caudillos provinciales son capaces de conducir parcialmente a sus huestes, una virtud que comparten con algunos intendentes. Y muy poco más.
Los últimos encuentros de la conducción del PJ sólo sirvieron para exhibir, casi impúdicamente, una imagen de mutuos resquemores, rispideces innecesarias y sensaciones de inminente resquebrajamiento.
Lo que exhibe en público el PJ es, por una parte, la adhesión incondicional de algunos gobernadores del nordeste argentino a algunas polémicas medidas del gobierno central y, por el contrario, la ausencia forzada de “los cuatro rebeldes” -Kicillof, Quintela, Insfrán y Melella, los únicos gobernadores que intentan resistir en medio del desastre- a los acuerdos que se tejen desde la Casa Rosada, adonde no son invitados.
Así, Osvaldo Jaldo, el de la rima impropia, el gris Raúl Jalil, el separatista Martín Llaryora, el mitad sí-mitad no Gustavo Sáenz, el prófugo Claudio Poggi y el silencioso Sergio Ziliotto son frecuentes comensales en la mesa del presidente Milei, que al mismo tiempo proscribe a “los cuatro rebeldes”, como si fueran extranjeros en su tierra y no merecieran sentarse en la mesa de las discusiones en las que se decide el destino de las propias provincias que ellos mismos gobiernan. Por otra parte, lo hacen por mandato popular, no estaría de más recordar. Las acciones del astuto zorro Gerardo Zamora corren por cuerda separada.
Sus compañeros o los que se supone que lo son, deberían conformar un sólido bloque político si tuvieran intención de armar un proyecto político que sume para la Patria, al fin y al cabo, hace apenas unos días formaban parte de una fuerza homónima. ¿O sólo era un nombre de fantasía?
Por caso, Fuerza Patria ganó la elección provincial bonaerense, pero perdió la elección para cargos nacionales. Indudablemente, sus comprovincianos votaron a su gobernador, pero no a la fuerza nacional a la cual pertenece, lo que quizás sería bueno tener en cuenta a la hora de analizar lo que vendrá en 2027. Al menos, este aserto podría ser tomado como punto de partida.
Lo concreto es que existe un espacio político de tinte político conservador que tiene un electorado a veces algo volátil, que a veces votó al peronismo, pero que no le renovará -por ahora- su confianza, como lo hizo en seis ocasiones en los últimos 42 años. El propio Milei es la síntesis de esa desconfianza del Pueblo argentino en “la casta”. De los radicales ni siquiera es necesario detenerse en los detalles de su descomposición.
Milei encarna, por lo tanto, una síntesis peligrosa, pero irremediable, dados los paupérrimos resultados de los últimos gobiernos. En un hijo del desconcierto, la desconfianza y la desesperanza. Este vástago del prefijo “des”, que sólo implica negatividad, está vendiendo la soberanía por migajas.
¡¡No al ALCA!!
El cinco de noviembre se cumplieron 20 años de la IV Cumbre de Mar del Plata, en la que el expresidente norteamericano George Walker Bush intentó imponer a su patio trasero un luctuoso proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que había sido presentado por Estados Unidos un año antes en la ciudad de Los Ángeles.
Paralelamente a la IV American Summit, que se realizó en el muy coqueto Hotel Hermitage, organizaciones sociales, sindicatos y partidos políticos contestatarios se dieron cita en el Estadio Mundialista “José María Minella”, liderados por Diego Maradona, Hugo Chávez y Evo Morales, que poco después se convertiría en presidente de Bolivia.
En un recordado discurso, el presidente venezolano sintetizó lo que pensaban los presentes, cuando desde el escenario le espetó de repente al público: “Vamos a decirlo: ¡ALCA, ALCA, Al carajo!, ¡ALCA, ALCA, Al carajo!”.
Más tarde, en el Hermitage, Chávez volvió a dar un discurso, esta vez, en acuerdo con Néstor Kirchner, sólo para demorar las negociaciones con los demás países que más tarde fueron parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños desarrollaban en las trastienda.
Los representantes de Panamá -el deshonroso hijo de Omar Torrijos, Martín, era su presidente-, Canadá -su primer ministro, Paul Martin- y México -su presidente, Vicente Fox-, intentaron incluir en la agenda de la reunión el tratamiento de la instalación del ALCA, que no estaba previsto que fuera debatido.
Finalmente, casi todos los países, que en total fueron 34, se negaron a permitir la introducción del tema y Bush, bastante frustrado, se montó en el Air Force I y se volvió a Washington.
Existían por entonces proyectos políticos similares en Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela, a los que se integraría luego Evo Morales, a partir del 22 de enero de 2006, cuando fue elegido presidente de Bolivia.
Los presidentes decidieron en aquellos tiempos, cuando el Siglo 21 recién se iniciaba, proteger sus mercados internos, incrementar los lazos comerciales entre sus países, desarrollar políticas de inclusión social y operar con sus monedas nacionales para el intercambio mercantil.
El primer intento estadounidense de establecer una zona de influencia, en la que pudiera comercializar sus excedentes de manufacturas, ocurrió en 1885, cuando impulsó la Unión Aduanera, que fracasó ante la oposición del presidente argentino Miguel Juárez Celman, que recibió en la coyuntura el apoyo de Chile. El delegado argentino a la Conferencia Panamericana, donde se planteó el tema, fue Roque Sáenz Peña, que planteó que “tratar de asegurar el comercio libre entre mercados carentes de intercambio sería un lujo utópico y un ejemplo de esterilidad”. Tiempo antes, el cubano José Martí había advertido que “tendría que declararse por segunda vez la independencia de la América Latina, esta vez para salvarla de los Estados Unidos”.
En contrapartida, en los tiempos que corren se entrega la soberanía, se renuncia a proteger el mercado interno, que es la madre del desarrollo y se favorecen solamente los negocios financieros, en los que sólo ganan los usureros. La industria, por el contrario, enriquece a todo el país.
Dios nos ampare.




