Como viejas postales

Como viejas postales

La doxa y la mala fe quieren que Palermo sea sólo un reducto de descerebrados y de modernos posmodernos. Pero no señoras y señores, sobreviven también las señoras y los señores y las tiendas para mayorcitos de cuarenta y ocho abriles, ese mes terrible, tan cruel.


Todavía quedan tiendas que son postales incrustadas en el mapa porteño. No hay mucho que decir acerca de su larga sobrevida, de por qué y cómo han eludido la gran boca del mercado que deglute lo distinto y auspicia el boom (o ¡bum!) inmobiliario, con diplomas que destacan el valor cultural e histórico de sus fachadas y estanterías, colgados sobre paredes algo húmedas. ¿Darwinismo comercial? Y también ¿mucho trabajo, esfuerzo inmigratorio? Así las cosas, en la esquina en que Uruguay y Rivadavia se estrechan contraviniendo cualquier reordenamiento vehicular, está la tienda Galilea. Antonio lagrimea cuando evoca los días en que sus tíos, tan españoles como él, fundaron la casa en 1953. "Galilea se caracteriza por ser una de las pocas blanquerías que hay por la zona", dice sin jactancias, rodeado de sábanas, de toallones y, puertas afuera, de edificios que lo miran casi desde el cielo. "Acá enfrente estaba el diario Crítica", comenta. Más tarde, por esa sucesión frecuente de generaciones que se da en las familias dedicadas al comercio, Antonio y su hermano dejaron atrás esa adolescencia de asistencia a sus mayores y se hicieron cargo del negocio. "Mi hijo me ayuda de vez en cuando, pero esto es muy esclavo, hay que estar de la mañana hasta la noche, ¿entiende?", pregunta con una recurrencia que apenas lo saca de los monosílabos.

-¿Qué podría contar de todos estos años acá?
Antonio:- Cuando abrimos aquí, por supuesto que en España la cosa estaba peorcita. Y bueno, en todos estos años, hubo tiempos lindos y otros en que bajó la venta. Ahora, tenemos un día regularcito, otro nada, y otro día sí.

-¿Y cómo es su clientela?
A.:- Es buenita, vuelve. Viene gente de los alrededores, de las oficinas, y la que se ha ido del barrio, viene porque nuestros productos no pasan de moda y porque valora nuestra atención, con paciencia, ¿entiende?

**********
En la tierra gobernada por los principios del shopping y el diseño alternativo, a diferencia de la mirada nostálgica de Antonio, Horacio sella cada frase sobre El buen gusto, en Scalabrini Ortiz 2366, con una sonrisa amplia, insistente. Del ’23 a la actualidad, pasando por varias cuadras de Palermo hasta comprar el local en 1970 para "ahorrar el alquiler", la tienda fue especializándose "en ropa interior de caballeros y algo de blanquería". "Al principio esto era como un Falabella en miniatura, porque mi papá tenía zapatillas, perfumes, mercería, telas por metro, lanas", cuenta Horacio.

-¿Cómo hicieron para persistir tantos años?
Horacio:- Aguantándola. Antes, de diez personas que entraban al local, nueve nos compraban algo. Hoy sólo lo hace la mitad. Pero qué le vamos a hacer, por lo menos no tenemos empleados. Y nuestra clientela es de años, porque valora que la tienda sea atendida por sus dueños. Incluso, vienen nietos de clientes de mi padre, que era armenio, porque vendemos cosas tradicionales y, al mismo tiempo, accesibles – señala Horacio, nacido en el barrio, en tiempos del empedrado y el tranvía, y en tiempos, además, en que criarse en el negocio familiar era una suerte de conscripción edulcorada. "Con mi hermano nunca nos salvábamos de limpiar los pisos y la vidriera. Era toda una disciplina hacerlo", recuerda mientras espera que lleguen los primeros fríos de mayo, "para que la gente empiece a comprar medias y camisetas".

**********
Si en el ’38 una quería comprarse algún batón, iba hasta Rivera al 1001/1005, donde se encontraba la tienda La Ideal. Actualmente, la casa de los hermanos Fernando y Pancho, que se turnan para contar lo suyo respetuosamente, sigue estando en el mismo lugar: Serrano esquina Córdoba. "Mucho tiempo antes de que nuestro padre trabajara aquí como empleado, esto era una carnicería", recuerda Pancho, el mayor de los Ayus, señalando los parches de material que aún cubren en el cielorraso los huecos de los ganchos donde pendían las reses. Pero volviendo a los vestidos para las amas de casa, La ideal a su vez vende "lencería, medias, repasadores, uniformes y delantales", enumera Pancho. "Ahora, con esto de la onda retro en Palermo, algunas chicas vienen a comprar batones", subraya Fernando. Es que en la tienda de Serrano y Córdoba, las filas y filas de estas antiguas prendas femeninas, tal vez indiquen un mayor número de estampados que por Plaza Cortázar. Y no es una exageración. Aunque con los años, agrega Pancho, los batones de medio luto dejaron de venderse porque "perdieron su demanda".

-¿Qué otros clientes los visitan?
Fernando:- Gente del barrio que nos compró siempre, y turistas. Por ejemplo, los chilenos y peruanos son muy esclavistas, siempre vienen a comprar delantales y uniformes para sus empleadas domésticas – refiere el comerciante, quien minutos antes no pudo entender lo que le pedía una brasilera. "Vamos a tener que contratar a una intérprete", se divierte, y luego protesta porque se le hace cada vez más difícil cruzar la calle. "Cuando éramos chicos no teníamos que esperar a que cortara el semáforo", considera.

**********
"Formidable abrió sus puertas en 1917, cuando mi abuelo Julio Viniarsky, que era sastre, llegó de Rusia y cumplió su sueño: llevar a la práctica su oficio en un negocio propio, justo en Córdoba 4799, donde seguimos atendiendo", explica Eduardo, Eddy para los conocidos, quien en compañía de su esposa Raquel y su hija Bettina comercializa ropa masculina de Dior, Cacharel, Laurent, Lacroix y Redaelli. En ese local refaccionado a nuevo, que conserva su estilo de antaño y su mobiliario original, clientes "de cualquier punto del país" le piden opinión a este viejo hincha de Racing y amigo de Juan Carlos Calabró, como consejos a un sacerdote. "Entre nuestro público, figuran nada menos que Roberto Perfumo, Jorge Porcel, Silvio Marzolini, Amadeo Carrizo y Hugo Tocalli", cuenta Eddy, orgulloso de su criatura, que es quizás la más parecida a Casa Leonor, ya que no tiene demasiados signos del negocio familiar a la vista. En todo caso, tiene a la familia al mando pero no al frente del emprendimiento: para eso están los empleados.

Te puede interesar

Qué se dice del tema...