Desmemoria: Desalojan a la cooperativa que administra Un Café con Perón

Desmemoria: Desalojan a la cooperativa que administra Un Café con Perón

El presidente del organismo, Leonardo Duva, consideró que la ministra Pettovello “quiere un Pueblo hambreado” y que “esta gente no quiere bares, ni quiere comedores”.


Hay personajes modernos que se vuelven repentinamente antediluvianos, de tan innovadores. Ocurre cuando el afán de olvidar el pasado tiene como objetivo desarmar la memoria histórica y convertirla en olvido, esencialmente cuando ésta se convierte en una acusación contra el presente. ¿Qué se puede decir del pasado, si el presente es desastroso?

El lunes último, 26 de mayo, repitiendo antiguas fórmulas, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello firmó la Resolución 2025-247-APN-MCH, por la cual dejó sin efecto la concesión que autorizaba a la Cooperativa de Trabajo Lo de Néstor Ltda. a explotar el bar Un Café con Perón, que funciona en el mismo edificio en el que se asentó el también clausurado Instituto Juan Domingo Perón de Estudios, Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, contiguos ambos a la Biblioteca Nacional.

La cooperativa paga un canon a la Secretaría de Patrimonio Cultural, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación, por lo que no se explica acabadamente aquello de evitar “que se continúen utilizando recursos públicos de forma ineficiente en perjuicio de las arcas del Estado y, especialmente, de los ciudadanos”, como reza en uno de los párrafos de la Resolución.

4161: El antecedente

No existe originalidad en la medida adoptada por Pettovello. Muchos años antes, el cinco de marzo de 1956, sus maestros de la salvaje Revolución Libertadora dictaron el Decreto 4161/56, en el que consideraban que el peronismo tenía “vocación liberticida”, lo que hace suponer que en esa materia acuerda la ministra con el vicealmirante Isaac Rojas. ¿Existe un temor libertario al “liberticidio”, quizás?

En el mismo decreto 4161, los libertariadores del ’55 consideraban, con escaso tino, que el “régimen depuesto se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia ciudadana para lo cual creó imágenes, símbolos, signos y expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas”, que indudablemente, de acuerdo con la interpretación de la historia y la política de los libertariadores del ‘55, “ofenden el sentimiento democrático del pueblo argentino”. Lo había dicho Joseph Goebbels tiempo antes: “cuando escucho la palabra cultura, llevo mi mano a la cartuchera”.

Para rematar, los libertariadores alegaban que todas las razones que enumeraban en el Decreto 4161 “hacen indispensable la radical supresión de esos instrumentos”.

De esta manera, quedaba prohibida en todo el territorio de la nación, “la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo”.

Este burdo intento de borrar al peronismo de la faz de la tierra fracasó de manera lamentable, por la razón que fuera. No podían dar lecciones de moral los que bombardearon una plaza llena de civiles, asesinando a más de 300 transeúntes, entre los que había mujeres y niños, que se supone que debían ser objeto de su protección y no blanco de sus bombas y ametralladoras.

Sin ejercer la misma violencia física, hasta ahora, los amanuenses de Pettovello pusieron el acento en mejorar la eficiencia estatal, una virtud que no practica su gobierno, sumido en gastos fastuosos y viajes inútiles, mientras despide trabajadores, apalea a los que reclaman -sean éstos jubilados, médicos o colectiveros- y dibuja los números para conseguir un superávit apócrifo del presupuesto del estado, mintiendo estadísticas y trayendo a colación a dudosos téóricos de la economía, que sólo han aportado confusión a la ciencia moderna.

En un párrafo perdido del documento estatal del lunes último, sus ínclitos redactores aluden, además, a que la medida está fundamentada en “el fin de cumplir con el objetivo primordial de reducir el sobredimensionamiento de la estructura estatal, mejorar su funcionamiento y reducir el gasto público”. Es necesario recordar, entonces, que los trabajadores de la cooperativa expulsada no son agentes del estado, ni cobran en sus ventanillas. Por el contrario, pagan un canon por la utilización del espacio, en el que además debieron invertir bastante dinero para ponerlo en valor construyendo una cocina, cambiando los techo y renovando el tendido eléctrico. Por supuesto, en la Resolución de Pettovello no existe alusión a ningún resarcimiento por las mejoras introducidas en las instalaciones ni por el mantenimiento efectuado en los casi tres años que llevan trabajando en el lugar, ubicado en Austria 2061.

Queda por evaluar el valor de las propiedades en la zona, en la que rige un oneroso precio por metro cuadrado. El predio que hoy ocupa Un Café con Perón es, indudablemente, muy codiciado por los desarrolladores inmobiliarios. Queda pegado a una de las zonas más caras de la Ciudad y apenas a tres o cuatro cuadras del núcleo de la Recoleta.

De todos modos, los cooperativistas cometieron el peor de los pecados, que fue el de transmitir cultura, homenajear a un líder que fue depuesto y volvió 18 años después a un país cuyo Pueblo lo recibió con el corazón abierto.

Una historia que no quieren que se cuente

Leonardo Duva es el presidente de la cooperativa Lo de Néstor. Carpintero de profesión, devenido en gastronómico por imperio de las circunstancias, Duva relata una historia que muchas veces fue silenciada y otras veces fue tergiversada.

“Un Café con Perón se encuentra ubicado en Austria 2601, un lugar que fue declarado Monumento Histórico Nacional por haber sido lo que hoy es la Quinta de Olivos, es decir, la residencia presidencial entre 1944 y 1955. Perón fue el primer presidente elegido por el Pueblo que la habitó. Ya estaba casado con Evita, su mujer, su compañera y Primera Dama. El general Edelmiro Farrell fue el primer ocupante del Palacio Álzaga Unzué, pero no era un presidente constitucional, como Perón. Un año después de que derrocan a Perón en 1955, prenden fuego el lugar y luego lo derrumban a pico y pala, como muestran las imágenes de la película que solemos proyectar en el microcine que tenemos aquí. Sólo sobreviven a ese odio y al derrumbe las casas que se encuentran en la calle Austria. Éstas eran las casas de servicio, donde vivía el personal que trabajaba en la residencia. Donde se ubica Un Café con Perón era la casa del intendente Cabrera, don Pancho, como le decía el General. Vivía allí con su señora y sus tres hijos, de lo que podemos dar fe y testimonio vivo de que allí hay una familia que recuerda ese lugar con mucho afecto, porque era su lugar de trabajo, que se tuvieron que ir cuando tiraron las bombas. En la zona tiraron dos bombas, una explotó el Pueyrredón y Las Heras, dejando muertos que no se cuentan. La otra la frenó un gomero muy grande que está en Austria y Libertador. Este sector era parte del parque del palacio Álzaga Unzué. Allí cayó una bomba, que no explotó, por lo que no explotó tampoco el palacio”.

El cooperativista denunció que “hay 30 familias que se quedan sin trabajo de manera directa. Hay más perjudicados, de todos modos. Nosotros siempre decimos que hacen falta más bares y menos comedores. Pero esta gente no quiere bares, no quiere comedores. Quiere un pueblo hambreado. Esto viene directamente de la ministra Sandra Petovello”.

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