Crónica de una ley que no fue y de los dimes y diretes entre los vecinos opositores y los diputados oficialistas

Crónica de una ley que no fue y de los dimes y diretes entre los vecinos opositores y los diputados oficialistas

Este miércoles se realizó una sesión especial en la Legislatura para tratar el proyecto de Ley de Comunas. Mientras los legisladores entablaban la batalla en el recinto, en el palco se producía, simultáneamente, una pintoresca pelea entre dos barras, una que apoyaba el proyecto de Ibarra y la otra, formada por representantes de diferentes ONG's, que se oponía a la sanción de la ley sin antes discutirla con los vecinos


La blonda presidenta de la Legislatura, Cecilia Felgueras, no la pasó bien el miércoles último durante la sesión para no votar la Ley de Comunas. No leerá usted en NOTICIAS URBANAS el recuento de los numerosos improperios que le fueron infundidos -la caballerosidad debe ponerle límites a la función periodística-, pero bástele saber a los lectores que fueron muchos y muy variados, entre los que no faltaron, incluso, algunos de ingeniosa factura.

Pero no sólo la estrella fugaz del firmamento delarruista recibió denuestos variados. También contra el secretario de Descentralización, Ariel "Yuyo" Schifrin y el legislador del ARI Eduardo Peduto fueron arrojados -cual flores en ramilletes- diferentes agravios. El primero unificó a las dos barras que poblaban los palcos de la Legislatura porteña. Tanto un grupo de vecinos opositores a "esta" Ley de Comunas, como los seguidores de Ibarra, se unieron para cantar: "los trajo Schifrin, la p… que los parió". El reciente abandono por parte del inefable "Yuyo" de la hueste de Fuerza Porteña y su posterior reaparición como "kirchnerista puro" provocaron esta inédita confluencia de dos barras que hasta minutos antes parecían estar enfrentadas a muerte. Pero, no contenta con eso, la barra de los vecinos se dedicó a recordarle el oficio de su padre, que se enriqueció vendiendo aceitunas. Algún guarro definió que Schifrin se puso "verde ídem".

En cuanto a Eduardo Peduto, cuando estaba orando ante la asamblea, un insulto lanzado al aire -que lo tenía como destinatario- encendió su temperamento y abandonó el micrófono para dirigirse hacia el emisor de tamaña befa. En esos momentos se produjo en el seno de la numerosa barra un forcejeo. Eran los que se peleaban para ver quién le pegaba primero al ardiente legislador. El equipo de seguridad logró sacarlo -ileso en su físico, aunque quizás con el orgullo algo magullado- para que la cosa no pasara a mayores.

Por su parte, Elena Cruz intentó solicitar -el ambiente daba para una actuación memorablemente shakespereana- una interrupción. Debió desistir cuando arreciaron los cánticos, que no tenían como objetivo alentarla a dirigir una perorata al público presente.

Recordando quizás otros tiempos, en varias ocasiones la barra -presa de una inexplicable nostalgia- se refirió a una respetada empresa de cajeros automáticos y de tarjetas de crédito, no se sabe con qué aviesa intención. "Banelco, Banelco", cantaban.

Finalmente, Felgueras, al borde del arrechucho, abandonó el estrado con el que fue honrada hace casi cuatro años y dejó en su lugar a Ricardo Busacca. Éste, para entrar con el paso firme, amenazó con invocar la presencia de los tiernos muchachos de la Guardia de Infantería si los vecinos persistían en su actitud de mofarse de los legisladores. Recién cuando escuchó las carcajadas de los amenazados se percató de su error.

Finalmente, primó la cordura. La ley no se votó. Los inefables uniformados de azul no ejercieron la dureza de sus garrotes contra las humanidades de los vecinos. A Felgueras alguien le alcanzó un pañuelo para que enjugara la humedad de sus lagrimales. Lo que se dice, un día perfecto.

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