La Escuela Normal Superior Mariano Acosta era un hervidero a mediados de los 40, cuando el futuro autor de "Rayuela" y Eduardo Hugo Castagnino -su íntimo amigo- daban clases en ese profesorado. Cortázar ya pensaba en irse de la Argentina: su futuro como escritor estaba comprometido y no sentía afinidad alguna con el peronismo en el poder.
En ese contexto, la primera movida fue salir de la Capital Federal y recalar en la provincia de Buenos Aires: Bolívar, Chivilcoy, vieron pasar su fina estampa mientras el hombre leía, mandaba cuentos a la revista "Sur" y sostenía un epistolario variado, costumbre que mantuvo hasta el final de sus días
Castagnino resultó, en esos primeros tiempos, un interlocutor privilegiado: un lector prolijo, culto, enciclopédico, escribía poemas y publicó dos libros de historia, "Guión sanmartiniano" y "La prosa de Sarmiento". Acá, en exclusiva, algunos de los fragmentos de esas cartas que todavía permanecen inéditas, y a la espera de editor.
ESCRIBIR UN CUENTO
"Anoche estuve diciéndome que me agradaría, alguna vez, publicar un tomo de cuentos. cuentos a la manera de ‘puzzle’. Aquí, en la Argentina, nadie escribe cuentos en el buen sentido de la palabra. Los de Estrella Gutiérrez, por ejemplo, me parecen detestables. Los de Barletta, Castelnuovo y demás proletarizantes, son piezas de morgue (…)".
UNA CRITICA A BIOY
"Si te quieres divertir, lee en el último Sur un cuento de Adolfo Bioy Casares que se llama ‘La trama celeste’. Pudo ser algo grande pero se malogra parcialmente por a) excesiva asimilación de la técnica de papá Borges; b) excesiva asimilación de temas de ídem; c) deliberada prosaísmo en la redacción, dándole carácter de documento. Al margen de estas reservas, que observarás están separadas por las iniciales del autor en cuestión (¡sutil csimbolismo!) es una cosa notable y digna de lerse…te dibertirás, niño" (18 de junio de 1944)
CUELLO DURO
"Me alegro de que mis cronopios te hayan acompañado un rato. Aquí me llegan las primeras protestas vernáculas. ¡Cómo¡¡Un escritor tan serio escribir esas tonterías! Huelga decir que mi regocijo-no-conoce-límites. Ricardo Molinari tenía razón cuando me decía que en la Argentina, antes de ponerse a escribir, los poetas y novelistas se ponen cuello duro y se suben al ropero. Y después, viejo, esa manía de las etiquetas: Fulano es cuentista, Mengano es poeta, Zutano…Cuánta pelotudez!" (París, 1 de noviembre de 1962).