Cuanto peor mejor: de los Kirchner hacia Macri

Cuanto peor mejor: de los Kirchner hacia Macri

Por Fernando Riva Zucchelli


La jefatura de Mauricio Macri es verdadera. Es una obviedad. Pero muchos dudaban de la posibilidad de que el ex presidente de Boca Juniors tuviera la misma firmeza en la conducción de la Ciudad de Buenos Aires que en sus anteriores aventuras empresariales, en el club de la Ribera o en el grupo que fundó su padre, Franco. Es más, aquel muñeco de torta que saltaba baches y repetía religiosamente sin el más mínimo carisma todas las sugerencias que le acercaba el ecuatoriano Jaime Durán Barba y en algunas ocasiones el eyectado Carlos Tramutola, hoy se ha convertido en la esperanza blanca de la centro derecha argentina.

Macri posee el plus de no venir de la política pero tener a su vez una bisagra correcta con el peronismo ordenador, algo que realiza sin mimetizarse, pero dando la impresión que para él también es capaz de terminar su mandato, algo que en el país parece estar reservado para aquellos que recitan cada vez con menos ganas las estrofas de la marchita peronista.

Este concepto, en la cabeza de la gente, se afinca a partir de la experiencia de los últimos gobiernos desde que el país retomó la democracia pero también en la necesidad de estar "atado" a algo, sobre todo en un momento en que la incertidumbre acerca del futuro del gobierno de CFK atrapó a la calle con el peor de los diagnósticos. Es muy complicado para la sociedad porteña, como seguramente lo será para el país todo, no tener ninguna esperanza en el gobierno nacional y encima desprenderse de la estabilidad local que viene mostrando el gobierno de la H, sin grandes luces pero también sin grandes fallas en el distrito.

Es en esa necesidad donde Macri emerge como una posibilidad concreta, aunque él lo niegue, aunque siga diciendo una y mil veces que sólo le interesa la Ciudad, pero allí hubo un click. Es que en realidad ese quiebre no lo produce él sino la sociedad, harta de determinadas cuestiones ligadas a los K. El humor social que trasciende al votante PRO, lo empuja más allá de su voluntad, que por supuesto no es clamor y no se sabe si alguna vez lo será, pero para Macri la política después de la crisis del campo ya no será igual. En la Legislatura y desde la vereda de enfrente al macrismo reconocen: "si jugaste con el campo ganaste y seguís participando; si no, fuiste muñeco".

Simultáneamente, en el San Juan Tennis Club, Eduardo Duhalde, que pasaba inadvertido por allí cuatro días a la semana ahora es mirado por todos cuando juega al ajedrez y al paddle mientras en la sede del Movimiento Productivo Argentino dejaron de hacer patinaje en el local vacío y por estos días ya les queda chico, se acumulan allí una serie interminable de reuniones. Además del propio renacer del caudillo bonaerense, algunos dirigentes porteños quieren aprovechar la volada para ganar espacio junto al propio ex presidente interino, o si fuera más redituable, dentro de los clubes que conforman la liga del peronismo porteño, por ejemplo, el SUTERH de Víctor Santa María, que no larga a Alberto Fernández mientras mira con interés a Jorge Telerman, un viejo amigo del gobernador bonaerense. El macrismo legislativo quedó expuesto en una internita VIP que protagonizaron las huestes de Cristian Ritondo y Daniel Amoroso y los demás peronistas encabezados por Diego Santilli, quien a pesar de tener línea directa con Duhalde decidió, al igual que Álvaro González y Silvia Majdalani, no asistir a ciegas a la convocatoria y esperar la siguiente ronda para tener mayores certezas. Peronistas históricos como Miguel Ángel Toma no necesitan asistir para dar fe, ya que son ellos los convocantes al encuentro.

Llama la atención la debilidad extrema que se está apoderando de la potencia electoral del kirchnerismo en la Ciudad, a pesar de los denodados esfuerzos que realizan los que más tienen para perder en eso. Para seguir aquí los pasos de Alberto, cuando los números se le vuelvan a acomodar como a Julio Cobos.

Pero la fragilidad no afecta a ninguno de los antes nombrados, ya que por distintas razones, todos tienen palenque donde rascarse en los próximos escenarios, léase el 2009 en lo legislativo, que será desdoblado y casi con seguridad con comunas, ante la negativa expresada por Marcos Peña, el hombre fuerte del Ejecutivo, de plantear una Constituyente antes de 2010. Y luego uno se pregunta para qué la van a hacer si las comunas ya estarán en plena marcha de aproximación a una descentralización que se visualiza remolona.

Sería bastante razonable que de no suceder nada extraño, el oficialismo gane las elecciones locales en las cuales no participaría Elisa Carrió, que esperaría, al igual que en 2007, el turno nacional, y el resto del esquema se podría completar con un Enrique Olivera de poco más de diez puntos; un Telerman más peronista que posmoderno y que aparece bien posicionado en segundo lugar, detrás del gobierno; una expresión del ibarrismo que dará pelea sabiendo que es la única fuerza que suma todo lo que gane; y una izquierda que en todas las mediciones porteñas, Vilma Ripoll la lleva a guarismos, hasta ahora, más que interesantes: habrá que ver si los mantiene. ¿Y los K? Son la incógnita principal. Su destino está íntimamente ligado a lo que pase con Cristina, la política nacional y la inflación creciente (que se niega), y que es un elemento que cuando se sale de control podría hacer que la fuerza desaparezca del mapa, aunque si se controla a tiempo, tendrán chances de mantener algunos de los 24 puntos que solían sacar en sus épocas de oro; en este caso sería un éxito la mitad de esa cifra. Hasta aquí un breve vuelo de pájaro de lo que sería hoy la "elección grande", las comunas parecen ser menos complicadas para las huestes de Macri, aunque sea casi imposible repetir la performance apabullante del 2007, donde ganó los dieciséis circuitos.
Macri es jefe, dueño y señor de la Ciudad mientras las balas no entren.

Hasta ahora le tiraron poco y le pegaron en el chaleco.

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