Cuando la vacuna contra la poliomielitis salvó al mundo

Cuando la vacuna contra la poliomielitis salvó al mundo

La aparición de Jonas Salk como benefactor guarda similitudes y diferencias con los héroes médicos de hoy.


La aparición de las vacunas contra el Coronavirus, tan desesperadamente aguardadas, guarda una gran similitud con el surgimiento de la igualmente benéfica –esta vez fue una sola, primero y otra, siete años más tarde- vacuna contra la poliomielitis, que se produjo 66 años atrás.

Fue en abril de 1955 cuando el epidemiólogo Thomas Francis, mentor de Jonas Salk –el creador del antivirus- anunció al mundo desde la Universidad de Michigan que la vacuna era un sesenta a setenta por ciento efectiva contra la cepa más común del virus de la Poliomielitis y un noventa por ciento contra otra, menos común.

Siete años después, el científico polaco de la Universidad de Cincinatti Albert Sabin creó otra vacuna, que se administraba por vía oral. En realidad, la vacuna de Salk inmunizaba al portador, pero éste podía infectar a las personas no vacunadas con las que se relacionaba. La que ayudó a erradicar la enfermedad, que era la que inmunizaba y convertía en una persona sana al portador, que ya no contagiaba más, fue la que creó Sabin.

Las vacunas eran diferentes. La de Salk, que se inyectaba por vía endovenosa, consistía en una dosis de poliovirus inactivados o muertos (IPV). La de Sabin, que se aplicaba en un terrón de azúcar, utilizaba poliovirus atenuados (OPV).

Una enfermedad que ataca más a los niños

La palabra poliomielitis proviene del griego: poliós es gris, mientras que myelós es la médula espinal. Describe a una enfermedad infecciosa, que ataca al sistema nervioso. Se transmite entre humanos a través de las secreciones respiratorias o por la vía fecal-oral.

Las infecciones son, en el 99 por ciento de los casos, asintomáticas. Sólo en el uno por ciento de los infectados el virus alcanza el sistema nervioso central, en el que penetra a través de la corriente sanguínea. En ese caso, provoca la destrucción de las neuronas motoras, lo que causa una total debilidad muscular y una parálisis aguda flácida. En su forma aguda, inflama las neuronas motoras del cerebro y la médula espinal y causa parálisis, atrofia muscular y, muchas veces deformaciones en los miembros. En su forma extrema, puede causar la muerte al paralizar el diafragma. A muchos chicos que se infectaban en los ’50 y en los ’60 se los veía embutidos en unos grandes tambores redondos llamados pulmotores, que les permitían respirar.

Este virus atacaba principalmente a niños de cuatro a 15 años, en especial durante el verano o en inviernos no demasiado fríos. Por esta razón era que en Estados Unidos –adonde el virus hizo estragos- se cerraban los campamentos de verano, los cines y hasta las piscinas públicas. De todos modos, no sólo los chicos sufrieron el embate del virus. El propio presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, fue atacado en 1921, a los 36 años, por la poliomielitis y debió pasar el resto de su vida –murió en 1945 siendo presidente, sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial- en silla de ruedas, utilizando además aparatos metálicos en sus piernas.

El primero que habló del virus fue el alemán Jakob Heine en 1840. A principios del Siglo 20 se descubrieron dos patrones de infección, uno de menor cuantía, que no llegaba al sistema nervioso central y otros dos, uno con parálisis y otro no.

Este virus atacaba principalmente a niños de cuatro a 15 años, en especial durante el verano o en inviernos no demasiado fríos. Por esta razón era que en Estados Unidos –adonde el virus hizo estragos- se cerraban los campamentos de verano, los cines y hasta las piscinas públicas.

Jonas Salk: el primer médico “superstar”

Fue un virólogo estadounidense, hijo de inmigrantes rusos judíos. Durante siete años se dedicó a estudiar una manera de enfrentar al devastador virus de la poliomielitis, que sólo en 1952 infectó a casi 58 mil niños, de los que 3.145 murieron y 21.269 quedaron afectados por parálisis infantil.

Hasta 1955, cuando fue presentada la vacuna de Salk, se consideraba a la poliomielitis como uno de los principales problemas de la salud pública. Cada verano, miles de personas huían de las ciudades con sus hijos o pasaban la temporada aterrorizados porque algo les pasara.

Cuando Jonas Salk se convirtió en una celebridad, el periodista Edward Murrow lo entrevistó. Una de sus primeras preguntas fue: “¿quién tiene la patente de esta vacuna?”. Salk contestó: “El pueblo. No hay patente. ¿Puede usted patentar el sol?”.

Mientras tanto, el presidente y héroe de la Segunda Guerra Mundial, el general Dwight Eisenhower, recomendó a Salk para que fuera condecorado con la Medalla de Oro del Congreso, que le fue concedida.

Al mismo tiempo, las maestras hacían que sus alumnos le enviaran cartas de agradecimiento al popular doctor, muchas universidades se ofrecían a otorgarle títulos “honoris causa” y millones de padres vacunaban a sus hijos mientas les volvía el alma al cuerpo, recordando aquellos veranos de terror.

Toda su vida se dedicó a la ciencia. Su última batalla la libró contra el SIDA desde el Instituto Salk, ubicado en La Jolla, California. Murió a los 81 años, el 23 de junio de 1995, por una insuficiencia cardíaca.

¿Patentes?

En lo que va de ayer a hoy, existen marcadas diferencias entre el científico Jonas Salk y los dueños de las Big Pharma actuales. La primera es que éstos ejercen un enorme poder, producto de que la farmacéutica es una de las industrias líderes de estos tiempos, junto con la armamentística y la de los juegos de azar. Por el contrario, Salk era sólo un científico que valía en el mundo por su talento y por su esfuerzo.

La segunda, última y más contundente, Salk fue un benefactor de la humanidad, ya que se negó a patentar su invento, una actitud impensable en estos tiempos de ambiciones largas y ética inexistente.

Hoy la enfermedad está prácticamente erradicada. Sólo es endémica en Afganistán, Nigeria y Pakistán y se producen esporádicos brotes en algunos países de Asia y África. El último caso americano se produjo en Perú en 1991. Se considera que América está libre del virus desde 1994.

 

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