Buceando casi sin oxígeno, en el país político que se viene….

Buceando casi sin oxígeno, en el país político que se viene….

Opinión.


Pasan los días y las certezas no abundan. El resultado de las elecciones del domingo próximo, aunque permanezca la incógnita -sobre todo en la Provincia de Buenos Aires-, no altera sustancialmente la problemática que aquejará al gobierno en el segundo tramo de la gestión, tanto en el plano político como en el económico.

Más allá de los números finales, existe un tema difícil de sobrellevar a futuro, que es el de la confianza en el otro. Y eso es algo que parece tener molestos a cada vez a más dirigentes en la Casa Rosada y en el Instituto Patria. Y todos saben que la síntesis se torna cada vez más difícil dentro del Frente de Todos, más allá de las ganas de “copar el gabinete” que pergeñaron los K alguna vez, o de “echar a todos los de la Cámpora”, como decían en setiembre los albertistas, o como tercera opción, volver a emparchar el deshilachado acuerdo inicial -como sucedió en septiembre-, aunque nada de esto garantice un futuro tranquilo.

El kirchnerismo más duro (Patria más Cámpora) no sólo no puede copar el gabinete (perdió legitimidad por el resultado en Provincia de Buenos Aires) sino que tendrá que repensar las estrategias desplegadas, porque en todas ellas, la Provincia de Buenos Aires era un bastión K inexpugnable por su peso y esa hipótesis falló. Además, si la elección fuera recluirse en la Provincia sin los resortes nacionales que hoy manejan, tampoco esa es una opción, ya que ese distrito tiene Nación-dependencia para pagar sueldos, brindar servicios y hacer obras. Jamás lo podrían hacer con fondos propios, algo que ellos saben por haberlo ejercido en los años dorados de Néstor y Cristina. Por lo tanto, la “renuncia masiva” o el “si nos tocan a alguno nos vamos todos” no tiene en la realidad un adónde ir, ya que tampoco Santa Cruz es hoy el mejor territorio para ese espacio político.

Hay muchos que pregonan que nadie está firme en el gabinete y, si bien es cierto que en el gobierno está puesto todo en duda a partir del resultado electoral traumático, también es cierto que, salvo alquimias muy rebuscadas, hay ministros y secretarios que difícilmente se alejen del Presidente. Y no son tan pocos, este cronista entiende que por lo menos pueden ser media docena. El caso de la salida intempestiva de Juan Pablo Biondi fue único e irrepetible. Cualquier otro intento de esa índole y por esa vía terminará en guerra total y, si bien no deja de ser una posibilidad, todos tratarán de evitarla para no generar aún más problemas.

Mucho se habla de las bajas que habría en el gabinete, y de los espacios que podrían irse, pero también hay que hablar de las altas que se producirán con o sin acuerdo entre los líderes máximos de la coalición. El tercer socio, Sergio Massa, está atento, ya que sin tener golpe de nocaut en esta pelea, puede sacar ventaja por puntos en una carrera que por descarte lo tiene entre los principales candidatos para el 2023. Aunque también depende del alineamiento de los planetas. No era lo mismo ser el “moderado” de una coalición progresista K (garpaba muy bien ese lugar) que ser otro “frentetodista” perdedor.

Ahora pueden ingresar al gobierno gobernadores ganadores y con aspiraciones; gremialistas que garantizan el trabajo y el control de la calle, como lo demostraron el pasado 18 de octubre e intendentes de la Provincia, que prefieren un peronismo más clásico a seguir aguantando el ninguneo de Kiciloff y Cía, al que se le sumará Máximo Kirchner en breve, en otro combate interno que promete ser estelar entre estos dos jóvenes valores del kirchnerismo.

El armado de la nueva formación del Frente de Todos, para el caso que siga existiendo con esa denominación, es la única discusión de la que se habla en todos los cuarteles de las distintas tribus. Las diferencias expresadas en quiénes ocupan los cargos tiene como telón de fondo diferencias importantes respecto de las relaciones internacionales, el acuerdo de la deuda con el FMI, las reformas laborales, judiciales y el déficit fiscal, cuestiones ligadas a la generación de energía y el tema subsidios en general, por designar algunas de las cuestiones en las que no lograron en dos años ponerse de acuerdo. Y esa visible inacción, más la cuarentena pandémica, terminaron de forjar un gobierno que fracasó electoralmente.

La cuestión sanitaria, más allá de los errores cometidos -y ya castigados con el voto-, fue aceptable en términos estructurales. Estamos vacunados todos los que quisimos hacerlo y hoy existe un sobrante importante de vacunas para dar terceras dosis (refuerzo) a grupos de riesgo y para turistas menores que ingresen. El resto del mundo –salvo excepciones-, en los grandes números no nos sacó diferencia.

También es cierto que además de la crisis estructural que arrastra el país en temas como la inflación, la estructura económica, la pobreza y la falta de trabajo en general, registrado o no, algunos signos de la economía han empezado a moverse bastante bien, brindando alguna esperanza para lo que viene. La situación financiera está estallada y sólo un acomodo político correcto podrá traer tranquilidad a la gente y, a través ellos, al mercado. Habrá que pensar en acuerdos de gobernabilidad con quienes deseen hacerlo, sabiendo que en dos años no es lo mismo agarrar un país saliendo que uno totalmente destruido. La ciudadanía está muy alejada y enojada con la política. Hay que acortar esa distancia de alguna manera y probar todo lo que sea necesario, ya que en esta situación cualquier esfuerzo es inviable al final.

La idea de continuar con el mismo esquema político con que el oficialismo llegó hasta acá es demasiado arriesgada. Ya una vez la gente pidió que la escuchen y votó por el adversario que más le duele al gobierno. Esto para garantizarse ser escuchada. No parece lógico que hayan votado a Juntos porque medio país quiere que retorne Mauricio Macri, dos años después de haberlo sacado sin reelección y por una muy amplia diferencia.

Los grandes grupos económicos concentrados, los monopolios de la industria y los servicios, la banca y los operadores financieros se aprovechan obscenamente de la situación y cada vez aprietan con más fuerza y empujan a quienes les conviene en la elección en busca de obtener mejores escenarios, en una actitud insaciable. Hoy lo pagan Cristina y Alberto, mañana le tocará a cualquier otro. Hay que afinar la política, porque está perdiendo por goleada. Nada cambiará si se sigue haciendo lo mismo. El llamado de atención esta vez fue directo al Gobierno, pero leyendo bajo el agua también debe escucharlo la oposición, beneficiaria pero corresponsable del enojo.

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