La sociedad se quedó afuera

La sociedad se quedó afuera

Los hechos de violencia ocurridos en la puerta de la Legislatura el jueves último fueron el corolario de un desencuentro en el que primaron las posturas inflexibles y las posiciones rígidas por sobre el diálogo.


Los incidentes ocurridos el jueves de la semana última en la puerta de la Legislatura porteña fueron bochornosos. Tanto los que tuvieron lugar al mediodía, en los que participaron reconocidos barrabravas, como los sucedidos por la noche, con encapuchados que trataron de incendiar la puerta del Palacio Legislativo y, como si eso fuera poco, arrancaron un par de postes de ?Prohibido estacionar? para utilizarlos como puntas de lanza para derrumbar la puerta de Perú 130.

Estos hechos de violencia fueron el corolario de un desencuentro en el que primaron las posturas inflexibles y las posiciones rígidas por sobre el diálogo. En dicha sesión se debía tratar el conflictivo tema de la modificación del sistema de Juntas de Evaluación Docente. Y las posturas enfrentadas entre lo que proponían el Gobierno de la Ciudad, mediante el ministro de Educación, Esteban Bullrich y lo que pretendían los sindicatos docentes chocaban de frente como dos trenes a excesiva velocidad. Lo peor del caso es que ninguna de las dos partes estaba dispuesta a ceder un milímetro en su iniciativa, actuando con arbitrariedad sobre el resto de la sociedad, que miraba azorada desde la televisión una pelea en la que nunca se requirió su opinión.

Porque si los paros indiscriminados de los gremios de los maestros lo único que hacían era perjudicar a los alumnos, poniendo en contra a buena parte de la ciudadanía, la respuesta de Bullrich de descontar los días de huelga tampoco ayudaba demasiado a solucionar el conflicto. Todo lo contrario: sumaba más nafta al fuego.

Hace tiempo que desde este semanario se viene pidiendo un debate profundo sobre la educación pública que reciben los porteñitos, y esto significa tanto criticar la postura adoptada por los docentes de amenazar con huelgas todos los fines de año y los días antes del inicio de clases para obtener un aumento salarial, como la falta de una política de Estado en lo referente al tema.

No hay que olvidar que la cartera educativa del macrismo es una de las más cambiantes de la administración del Pro. Antes de Bullrich pasaron por el cargo Mariano Narodowski, que fue procesado por el juez federal Norberto Oyarbide en la causa de las escuchas ilegales por haber contratado al espía Ciro James y Abel Posse, quien debió renunciar luego de defender a la última dictadura militar con un exabrupto en forma de columna de opinión publicada en el diario La Nación. Esos cambios demuestran a las claras los fallidos del macrismo con respecto a la educación. Además, deja a la vista que no tiene una política definida y duradera con respecto al tema.

A los errores del oficialismo se deben sumar los disparates de los sindicatos docentes, que reducen todo su actuar a la huelga, tomando de esa manera de rehenes a los chicos, lo que significa que no tienen una política concreta para lograr que la ciudadanía entienda por qué protestan. Para los vecinos de Buenos Aires que el jueves por la noche miraban con sorpresa lo que pasaba en la Legislatura, el debate sobre las Juntas de Evaluación Docente era chino básico.

La falta de comprensión de los habitantes de a pie tiene dos culpables concretos: el Gobierno y los maestros, que quedaron enfrascados en una pelea sectaria que solo entendían pocos y que nunca sacaron el debate hacia afuera para que la sociedad tomara posición y se enterara sobre qué se discutía, ya que las consecuencias de lo que se votara en el Palacio Legislativo iba a repercutir de una manera directa en sus hijos.

Y eso es lo más grave de lo sucedido, sin dejar de lado los hechos de violencia que protagonizó un sector minoritario. Como si lo ocurrido no bastara para avergonzar a los contendientes, luego de los incidentes, las partes en pugna se dedicaron a atacar a su enemigo de turno, utilizando los desmanes ocurridos como una forma de presión sin hacerse cargo de las distintas responsabilidades que les corresponden tanto al Gobierno de la Ciudad como a los gremios docentes.

Un escándalo que no les quita las culpas y deja como simple espectadores a los habitantes, quienes sufrirán los efectos de un debate al que no fueron invitados.

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