Tampoco es de los "progres" (en verdad, es difícil meter a Melillo en algún casillero porque si bien es de los cooptados del Ari por el oficialismo, como tantos otros, antes fue peronista: digamos entonces que pertenece a la cultura política de la izquierda, como él mismo se define), con demasiados cuestionamientos hacia el núcleo duro del kirchnerismo, después del duro revés político que sufrió en la batalla por las retenciones móviles. No. Melillo parece seguir creyendo que este Gobierno tiene un crédito a su favor y no se muestra arrepentido ?no, al menos, en público- de haberse pasado del espacio de Lilita al kirchnerismo, de la mano de Alberto Fernández, que ahora acaba de abandonar el barco K dejando a sus pollos políticos sin referentes en el gobierno de Cristina.
¿Le cayó mal, le sorprendió, lo esperaba, se siente desprotegido políticamente? ?No, desprotegidos estábamos en la dictadura. Me sorprendió, sí. Pero entiendo que Alberto tiene diferencias tácticas, no estratégicas, como él mismo ha dicho. Cuando tenés diferencias estratégicas, te pasás de bando. Pero Alberto acompañó y acompaña?.
Melillo ocupa la subsecretaría de Coordinación de Políticas Ambientales, en la secretaría de Medioambiente de la polémica Romina Picolotti, otra funcionaria que revistaba en línea directa a Fernández. ?Que yo sepa, todos estamos confirmados en nuestros lugares?, dirá, en relación al ala progre del Gobierno K, hacia donde pegó el salto en 2006, cuando se distanció de Carrió por diferencias en la construcción política. O, en su propia versión, por severas ?diferencias estratégicas?
-Después de haber cuestionado tanto al PJ y sus prácticas, al punto de irse del partido, ¿no le pesa que el kirchnerismo se haya volcado al aparato del PJ, en lugar de optar por hacer eje en el progresismo? ¿No es estar de vuelta en el mismo lugar para usted?
-La primera cosa es que el progresismo argentino tiene dos problemas graves: por un lado hay más opinólogos que actores políticos; por otro, tiene individualidades narcisistas muy fuertes, que impiden articular un proyecto colectivo. Así que con este cuadro de situación, que el Gobierno termine optando por el PJ para garantizar la gobernabilidad, no debería extrañarnos. Nosotros no supimos o no pudimos construir, a nivel político, un espacio alternativo similar y viable a lo que los economistas nacionales han hecho con el Plan Fénix. Hay mucho personalismo. Por otro lado, nunca ha habido en un Gobierno tantos funcionarios progresistas como en este.
-Entonces, ¿no hay crítica de ningún tipo hacia el oficialismo? ¿El saldo es totalmente positivo?
-Sí, totalmente. Creo que ha habido mejoras en la calidad institucional, por ejemplo, con el cambio de la Corte Suprema o el debate último en el Congreso, que son muy positivas. Además de haber civilizado, en todo el sentido de esa palabra, a las fuerzas armadas. Los logros son importantes y me quedo con ellos.
-Ahora, usted pareciera tener más críticas hacia el progresismo que hacia el kirchnerismo. Sin embargo, en el actual Gobierno, hay un personalismo muy marcado, que es el de Néstor Kirchner, ¿ese no le molesta?
-Bueno, exactamente, esa es una asignatura pendiente. Después de 2001, Kirchner reconstruyó la autoridad presidencial, pero lo que no se reconstruyó fue el sistema de partidos. El progresismo tampoco lo reconstruyó; al contrario, quedó más fragmentado todavía. Por otra parte, siempre se dijo que el problema del PJ era que confundía el aparato partidario con la gestión pública porque el jefe partidario era generalmente el presidente. Bien, ahora esos roles están separados, y eso también está mal?
-Bueno, separados es una manera de decir. No olvidemos que se trata de un matrimonio. Ahora, dígame, ¿cómo van a hacer para reconstruir el vínculo con la clase media ?y con los porteños en especial- que el kircherismo ha perdido, sobre todo tras la crisis con el campo?
-Últimamente me he vuelto bastante ?jauretchiano?. Jauretche hablaba del medio pelo argentino, que se fascinaba con Europa y no podía mirar las bondades de un proyecto popular, como es el caso del kirchnerismo, que le ha dado muchos beneficios a la clase media. Sin embargo, vemos que los porteños han elegido a un populista de derecha, como es Macri que, paradójicamente para un ?hacedor?, en ocho meses de gobierno no hizo nada. A pesar de haber tenido la transición más larga de la historia, lo único que hizo hasta ahora fue instalar por todo Buenos Aires la letra ?H?, de ?hacer?. Es increíble lo simbólico, ¿no?
-¿Se puede llamar a un proyecto político ?progresista? cuando no cuenta con el apoyo de las clases medias urbanas?
-Sin dudas, no. Por eso me parece que se viene otra etapa, con reclamos nuevos de los sectores medios urbanos, que tenemos que aprender a leer. Una vez pasadas las necesidades más urgentes que nos planteó el 2001, la gente quiere cambios.
-Y por eso votó al ?populista de derecha?.
-Exacto?Votó una versión caricaturesca de Berlusconi. Mirá, creo que aquí hay mucha superficialidad, demasiada pauta de comunicación y preocupación por la imagen y muy pocas ideas.
-¿Los porteños son superficiales?
-No, los porteños pueden votar lo que quieran. La gente, te decía, busca cosas nuevas después de haber atravesado lo más bravo de la crisis y haber satisfecho sus necesidades más básicas. Pasó en el Chaco, con Capitanich y en la Capital, después de varios gobiernos progresistas, los porteños quisieron cambiar de sesgo.
-¿Cómo interpreta los cacerolazos porteños que obligaron a Cristina a girar la discusión sobre las retenciones al Congreso, donde perdió?
-Como algo propio de una sociedad que ha crecido, y que es capaz de poner un límite a actitudes decisionistas.
-Usted que es un conocedor de la Ciudad, ¿qué le aconsejaría al kirchnerismo puro y duro, que dice no comprenderla, para reconectar con su sociedad y su electorado?
-Falta mucho todavía?Creo que la espuma va a decantar, tanto en su fase negativa, que ahora nos toca a nosotros, como en la positiva. Porque, con el tiempo ?y falta el 2009, todavía- el discurso de la oposición, hoy tan eufórica, también va a encontrar su límite en los hechos.
-¿La batalla por las retenciones móviles dividió aguas?
-Si, pero las dividió también en el seno del peronismo, no nos olvidemos. Cuando se habla de que el aparato peronista garantiza la gobernabilidad, nos olvidamos que hubo votos a favor y en contra del Gobierno tanto del lado del progresismo y la Concertación, como del PJ. Entonces, insisto: hay que esperar que la espuma decante.