Kureishi es un hombre afable, extrañado de su popularidad en estas costas, y por la repercusión de Intimidad (más la película que el libro, convengamos). Este es el fragmento de una conversación que Noticias Urbanas mantuvo vía e mail Buenos Aires-Londres.
-Nací en el sudeste de Londres, en Bromley: muchas casas, pocos autos, terrenos baldíos y monoblocks; todos los padres de familia trabajaban en la city. La burguesía se codeaba con la clase obrera, la gente tenía dinero suficiente como para comprar discos, una televisión, ropa, una guitarra. Eran los sesenta. Estaba saturado de skinheads, de fascistas, de bandas que fajaban a paquistaníes, a hijos de paquistaníes…La música era una presencia constante: Bowie, Billy Idol y Siouxsie Sioux fueron a la misma escuela que yo. The Bromley Contingent, un grupo parecido a los Sex Pistols, se formó también en esa escuela. Yo no formaba parte de ninguna banda porque jamás pude tocar nada, pero tengo muchos amigos son músicos. Todos queríamos convertirnos en estrellas de rock y rajarnos a Londres.
-¿Qué música escuchaba en ese momento?
-El grupo más importante, The Beatles. Y los Stones, los Kinks, los Who, los Greateful Dead y cosas más raras como Soft Machine.
-¿Y la escritura?
-Apareció como algo más que un pasatiempo a los 14, 15 años. Supe que quería ser escritor. Mi padre quería ser escritor pero no consiguió que lo publicaran. Durante toda mi infancia escribió en casa, con su gran máquina que sonaba al final de cada línea. Es lo que cuento en Mi oído en su corazón.
-¿Leía lo que escribía?
-No, mi padre no dejaba leer sus novelas porque hablaban de sexo y un padre no quiere que sus hijos -al menos a cierta edad- se enteren. La ignorancia sexual debe jugar en los dos sentidos. Pero su ejemplo, su deseo de ser escritor son los que me llevaron a la escritura. En Mi oído…cuento el golpe que significó leer esos textos años después que fueran escritos.
-En fin, estábamos en Bromley.
-Sí, había que irse a Londres. Si uno se queda en esos lugares se queda para siempre, trabaja en un banco o en un negocio, y nada más, nada muy excitante. En ese sentido es como el rock o ciertos viajes: o lo hacés cuando sos joven o no lo hacés más. Había que irse. Si no, venía el casamiento, los chicos, la casa, como todo el mundo. No había escapatoria.
-Es aquello de Baudelaire, “¿Mi enfermedad? El horror a la casa”.
-Exacto.
-¿Por qué Intimidad (la impiadosa novela en que un alter ego de Kureishi narra su separación matrimonial)?
-Quise escribir en un estilo confesional. Quise hacer una novela que fuese muy honesta acerca del dolor de la separación. No quería escribir un libro amable o aséptico: quería que fuese rabioso. Ese libro está escrito de manera autobiográfica; de manera autobiográfica no quiere decir que sea una autobiografía, pero me resultó muy gracioso detectar que todo el mundo se confundía.
-Hay mucho de estudio del ánimo, de psicología, por decirlo así.
-En Intimidad ése era el objetivo: un estudio de caracteres. Pero en cualquier caso, me interesan dos cosas: la mente del sujeto, y el mundo en que el sujeto vive, interactúa. Cuando tengo una idea, me llega de una forma particular, como una obra de teatro, una novela o un cuento. A veces, las ideas llegan de una forma y se convierten, como en El buda de los suburbios, que era un cuento, luego se transformó en novela, en película y en un disco de David Bowie. Lo que probablemente ocurra es ver la forma y el contenido como uno solo, aunque me cuesta explicármelo.
-¿Volverá a dirigir cine?
-Lo dudo, al menos por ahora. En realidad, no lo dudo. Por ahora no. Disfruto más trabajando con directores verdaderos como Udayan Prasad, Roger Mitchell o Patrice Chéreau.
-¿Sigue siendo amigo de Stephen Frears?
-Por supuesto. Es imposible deshacerse del tipo que llevó a la pantalla grande mis dos primeros guiones (Ropa limpia, negocios sucios y Samie y Rosie van a la cama). Eso sí: siempre está pidiendo nuevos guiones.
-¿Y tiene alguno?
-Tengo, pero ahora cuestan el triple.