Pasión en la tribuna, tensión en el recinto

Pasión en la tribuna, tensión en el recinto

El ranking de los más abucheados por la barra que marcó el ritmo de la sesión estuvo encabezado por Noemí Olivetto y por Ariel Schifrin. Los niños cantores no se privaron de cantar ni la marchita, ni aún otros cánticos irónicos, rabiosos o festivos. Una legisladora de derecha los acusó de "barras bravas". Finalmente, sólo quedó flotando en el aire una derrota del oficialismo y una victoria de los únicos que se mantuvieron unidos. Pero eso es para la crónica periodística...


En la sesión en la que juraron los nuevos diputados y en la que fue consagrado finalmente Santiago de Estrada como vicepresidente primero de la Legislatura, abundaron los chascarrillos, los cánticos de las barras, los insultos, las caras de asombro e incluso hasta alguna "furtiva lacrima".

Cuando juró como diputado Miguel Talento, la popular "marchita" inundó -una vez más- el recinto legislativo, obligando al presidente de la sesión, Norberto La Porta a esperar, papeles en mano y con el ceño fruncido, hasta que los niños cantores dejaron de entonar sus estrofas.

Los más odiados por las barras fueron, en ese orden, Noemí Olivetto y Ariel Schifrin. A la primera, la hinchada kirchnerista le adjudicó la culpa por haber perdido la votación por la vicepresidencia primera del cuerpo. La acusaron de haber sido sistemáticamente funcional -una vez más- a la derecha, en este caso macrista. Al segundo, la barra ibarrista le recordó el haberlos abandonado y lo menos que le gritaron fue ¡¡traidor!! y algunos otros epítetos que nuestra consabida caballerosidad nos impide reproducir por este medio.

Para que "Mimí" Olivetto no se sintiera sola, la hinchada le agregó a su marido a los cantitos. Entonces surgió desde el fondo la nada bonita página: salta, salta, salta, pequeña langosta, Zamora y de Estrada son la misma bosta. Eso sí, gracias a Dios evitaron decir la palabrita esperada.

Más tarde, en algún momento, la novel legisladora María Eugenia Estenssoro calificó como "barra brava" a los que desde la tribuna bailaban y cantaban, ganándose la instantánea repulsa de todos ellos. De todos modos, la poco perspicaz diputada pegó en falso porque la barra había abucheado, aplaudido y lanzado papelitos, y no había agredido ni golpeado a nadie. Políticos de probeta.

Después fue llegando el momento de abandonar el recinto. Finalmente, sólo quedaron como mudos testigos los volantes que arrojaron los simpatizantes de uno y otro bando. Los ganadores, que ganaron un estrado pero perdieron el sentido común se fueron, hollando con su paso triunfalista los sinuosos pasillos legislativos.

Cabeza gacha, el paso cansino, los perdedores se fueron queriendo estar a muchos kilómetros de allí. Lo más probable es que se preguntaran qué fue lo que salió mal. Todo, podría decirse en respuesta a su pregunta.

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