?Preparate para 2015, que vas a ser candidato?, le prometió Mauricio Macri a su niño mimado, Marcos Peña, un mes después de aquel domingo 10 de julio en que lo presentó en sociedad en el escenario del triunfo y, de ese modo, lo reposicionó puertas adentro de Bolívar 1. Un nuevo protagonismo que empezó en el medio del discurso de agradecimiento que el Jefe de Gobierno dio a los 850 mil porteños que lo habían reelegido. En ese momento, llamó para compartir el escenario del triunfo a quien hoy es ?uno de los padres de PRO?. Así, con estas palabras, Macri definió a Marcos Peña.
Lo cierto es que, desde aquel día, el secretario general de la Ciudad terminó de constituirse en una pieza clave dentro del Gobierno porteño ?desde hace tiempo venía prefigurándolo? y ya nadie trató igual a este joven politólogo a quien los ministros bautizaron, con algo (o mucho) de envidia, ?el pibe maravilla?.
La nueva mesa chica está compuesta ahora por Peña, el asesor estrella en campañas políticas Jaime Durán Barba y el empresario álter ego de Macri, Nicolás Caputo.
Algunos creen, sin embargo, que la promesa del jefe porteño fue sólo una de las tantas que lanza para mantener contenta a su tropa. ?Es una zanahoria?, sintetizó uno de los comunicadores del palacio. Zanahoria o no, lo cierto es que ahora Peña también sumó un nuevo desafío: se encarga de llevar adelante la marca Ciudad, nueva criatura mimada de PRO.
Las acciones políticas de Marcos subieron exponencialmente cuando se constituyó como uno de los pocos, poquísimos, propulsores de la reelección de Macri, impulsándolo a bajarse de la pelea nacional.
La estrategia era compartida por Durán Barba, Caputo y Santiago de Estrada, y resistida por todo el gabinete y la mayor parte del espacio PRO. Fue una jugada audaz, hay que reconocerlo. Una jugada que le salió bien, con lo que logró revertir la curva del descontento que muchos sentían cuando Macri abandonó la competencia nacional. Muchos lo habían sentido, entonces, como un fracaso. Pero, se sabe, las victorias dulcifican, y ese malhumor con Marcos quedó archivado con los festejos.
Sin embargo, el triunfo abrió grietas novedosas entre Marcos y Durán Barba. Novedosas porque el trato con Durán lo monopoliza Marcos, quien siempre se caracterizó por cuidar al gurú ecuatoriano como a una gema. Pero el excesivo protagonismo que adquirió el consultor, quien después de la victoria apareció en todos los medios autoadjudicándose, casi exclusivamente, la epopeya, no gustó puertas adentro. Y menos le gustó a Marcos Peña.
?Acá ganamos todos?, lo frenaron a Durán Barba un par de ministros PRO, en el intento de limitar el exceso de venta del ecuatoriano hacia afuera. No gustaron tampoco los coqueteos del consejero de imagen con la Rosada y la versión de que algunos operadores K lo habrían llamado para que los asesore. ?Encima, ahora se vende como quien hizo el acercamiento entre Cristina y Macri?, dicen, ofuscados, en Bolívar 1.
?Si algo me caracteriza es tender puentes, sobre todo con el universo que no nos vota. No creo en las etiquetas, y la izquierda y la derecha lo son. No explican mucho hoy sobre la Argentina. ¿Cómo me defino, entonces? Pluralista, diverso, ocupado de cosas concretas, de la gestión, y nada dogmático?, afirma el secretario general del Gobierno de la Ciudad.
Aunque no tiene un puesto formal en el área de la Comunicación, la maneja. Siempre que el Ejecutivo porteño tiene que comunicarles algo a los periodistas, Marcos lo hace. El funcionario formal en el terreno comunicacional, Miguel de Godoy, depende de él. Y la estrategia comunicacional de la campaña también recayó en sus manos.
Su nuevo lugar estratégico le permite manejar una mayor influencia a la hora de definir rumbos dentro del macrismo. Influencia que podría acotarse ?y aquí muchos prevén una nueva interna? si entrara en escena Emilio Monzó al frente del proyectado Ministerio de Gobierno.
Se sabe: su creación no depende exclusivamente de Macri sino que debe ser aprobada por la Legislatura luego de plantear una modificación a la Ley de Ministerios. El nuevo ministerio en ciernes será netamente político.
Un déficit que algunos, dentro de PRO, le achacan a Marcos. ?Se supone que la función de Marcos debería ser similar a la que tenía Alberto Fernández cuando estaba en el gobierno de Kirchner: alguien que conecta a su jefe con líderes opositores y teje alianzas con distintos sectores. En definitiva, un operador político que proyecta al candidato a un plano nacional. Sin embargo, tanto el discurso como la estrategia de Marcos y Durán (Barba) van en sentido contrario: centrarse en la gestión, solucionar los problemas de los vecinos, etcétera?, cuestionan algunos puertas adentro. Una estrategia que, hasta el momento, parece haber dado sus frutos. Mientras, los ministros aseguran que el ingreso de Monzó y de Humberto Schiavoni a PRO apuntó a ponerle política a un proyecto que venía muy centrado en cuestiones técnicas.
Pero el ascenso del joven estrella también le trajo quiebres con su antigua aliada en el anterior esquema del macrismo: Gabriela Michetti.
En el escenario antiguo, Peña era un incondicional aliado de Michetti, la carismática ex vicejefa cuyo enorme capital político fue construido gracias a su llegada a la gente. Marcos fue, también, el hacedor de la llegada de Michetti a PRO, a quien invitó a una de las famosas ?reuniones tupper? iniciales, que él organizaba, cuando recién arrancaba con Macri en la carrera política.
Aunque parezca mentira, todo comenzó a partir de la encuestadora Doris Capurro, hoy híper-K, pero entonces ligada a Mauricio Macri. En el embrión del macrismo, Capurro era consultora en la fundación Creer y Crecer. Marcos Peña estudiaba en la Universidad Di Tella con el hijo de Doris y Sergio Capurro, actual director periodístico de la revista oficialista Debate. Así fue como invitó a una de esas reuniones a Gabi, que trabajaba con su padre, Félix Peña.
El ascenso de Michetti, ayudada por su historia personal y su carisma, fue meteórico. También su interna con Larreta.
En todos estos años, Marcos siempre apareció del lado de los más ?puros?, defendiendo a Michetti como su aliado todoterreno. Creció tanto Gabriela dentro del espacio político, que creó su propia línea ?el ?michettismo? o ?los gabrielos?? con ministros y funcionarios que se referenciaron en su liderazgo, como Guillermo Montenegro, Hernán Lombardi y el propio joven estrella de hoy. En la pelea interna entre Michetti y Rodríguez Larreta, Peña también se pegó, incondicional, a su amiga.
Pero todo ese andamiaje comenzó a resquebrajarse en los primeros meses de 2011, cuando a Marcos se lo vio actuar en perfecta sintonía con Macri, que siempre estuvo fuertemente dividido entre sus dos principales dirigentes: Larreta y Gabriela.
En PRO dicen que llegó un momento en que nadie sabía bien para quién operaba Marcos. ?Empezaron a llamarlo ?el doble agente??, bromean cerca de Rodríguez Larreta. Entonces, sucedió lo que muchos señalan como un suicidio político de Michetti, quien apuró a su jefe para que se decidiera entre ella o Larreta. ?Jamás compartiría una fórmula con Horacio?, se lanzó Gabi. La verdad es que Larreta pensaba lo mismo pero, más político, cerró la boca y se mostró mucho más diplomático, dejándole toda la decisión al jefe porteño.
La historia que sigue es conocida: alentado por Marcos y Durán Barba, Macri resolvió el dilema bajando él mismo a la Ciudad y dejando a cada uno de los contrincantes en su sitio. Marcos jugó con el jefe de Gobierno y a Michetti no le gustó. Disgustado con su amiga, Macri eligió a una nueva compañera de fórmula, María Eugenia Vidal. Pero Marcos tampoco le advirtió a Michetti sobre esta decisión, como solía hacerlo en las antiguas contiendas.
Un día Michetti llegó por sorpresa a ver a Marcos a su oficina y se encontró con que su amigo no estaba. Había salido a grabar un video con Macri y María Eugenia Vidal, quien anunciaba su postulación. Michetti no lo sabía: se enteró de ese modo. Ese hecho, cuentan en Bolívar 1, marcó un gran quiebre entre ellos.
Marcos niega ese quiebre, aunque admite que hoy tienen lugares diferentes: ?Con Gabi tenemos hoy roles distintos. Al estar yo en el Ejecutivo y ella en Diputados, nuestras funciones al lado de Mauricio son distintas?.
Mesurado, poco conflictivo y políticamente correcto, Marcos Peña, a los 34 años, parecer tener todo el tiempo del mundo para acumular capital político e, incluso, para darse el lujo de perder la próxima batalla por ser el heredero de Macri, si es que el escenario futuro se planteara de ese modo.
Algo tiene en claro, desde que Macri lo llamó al escenario aquel memorable domingo de julio, su capítulo recién empieza a escribirse.