"A muchos les interesa mi historia, pero no mis poesías. El poema tiene que ser breve, conmovedor. Sirve para decir lo que la gente piensa, los ‘te quiero’, porque sino es una propaganda política y, para hablar de actualidad, están los diarios y no la poesía. Mi sueño es que mi trabajo sea reconocido en Argentina, que en las escuelas lo usen como material de trabajo".
Al sonido de un silbato se cierran las puertas. Trabajadores y estudiantes pierden su identidad entre la densidad metálica de las vías para transformarse en simples pasajeros del subte D. Entre el desfile incesante de personajes, hay uno que es diferente. Un vendedor de poemas que humildemente escribe y firma como Ramón de Almagro. Le dicen "El poeta del subte" y se llama Ramón Valdez. NOTICIAS URBANAS dialogó con él en un céntrico bar de la Ciudad.
Llegó puntual y con las marcas que lo identifican: unos prolijos bigotes, la boina, gruesos lentes y una minúscula colita de pelo agarrada con una banda elástica. Habla lento, pausado. Se sienta, pide un café y lo endulza con edulcorante. "Es que tengo que cuidarme porque tengo problemas de salud", se defiende como si estuviera cometiendo un error.
-¿Cómo llegaste a la poesía y a venderla en el subte?
-Yo trabajé más de 20 años en una fabrica textil y después me puse un almacén en Almagro donde estuve 25 años. Y me iba muy bien, eh. Estábamos al lado de la sede de Hebraica y trabajábamos mucho con los israelitas. Pero cuando fueron los atentados en la AMIA y en la Embajada de Israel, se corrió el rumor de que el próximo paso era la Hebraica. Y se fueron todos. Traté de aguantar tres años pero terminé por fundirme y endeudarme. Eso fue en 1996 y tenía 62 años. Fueron momentos muy duros, pero pude salir gracias a mi esposa, Doña Elsa, y mis hijas, las que me decían ‘tenés que salir, no te podés quedar todo el día en casa. ¿Por qué no estudiás?’. Entonces, fui al nocturno del Colegio Evangélico de Villa Devoto y lo terminé en tres años. Ahí encontré la poesía, algo maravilloso. Cada vez que escribía algo, mis compañeros me aplaudían y me di cuenta que tenía una mercadería potencial. Hice 7 poemas, los junté en la computadora, armé un cuadernito, los imprimí y salí a venderlos. El primer día gané más de 30 pesos, estaba loco de contento.
-¿Siempre trabajaste en la línea D?
-No. Empecé en la C porque era la que estaba más lejos de mi casa. Me daba vergüenza que la gente que me conocía me viera vendiendo en el subte. Después me pasé a la D porque uno puede ir y venir por las estaciones. En el subte la paso muy bien, tengo mis amigos. Además, por ser almacenero siempre tuve facilidad por relacionarme con la gente. Antes vendía más, lo que pasa es que tengo 72 años y uno se cansa. Trabajo de lunes a viernes, de 9.30 a 13.
-¿Qué opinaron su esposas y sus dos hijas de su trabajo?
-Ellas estaban más que contentas porque al fin yo tenía algo que me motivaba. Antes me veían amargado. Es más, yo le dediqué a Doña Elsa -con quien está casado desde hace 45 años- el poema “Tu espalda” y desde ese momento, ella me espera todas las tardes con vino fresco. Antes no teníamos tiempo para nada porque trabajábamos todo el día.
-¿Qué te motiva a la hora de escribir?
-Siempre creí mucho en mi trabajo, tuve plena confianza en que iba a encontrar un mercado y en que iba a vender. Mi poesía es muy emotiva, simple. Es una idea, una chispa que se te mete bien en el alma y te motiva a pensar cosas y luego a escribirlas. Desde chico siempre me gustó la lectura, pero no la difícil. Por ejemplo, no lo aguanto a Cortazar. Entre mis escritores preferidos están Rubén Darío, Gustavo Adolfo Bequer, Mario Benedetti. Mi preferido es “La rosa blanca”, de José Marti
-¿Cuál fue la repercusión que tuvieron tus poesías?
-Un día, una chica me llamó a mi casa y me dijo que leyó mis poemas, que le encantaron, y que me quería regalar una página web para publicarlos. Para mí, Internet es maravillosa, me dio la posibilidad de relacionarme con gente de otros países que me enviaron e-mails comentando mis poemas. Así, pude vender mi libro “El hombre de los poemas” a Costa Rica, España, Colombia y a diversas ciudades del interior.
Carta de Marcos Ana(*) a Don Ramón
Mi querido Don Ramón, amigo y colega. (…) Eres un ejemplo de honestidad, trabajando tu necesaria poesía y llevándola tu mismo al mercado, como el que reparte el pan de cada día. Frente a los poetas que se exhiben como floreros, tú te echas a la calle y vas, sencillo y profundo, de metro en metro, con tu lámpara maravillosa ofreciendo la luz a tus hermanos”.n
(*)Marcos Ana es un destacado poeta español. Prisionero en las cárceles franquistas por más de 20 años, donde se inclinó por la poesía. Entre otros, Pablo Neruda le escribió una carta pidiendo su liberación. Actualmente tiene 82 años y continua escribiendo.
Los recomendados de Ramón
Tu espalda
Tu espalda es mi descanso, mi sosiego,
es la calma después de haber amado,
tu espalda es un refugio donde llego
a lamer mis heridas angustiado.
Tu espalda es el taller de mi poesía
con las noches que paso desvelado;
tu espalda tiene el fin de cada día,
es el sueño y un beso ya cansado.
Y si todo se me hace cuesta arriba,
si mi vida parece a la deriva,
como nunca, tu espalda es necesaria,
Pues si es dura la mano del destino,
tu espalda es el altar donde me inclino
para llegar a Dios… con mi plegaria.
Poema del Olvido
Tú puedes olvidar y los recuerdos
se pegan a mi piel como un castigo
Tú puedes olvidar, yo sólo vivo
añorando el querer que se ha perdido
Tú puedes olvidar y en cada noche
mil vueltas yo me doy buscando olvido
Tú puedes olvidar. ¡Ay si pudiera!
Olvidar como tú… sin un suspiro.
La abuela
La pequeña alumna
camino a la escuela,
luce tan hermosa, brilla como un sol,
con un paso cansado, la sigue la abuela,
carga la mochila, lleva el alfajor…
La madre
Cuando un ruido de llaves
le diga que ha llegado
el más rezagado
de los hijos, por fin,
cesará en sus rezos,
quedará tranquila
y ahogando un bostezo,
buscará dormir.