Cuando Aníbal Ibarra convocó al todavía arista Rafael Romá (foto) para conducir la Secretaría de Desarrollo Social de la comuna porteña, el bonaerense nunca imaginó que casi no tendría margen para formar su propio equipo de colaboradores.
Pero, a poco de ocupar su nuevo puesto capitalino se enteró de que todos los directores de su Secretaría -con la excepción de la Dirección Administrativa y Legal- ya estaban nombrados por el Ejecutivo porteño.
El criterio había sido la negociación de espacios. Esto es, la tradicional repartija de cargos entre el radicalismo y el Frente Grande, casi tal cual como había funcionado en los tiempos de la Alianza.
"Para qué armar una nueva alianza si sigue funcionando la vieja", se queja el ex vicegobernador de Eduardo Duhalde ante sus íntimos. Incluso, llegó a plantearle el tema a Ibarra, quien escuchó su reclamo aunque no modificó el esquema.
El problema central que tiene "Balito" es que las principales Direcciones de su área -como las relacionadas con la política alimentaria, los chicos de la calle o la política habitacional- están bajo la órbita de su segunda, la ibarrista Mónica Desperbasques.
La subsecretaría de Desperbasques controla no sólo las áreas donde, en definitiva, se fijan las políticas sociales sino también el 80 por ciento del presupuesto del sector.
Un asesor que pasa mucho tiempo con Romá lo explicó así a NOTICIAS URBANAS: "Desarrollo Social fue tradicionalmente fruto de la alianza entre la UCR y el Frepaso y todavía lo sigue siendo. Así es que cuando llegó ‘Balito’ esos acuerdos ya estaban cerrados y los nombramientos, hechos".
Según les prometió a sus amigos en el gobierno nacional, Romá está dispuesto a pelear espacio. "No quiere ser un chirolita que avale las políticas que hacen otros", deslizan.
Es que Romá tiene varios amigos en el nuevo gobierno empezando por Néstor Kirchner, con quien tiene una relación personal. También suele hablar seguido con otros bonaerenses como José Pampuro y Aníbal Fernández.
Ahora que Romá es contado por los kirchneristas porteños como tropa propia -después del portazo en el ARI-, también él se queja en la intimidad de la erosión del espacio político cedido por Ibarra. Una queja que podría corear con los hombres del Presidente.